Alemania pre-Hitler, 1933, Argentina 2001
Semejanzas y diferencias
Pablo A. Chami,
diciembre de 2001.
Muchos argentinos nos sorprendimos por los acontecimientos de diciembre de 2001.
Se produjeron disturbios en varias ciudades del país, saqueos a los supermercados, una protesta de ciudadanos de clase media: el cacerolazo, concentraciones multitudinarias en puntos clave de la ciudad de Buenos Aires: la residencia presidencial de Olivos, el departamento del ministro de economía Domingo Cavallo, y en la Plaza de Mayo, delante de la Casa Rosada. Es la primera vez, desde el 25 de mayo de 1810, que un levantamiento popular derroca un gobierno sin la ayuda de militares.
En Alemania durante el período entre las dos guerras mundiales, de 1918 a 1939, se produjo un proceso histórico que tiene características similares a las ocurridas en los últimos años en Argentina. La comparación de los hechos acontecidos en ambas repúblicas podría darnos una explicación de lo que está sucediendo en nuestro país y ayudarnos a tomar conciencia de lo que podría suceder en el caso de que el estado de caos y desgobierno persista.
Alemania en las primeras décadas del siglo XX era un imperio gobernado por Guillermo II. Ejercía el gobierno en forma autoritaria: si bien existía un parlamento, lo tenía poco en cuenta a la hora de tomar sus decisiones. En noviembre de 1918, el Emperador Guillermo II es destituido por una revolución popular provocada por el descontento ante la derrota alemana en la Primera Guerra Mundial. Se proclama la República de Weimar, con una mayoría popular del partido Socialdemócrata. La constitución establecía la elección de un Presidente cuyo mandato duraba siete años y un parlamento que se renovaba cada dos años. El presidente nombraba a la cabeza del gobierno: un Canciller, que a su vez nombraba a los ministros que lo secundarían en el gobierno. El Presidente podía destituir al Canciller y debía en esos casos convocar a nuevas elecciones parlamentarias dentro de un plazo máximo de dos meses.
La Argentina sufrió una dictadura militar encabezada por Jorge Rafael Videla y otros militares desde 1976 a 1983. Luego de la derrota en la guerra de las Malvinas en el año 1982, el gobierno de facto debe llamar a elecciones y asume el presidente civil Raúl Alfonsín. La primera semejanza es que ambas democracias surgen luego de un gobierno autoritario responsable de una derrota militar.
En materia económica, las dos repúblicas sufrieron hiperinflaciones, Alemania en 1922/23 y la argentina en 1989/90, en los dos casos la población sufrió desabastecimiento y pérdida de sus ahorros. Luego, ante el temor de un nuevo brote inflacionario, los dos estados adoptaron severas políticas económicas deflacionarias y de control del gasto público. Esto provocó en ambos países recesión y desempleo.
En Alemania, a partir de 1930, se quiebra la tradición política democrática de gobiernos apoyados por mayorías parlamentarias. El presidente Paul von Hindemburg nombra cancilleres surgidos de partidos minoritarios nacionalistas de derecha, a espaldas al parlamento, haciendo uso de las facultades de emergencia que establecía la constitución. Varios cancilleres gobiernan mediante decretos de emergencia autorizados por el presidente. En Argentina, numerosas leyes son establecidas durante los gobiernos de Alfonsín, Menem y Fernando de la Rúa por decretos de necesidad y urgencia. El presidente del la Rúa pierde el apoyo parlamentario de la coalición que lo llevó al poder: la Alianza, luego pierde el sustento de muchos miembros de su partido y finalmente no atiende al resultado electoral adverso de octubre de 2001 y la profusión de votos anulados y en blanco.
En Alemania los partidos democráticos: el Socialdemócrata y el partido católico no se ponen de acuerdo para formar un gobierno parlamentario. En Argentina Fernando de la Rúa no consigue un acuerdo de los partidos políticos y de los gobernadores provinciales para alcanzar un pacto de gobernabilidad.
Estudios sociológicos nos muestran que los alemanes sentían un fuerte agravio moral por la guerra perdida y por las duras condiciones impuestas por los vencedores, por las nuevas libertades públicas que algunos, acostumbrados a los gobiernos autoritarios, pensaban que era libertinaje, por la facilidad con la que ciertos comerciantes, entre ellos los judíos, hacían fáciles negocios mientras que otros tenían que trabajar muy duro para poder subsistir. En Argentina, nos sentimos agraviados por las condiciones que impone el pago de la deuda externa, por la confiscación de nuestros ahorros, por la perdida de empleos, por lo incierto de nuestro futuro, por el autismo de la clase política que desatendió el resultado del voto popular.
Alemania cargaba con una deuda externa extraordinaria, producto de las reparaciones impuestas por los aliados tras la derrota en la Primera Guerra mundial. En la Argentina tenemos una pesada deuda externa motivada por permanentes déficit presupuestarios contraída por los sucesivos gobiernos.
Un acontecimiento externo disparó y ahondó la crisis: en Alemania fue la caída de Wall Steet de noviembre de 1929; en Argentina el ataque a las Torres Gemelas de Nueva York acentuó una depresión mundial que afecta a muchas empresas. Esto agravó el desempleo: en Alemania era del 35% en enero de 1933 cuando Hitler subió al poder, en Argentina, hoy ronda el 19% de promedio pero en algunas zonas ya llega a un peligroso 30%.
En Alemania, la crisis del año treinta significó el retiro de las inversiones norteamericanas que financiaban el desarrollo del país, agravando el panorama económico de la república de Weimar. En Argentina, en diciembre de 2001, el Fondo Monetario Internacional deja de desembolsar créditos que permitían pagar vencimientos de la deuda externa y el gobierno se ve obligado a extremar medidas de rigor económico.
En Alemania durante los años 1931 y 1932, se produjeron refriegas callejeras entre partidarios comunistas y las SA, fuerza de choque de los Nacionalsocialistas. En Argentina se producen desmanes al finalizar los actos de protestas populares. En Alemania, en febrero de 1933 se quema el parlamento. En Buenos Aires jóvenes exaltados provocan actos vandálicos en el Congreso de la Nación y en la Casa Rosada.
En el caso de Alemania, estos acontecimientos concluyeron con el ascenso de Hitler al poder el 30 de enero de 1933. Hitler en menos de un año proscribió a los partidos políticos, cerro el Parlamento y estableciendo una férrea dictadura que finalmente condujo a Alemania a la Segunda Guerra Mundial y al genocidio de millones de personas, entre ellos a seis millones de judíos.
Hay otros elementos que contribuyeron a la ascensión de Hitler y que todavía no están presentes en la escena política argentina, pero que podrían aparecer en cualquier momento: un líder carismático con el poder de convicción de Hitler, un pueblo proclive al militarismo y por último, grupos de choque en los partidos de extrema izquierda y grupos paramilitares en los partidos de derecha nacionalista.
La ascensión de Hitler al poder fue posible por la insistencia de los políticos de derecha para instalar a un gobierno autoritario a espaldas de las mayorías populares y a la incapacidad de los partidos democráticos para formar una coalición que pudiera gobernar al país en libertad. Creo que esto es la lección que los argentinos deberíamos aprender: la subida de Hitler al poder no se debió solamente a su capacidad oratoria para convencer a las masas descontentas, fue por la claudicación de los partidos políticos que sostenían las posiciones liberales y democráticas.