Pablo A. Chami
Juan Jiménez de Achaval caminaba por la calle Reconquista, en plena city bancaria. Dobló por Sarmiento hasta San Martín. Esa calle, otrora bulliciosa arteria donde se movían las divisas y las finanzas del país, estaba tranquila. "Un año y medio de estabilidad alejó a la multitud de operadores y especuladores financieros", pensó. Entró en la casa de cambio. Tenía que comprar dólares para pagar una cuota de su lujoso departamento.
Dio su nombre al personal del mostrador y pasó a la sala reservada para las grandes operaciones. En el pasillo, antes de entrar al privado, se encontró con Miguel Sánchez Sarmiento.
Juan, le dijo Sarmiento, ¿qué estás haciendo por acá?
Vengo a comprar dólares para pagar la cuota del departamento de Belgrano, y vos, ¿cómo estás? Hace tanto que no nos vemos.
Tras una breve charla acerca de sus negocios se despidieron con un abrazo y saludos para las respectivas señoras.
Miguel Sánchez Sarmiento salió de la casa de cambios pensando: "Juan debe saber algo, no le creo eso del departamento. Él siempre está bien informado, algo debe haber y por eso compra dólares".
Por la tarde, en una reunión de directorio de la Compañía Internacional de Alimentos, de la cual Miguel es vicepresidente, contó, antes de tratar el primer punto del orden del día, su encuentro con Juan Jiménez de Achaval, agregando:
Él debe saber algo.
El presidente de la compañía, Daniel Pérez izquierdo, propuso que las reservas de la empresa se coloquen en dólares por intermedio del Banco Comercial. La moción fue aprobada por unanimidad.
El Gerente General del Banco Comercial, Pablo Escobar, recibió la abultada orden de compra de dólares de la Compañía Internacional de Alimentos. Pensó: "esta compra debe tener algún motivo que el banco desconoce", y cuando estuvo ante todo su equipo ejecutivo, que había citado para una reunión urgente, les dijo:
Esta orden de compra de la Compañía Internacional de Alimentos me parece que esconde algo. Recuerden que la semana pasada, el Presidente de la República y Daniel Pérez Izquierdo, salieron fotografiados juntos en la tapa de la revista Gente. Algo se debe estar cocinando en las altas esferas del gobierno.
En vista de esto resolvieron pasar todas las reservas del banco a dólares, por cualquier cosa.
Washington Razziano, Asesor financiero del banco, que estuvo presente en la reunión, aconsejó a todos sus clientes privados que se pasen a dólares, porque él sabe que algo hay.
Sus clientes, que son en su mayoría grandes empresarios y comerciantes, comenzaron a comprar dólares.
David Fainstein, cliente de Washington Razziano y colaborador del periódico Diario Financiero, escribió un artículo sobre la compra de dólares y sobre la conveniencia de protegerse ante una eventual devaluación.
Los pequeños industriales y comerciantes, que leen Diario Financiero, comenzaron a pasar sus plazos fijos a dólares.
La calle San Martín, que estaba tranquila hasta la semana anterior, se llenó de ansiosos clientes que compraban dólares. El valor de la divisa norteamericana comenzó a subir. La demanda se hizo cada vez mas fuerte.
El tema de los dólares ocupó los titulares de los grandes diarios nacionales y también se comentó por televisión. La población comenzó a alarmarse. Recordaron la hiperinflación pasada. El Ministro de Economía dijo que no va a devaluar, y agregó una frase que con el tiempo se hizo célebre: "el que apuesta al dólar pierde". Fue un jueves a la tarde. El viernes se declaró el feriado cambiario y el lunes el dólar abrió costando un cincuenta por ciento más. La calle San Martín era una locura, los pequeños ahorristas, los jubilados, los estudiantes y las amas de casa sacaron sus plazos fijos y se pasaron al dólar. Los comerciantes remarcaron su mercadería "por las dudas". Y desde ese día, todo cuesta más.