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Bartolomé Mitre y el “Tratado de Reconocimiento, Paz y Amistad” con España

 

Las negociaciones para lograr el reconocimiento de la Independencia Argentina por el Reino de España y la consecuente normalización de las relaciones diplomáticas entre ambos países, se realizaron durante un período que abarca desde la caída de Rosas hasta la ratificación del Tratado definitivo durante la presidencia de Bartolomé Mitre en el año 1864. En este trabajo nos ocuparemos de la ardua y conflictiva negociación que concluyó en el Tratado de Reconocimiento, Paz y Amistad con España. Las gestiones diplomáticas para lograr la concreción del convenio se entrecruzan con la complicada relación de Buenos Aires y la Confederación Argentina después de Caseros. Tanto la Confederación como Buenos Aires habían nombrado representantes diplomáticos en Europa. La disputa se centraba en las ideas acerca de la nacionalidad sostenidas por Mitre y Vélez Sarsfield desde Buenos Aires y las de Juan Bautista Alberdi, representante de la Confederación en Europa, junto con Juan María Gutiérrez, Ministro de Relaciones Exteriores de la Confederación, desde Paraná. Lo que estaba en juego era la cuestión de la nacionalidad, o sea quiénes eran argentinos. La importancia de esta cuestión para los hombres de Buenos Aires se manifiesta en que fue uno de los puntos exigidos por la Provincia para reformar la Constitución Nacional en 1860 y unificar la Nación. En España, y en toda Europa, se sostenía que los hijos de europeos nacidos en el extranjero eran considerados de la nacionalidad del país de sus padres, lo que expresado en términos de derecho es conocido como el ius sanguinis, mientras que en América se sostenía que los hijos de extranjeros nacidos en el territorio americano eran considerados como ciudadanos del país de su nacimiento, el ius solis. Veremos en este trabajo como se llegó a normalizar las relaciones diplomáticas con España, consagrando la doctrina del ius solis, en el marco histórico del conflicto entre la Provincia de Buenos Aires y el resto de las provincias agrupadas en la Confederación Argentina.

Isidoro Ruiz Moreno, en el libro Relaciones Hispano-Argentinas. De la guerra a los tratados,[1] hace un extenso estudio de la gestión de la Confederación y de la misión de Alberdi ante el Reino de España para lograr la firma del Tratado y el reconocimiento de la Independencia Argentina. Pero de cualquier modo, no quedan claro en el texto las ideas sustentadas por Mitre, Alsina, Vélez Sarsfield y en general de la Provincia de Buenos Aires y por consiguiente no se explica el porqué de la insistencia de la Provincia en cuestionar primero y luego modificar los acuerdos logrados por Alberdi con España.

 

 

 

Comenzamos por esbozar el complejo panorama político argentino dentro del cual se desarrolló la negociación. Victorioso Justo José de Urquiza frente a Rosas en la batalla de Caseros, la legislatura de la Provincia de Buenos Aires eligió como gobernador, a instancias del mismo Urquiza, al doctor Vicente López y Planes, quien asumió sus funciones el 1° de mayo de 1852. Urquiza estableció la sede del gobierno provisorio en Palermo, la antigua residencia de Rosas. Algunas medidas adoptadas por el vencedor de Caseros disgustaron a la población porteña, en especial la obligatoriedad de usar la divisa punzó, que para Urquiza era un símbolo federal pero para los porteños, especialmente para el grupo de exiliados que había regresado después de Caseros, era símbolo de la tiranía. Tampoco había causado buena acogida la propuesta de Urquiza al proponer a Vicente López al frente de la Gobernación de Buenos Aires, en lugar de Valentín Alsina, líder natural, en ese momento, de los porteños.[2]

Urquiza, impaciente por organizar a la Nación, llamó a una reunión de gobernadores con el objeto de acordar la convocatoria a una Convención Constituyente que redactara una Constitución y de esta forma lograr la normalización institucional del país.[3] Los gobernadores de las provincias se reunieron en el mes de mayo en la ciudad de San Nicolás de los Arroyos y firmaron un pacto, conocido como el Acuerdo de San Nicolás, donde se designaba a Justo José de Urquiza como “Director Provisorio” para conducir los asuntos del país hasta que se reuniera un Congreso Constituyente y estableciera las pautas para normalizar la República. El Acuerdo firmado en San Nicolás contenía algunas cláusulas que contrariaban los intereses de la Provincia de Buenos Aires. En especial la del número de delegados de las provincias a la Convención Constituyente; el acuerdo establecía que cada provincia enviaría dos diputados, en lugar de una representación proporcional al número de habitantes, como pretendía Buenos Aires.[4] Al regresar el gobernador López a Buenos Aires, los diputados de la Legislatura, entre los que se encontraba Mitre, desconocieron lo que se había acordado en San Nicolás.

Comenzó entonces un duelo periodístico. Por un lado Bartolomé Mitre había fundado el periódico Los Debates y Vélez Sarsfield, había creado El Nacional, ambos defendían la causa de Buenos Aires. Por el otro lado, Diego Alvear, Delfín Huergo y José Luis Bustamante escribían en El Progreso y defendían la posición de Urquiza.[5] El 18 de junio de 1852 apareció en El Nacional una primera noticia, fechada en Buenos Aires el 12 de junio y firmada por “Uno de nuestros corresponsales”, donde el autor señalaba “la profunda impresión de desagrado que había producido en ésta el conocimiento de los célebres acuerdos de San Nicolás”.[6] El 21 de junio se realizó la sesión de la Sala de Representantes que debía considerar el acuerdo. Mitre abrió el debate con un fogoso discurso diciendo estas palabras: “Mi voto será por la no admisión del tratado que va a discutirse.” Y más adelante aclara, refiriéndose a la designación de Urquiza como Director Provisorio: “He dicho que el acuerdo creaba una dictadura irresponsable y que esa dictadura constituía lo que se llama un poder despótico.”[7]

Este rechazo de la Legislatura porteña al Acuerdo provocó la inmediata renuncia del gobierno provincial que lo había aceptado. En consecuencia, asumió la gobernación interina el presidente de la legislatura, general Manuel Guillermo Pinto. En vista de estos sucesos, Urquiza, el 24 de junio, disolvió la Legislatura y colocó nuevamente en la gobernación a Vicente López, quien renunció a los pocos días. Entonces Urquiza asumió en su persona la gobernación de Buenos Aires y decretó la clausura de todos los periódicos de la ciudad con excepción de El Progreso. Mitre, Vélez Sarsfield, Ireneo Portela, y otros porteños fueron deportados.[8]

En los primeros días de septiembre de 1852, Urquiza debió viajar desde Buenos Aires a Santa Fe para inaugurar el Congreso Constituyente, dejando como gobernador interino de Buenos Aires a José Miguel Galán.[9] Pocos días más tarde, el 11 de Septiembre, se produjo en la ciudad de Buenos Aires un alzamiento armado en contra de Galán, inspirado por Valentín Alsina, estando a la cabeza de las tropas el general José María Pirán.[10] El general Pinto asumió como gobernador y Alsina como Ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores. Mitre regresó del destierro el 14 de septiembre, y ese mismo día fue nombrado jefe de la Guardia Nacional.[11]

La revolución del 11 de septiembre encontró en Mitre “el intérprete de sus motivos y el redactor de su programa”.[12] Estas ideas fueron expuestas en las páginas de El Nacional pues el periódico Los Debates no pudo superar el cierre impuesto por Urquiza en el mes de junio y Mitre no continuó con su publicación.[13] El 16 de septiembre publicó en El Nacional un artículo donde justificaba la revolución. Entre las causas que mencionaba para explicarla señalaba: la imposición por Urquiza de usar nuevamente el cintillo punzó, que había caracterizado al derrocado gobierno de Rosas, el rechazo del acuerdo de San Nicolás por parte de la legislatura de Buenos Aires, la disolución de la Legislatura, la asunción de Urquiza como gobernador de Buenos Aires y, finalmente, que los delegados a la Convención Constituyente de Santa Fe no habían sido electos en forma legal.[14]

El 19 de septiembre la Sala de Representantes de la Provincia de Buenos Aires Aprobó un Manifiesto, redactado por Mitre, publicado el día 21 en El Nacional. Está dirigido “a los Gobiernos y Ciudadanos de las Provincias hermanas de la Confederación Argentina.” En él se explican los motivos que provocaron la revolución del 11 de septiembre. Luego de exponer las causas que motivaron la revolución agrega un párrafo donde Buenos Aires asumía un compromiso ante las demás provincias:

“Para cuando llegue el caso de reunir la gran familia Argentina, con las manos ligadas como se ve en el escudo de nuestras armas simbolizando la fuerza de la unión, la Provincia de Buenos Aires promete solemnemente a sus hermanas ante la faz del Mundo que pondrá su influencia y todos los elementos que pueda disponer al servicio de la organización nacional.”[15]

El 20 de septiembre, Mitre publicó en El Nacional algunas ideas acerca de la Nación que marcarán su conducta en los años por venir. Bajo el título: “El sentimiento de nacionalidad”, escribe:

La falta del sentimiento de nacionalidad, ha hecho tanto mal a la República Argentina como la tiranía.

El idioma y la religión común, el haber pertenecido a una misma metrópoli, las glorias adquiridas con la sangre de todos, no ha sido bastante para mantenerla unida.

La Provincia de Buenos Aires acaba de levantar una bandera que es la de todos.

Ha repulsado al general Urquiza, y no la organización del país.

Ha defendido sus derechos provinciales sin atacar los de la Nación.

Aislarnos sería perdernos, si no por el momento, para el porvenir.

La fuerza verdadera consiste en la unión, y la unión bien entendida, es aquella que hace un Estado de todos sus hijos.

Necesitamos ser Estado y Estado organizado, para no sentir delante de las Naciones extranjeras la ausencia del general Urquiza.

Necesitamos ser Nación porque después de un despotismo de veinte años, sería doloroso que diésemos al mundo el ejemplo de una disolución como la de Centro-América de Méjico.

La República Argentina se halla en el caso de los héroes. No le sentaría bien cualquier muerte.[16]

El 22 de septiembre la Sala de Representantes sancionó una ley propuesta por Vélez Sarsfield que “disponía el cese del encargo de las relaciones exteriores delegadas por la provincia al general Urquiza”.[17] El 30 de noviembre la Legislatura proclamó a Valentín Alsina Gobernador y éste nombró a Mitre Ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores.[18] Buenos Aires se había separado del resto del país.

Mientras tanto, en los primeros días de octubre, el Gobierno de Buenos Aires envió al general Paz en una misión destinada a difundir las ideas de la Revolución del 11 de Septiembre entre las demás provincias. Esta misión, que en un principio era pacificadora, debió transformarse en militar al no permitirle el paso hacia Córdoba por la provincia de Santa Fe. Por otro lado, Buenos Aires había apoyado al general Madariaga que intentó invadir la provincia de Entre Ríos desde Corrientes.[19] El 1° de diciembre, el general Lagos, que debía unirse a las tropas del general Paz, se pronunció contra Buenos Aires y se dirigió a la ciudad para ponerle sitio. El 6 de diciembre Alsina debió renunciar a la gobernación ante la grave situación militar producida por el fracaso de las misiones del general Paz y del general Madariaga. Entonces asumió la gobernación nuevamente el general Pinto. Mitre organizó la Guardia Nacional y preparó las defensas de la ciudad.[20]

En abril de 1853, tropas de la Confederación sitiaron Buenos Aires y una flotilla bloqueaba su puerto. Se produjeron diversos encuentros y combates pero la ciudad resistió. Finalmente, las fuerzas de Urquiza se retiraron en el mes de julio de 1853 ante la imposibilidad de derrotar a la ciudad sitiada. En agosto, el Congreso General Constituyente declaró a Buenos Aires como capital de la República, sin el consentimiento ni la presencia de los diputados de la Provincia, actitud que profundizó el conflicto. Pastor Obligado ocupó la gobernación de Buenos Aires luego del fallecimiento del general Pinto.[21]

En Buenos Aires había dos tendencias o facciones: la facción aislacionista, liderada por Valentín Alsina, y la posición nacionalista de Mitre y Vélez Sarsfield. Carlos Heras y Enrique Barba definen la situación de las facciones porteñas con el siguiente párrafo: “Mitre aspiraba a consolidar la unión nacional y se esforzaba para eliminar las barreras que se oponían al acercamiento de todas las provincias; los otros, en cambio, sembraban el camino de escollos.”[22] Por el momento había triunfado la facción de Alsina y Mitre había quedado en minoría. De cualquier modo, Mitre había sido promovido a coronel de artillería y ocupó el puesto de redactor en jefe de El Nacional, cuyo propietario seguía siendo Vélez Sarsfield.[23] Buenos Aires y la Confederación Argentina iniciaron de esta forma diez años de desencuentros, conflictos y guerra.

 

 

 

Las relaciones diplomáticas también fueron parte del conflicto entre Buenos Aires y la Confederación Argentina. El gobierno de la Confederación era el gobierno Nacional y tenía el derecho, de acuerdo a la Constitución votada en la Convención Constituyente de 1853, de representar a las provincias ante las demás naciones. Sin embargo, el gobierno de Buenos Aires, cuyos representantes no habían estado presentes en esa Convención, pretendió establecer sus propios cónsules con el objetivo de imponer sus criterios, y en algunos momentos, sabotear las iniciativas que partían de Paraná. Esta batalla tuvo como protagonistas a dos de las inteligencias más brillantes de su época. Por el gobierno de la Confederación, Juan Bautista Alberdi, inspirador de la Constitución Nacional y en la Provincia de Buenos Aires, Bartolomé Mitre, joven periodista, escritor, militar y político.

En el mes de junio de 1854, el general Urquiza, Presidente de la Confederación Argentina, designó a Juan Bautista Alberdi como Encargado de Negocios en Francia, el Reino Unido y España.[24] Recién en abril de 1855, zarpaba Alberdi desde Valparaíso para dirigirse a Europa.[25] Como reacción ante estos movimientos diplomáticos de la Confederación, el Gobierno de Buenos Aires nombró a Mariano Balcarce y a Juan Thompson como Agentes Confidenciales del gobierno de la Provincia. Comenzaba la batalla diplomática. En efecto, el 28 de septiembre de 1854, el ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores de la Provincia de Buenos Aires, Ireneo Portela, nombró a Mariano Balcarce como agente confidencial ante el Emperador de Francia, Napoleón III. Con la misma fecha le envió a Balcarce una carta comunicándole esta decisión del Gobierno, indicándole los objetivos y alcances de su misión. Comenzaba informándole del nombramiento de Juan Bautista Alberdi como Encargado de Negocios de la Confederación ante los gobiernos de Inglaterra, Francia y España, “Aunque en el decreto de su nombramiento se da una razón especial sobre la que nada tiene que ver el Gobierno de Buenos Aires, sin embargo éste tiene muy poderosos motivos para creer que esa razón es un pretexto ostensible, y bajo su amparo se tratará únicamente de dañar los derechos de soberanía y propiedad del Estado.” Continua la misiva diciendo que la Confederación había acordado con los gobiernos de Francia e Inglaterra el protectorado de la Isla de Martín García, siendo esta isla “la llave de seguridad de los ríos interiores”. Agregaba además que otro de los propósitos de la misión de Alberdi era obtener medios financieros para derrotar a Buenos Aires. Para evitar estos males Balcarce debía seguir los pasos de la misión Alberdi,“vigilarle de cerca en cuanto a los intereses de Buenos Aires concerniera; cruzar sus manejos y dar cuenta del resultado de los pasos de aquel, y del curso de la política de los Gabinetes de Inglaterra y Francia, respecto a este asunto.”[26]

Un mes más tarde, el 31 de octubre de 1854, Portela designó a Juan Thompson como agente confidencial ante Su Majestad Católica, Isabel II, enviando instrucciones similares a las dadas a Balcarce. En la misma fecha le comunicó a Balcarce de ese nombramiento y le pidió que se ponga de acuerdo con Thompson y “que mutuamente se instruyan de su marcha a fin de alcanzar aquellos objetivos.”[27] Estos dos representantes de la Provincia de Buenos Aires, hijos de patriotas de la Independencia, serán los protagonistas en Europa del conflicto diplomático.

El 20 de diciembre de 1854 se firmó un tratado de paz entre la Provincia de Buenos Aires y la Confederación Argentina, con la mediación de los comerciantes José María Cullen y Daniel Gowland, en el que Urquiza se comprometía a retirar las tropas de Buenos Aires y ambas partes acordaban resolver sus diferencias en forma pacífica y “a arreglar por medios amistosos sus mutuas relaciones.”[28] En enero de 1855, Mitre fue nombrado Ministro de Guerra y Marina por el gobernador Obligado.[29]

En España se consideraba muy importante el restablecimiento de relaciones diplomáticas con las Provincias del Plata. Con este propósito, la reina Isabel II, hija de Fernando VII, el 9 de enero de 1855, designó a Jacinto Albistur como Encargado de Negocios en el Río de la Plata.[30] Dos cuestiones eran las que el reino de España y el Gobierno Argentino diferían. La primera eran los reclamos españoles por deudas del antiguo Virreinato del Río de la Plata con la Península antes y después de Revolución de Mayo. La segunda y conceptualmente más importante, era el problema de la nacionalidad. La postura de España era favorable al llamado ius sanguinis, los hijos de españoles nacidos en tierras extranjeras eran considerados como españoles. En cambio, en el Río de la Plata prevalecía la doctrina de ius solis: el hijo de extranjero que nacía en la República era considerado como de nacionalidad argentina.[31]

El 5 de mayo de 1855 el Ministro de Estado de España, Claudio Antón Luzuriaga, recibió a Juan Thompson en el Palacio de Aranjuez, quien le entregó los documentos que lo acreditarían como Agente confidencial de la Provincia de Buenos Aires. Durante la entrevista, el Ministro le manifestó que ambos Estados estaban de acuerdo en “preparar las vías para una franca y abierta reconciliación”. Que para ello había nombrado al Caballero Albistur como Representante de la Reina de España cerca de los estados del Río de la Plata. Ante estas palabras, Thompson le expresó que pactar Buenos Aires sólo no era conveniente pues “las circunstancias especiales de que es un teatro la República, aguarda mejores días en beneficio de todos, Españoles y Argentinos, para que tan solemne acto reciba su debido cumplimiento; que en la ocasión presente pactar por sí equivaldría a dar un desaire a Estados hermanos” [...][32]

En junio de 1855, Albistur, desde Montevideo, envió al Ministro Portela su patente de Cónsul General ente el estado porteño. Luego de una corta estadía en esa ciudad, Albistur partió hacia Paraná, capital provisoria de la Confederación Argentina, sin pasar por Buenos Aires, en la goleta de guerra española Cartagena en noviembre de 1855. Fue recibido por el Ministro de Relaciones Exteriores de la Confederación, Juan María Gutiérrez.[33] Comenzaron a tratar las cuestiones pendientes entre ambas naciones con el objeto de firmar un tratado de reconocimiento y establecer relaciones diplomáticas formales. En cuanto a la cuestión de la deuda. España pretendía que la Argentina reconociera “toda la deuda de Tesorería que pesase sobre las cajas españolas de América” en cambio Gutiérrez insistía en reconocer las deudas incurridas por el Virreinato pero no las emanadas directamente por las autoridades peninsulares. “Esta divergencia marcó el fracaso de la misión de Jacinto Albistur, quien a poco retornó a Montevideo.”[34]

Valentín Alsina reemplazó a Ireneo Portela en el Ministerio de Gobierno y Relaciones Exteriores de la Provincia de Buenos Aires,[35] y, el 28 de julio de 1855 reiteraba a Thompson la posición de Buenos Aires diciendo que manifieste “lo inconveniente que sería que el Estado de Buenos Aires entrase en pactos y arreglos por sí solo”.[36] Meses más tarde, en noviembre de 1855, Valentín Alsina informaba a los Agentes Confidenciales, Balcarce y Thompson del envío de la misión de Juan Bautista Peña[37] como representante de Buenos Aires en comisión ante el gobierno de la Confederación con importantes instrucciones. Debían transmitir a los gobiernos ante los que estaban acreditados que los objetivos de la misión eran: acordar acerca de la doctrina de la libre navegación del río Paraná; que de llegar a un acuerdo, Buenos Aires se abstendría de nombrar agentes diplomáticos en el exterior; que propugnaba la reincorporación de Buenos Aires a la Confederación. Luego Alsina pasa al punto que considero más importante para nuestro relato, que transcribo completo pues aclara la posición del Gobierno de Buenos Aires en el conflicto:

El Gobierno del Paraná, por sí y por medio de varios agentes que ha despachado para Europa ha contraído y procura contraer compromisos políticos, comerciales y financieros, los cuales, si se realizan, vendrán a ser después otros tantos invencibles obstáculos a la reorganización nacional. Como en Europa no se tiene una idea clara y exacta del modo de ser actual de la nación; como durante la larga dictadura de Rosas, inventor de la falsa expresión Confederación Argentina, ésta tiene un significado fijo, según el cual incluye a Buenos Aires en la Confederación; y como desde 1810, siempre que en Europa se ha hablado de las Provincias Unidas del Río de la Plata, o de la República Argentina, o de la Confederación Argentina, o de Gobierno Nacional, o de Encargado de las Relaciones Exteriores, se ha entendido no sólo incluido a Buenos Aires, sino figurando en primera línea, o como parte principal de la Nación, o más propiamente, no se ha visto en esta sino a Buenos Aires; por todo esto, es muy de temerse que los gobiernos europeos, o alguno de ellos, y sobre todo los banqueros, negociantes, empresarios, proyectistas, y en general los individuos particulares, estén muy en la misma creencia; supongan que un gobierno que se apellida nacional, y expide agencias diplomáticas, es gobierno de toda la nación y por consiguiente de Buenos Aires también y que en su virtud contraigan pactos y entren por convenios o arreglos, contando con la respetabilidad y garantía que imprimía a tales actos el solo nombre de Buenos Aires.

Así, es de absoluta necesidad que el S. S. procure, aunque con pulso y cautela, desvanecer aquél concepto equivocado, si él existiese, especificando y haciendo entender bien claramente lo anómala y extraordinaria, aunque provisoria, situación actual de la Nación; y que, por tanto, los tratados, convenios u obligaciones que hoy puedan contraer los agentes del Gobierno de Paraná, sean ellos los que fueren, no ligan ni obligan en modo alguno a Buenos Aires; salvo que en adelante este quiera libremente aceptarlos o reconocerlos.

Sin embargo, cree el Gobierno que estas ideas no deben propagarse por la prensa ni oficialmente, a no llegar a ser absolutamente necesario; pues aquel gobierno podría mirar tal proceder como una hostilidad o contrariedad a sus proyectos, y originar el escándalo de una polémica o lucha en el exterior entre agentes todos argentinos. [38]

Pero en el año 1856, en Europa, la misión de Alberdi ya comenzaba a dar sus frutos para la Confederación. Obtuvo del Gobierno Francés el retiro de su representante en Buenos Aires y el nombramiento de un nuevo Encargado de Negocios en Paraná. También hicieron lo mismo Prusia, la Santa Sede y la Corte italiana en Turín.[39]

En vista de ello, el Gobierno de Buenos Aires inició una campaña en la prensa europea para informar a la opinión pública de la posición de la Provincia con respecto a las autoridades de la Confederación Argentina. El 30 de junio Dalmacio Vélez Sarsfield remitió a Thompson y a Balcarce un artículo de El Nacional referente a la situación de Buenos Aires con el objeto de que su contenido sea divulgado para contrarrestar los dichos de Alberdi. Se trataba de una nota firmada por Domingo Faustino Sarmiento relatando los progresos y las libertades para el comercio y la inmigración en Buenos Aires luego de la caída de Rosas.[40] También en dicha carta, Vélez Sarsfield anunciaba que enviaría un folleto impreso “que contiene todas las liberales disposiciones del Estado de Buenos Aires”.[41] El 3 de octubre, Thompson comunicaba al Ministro las repercusiones del artículo que hizo llegar a la prensa española.[42]

En enero de 1857, Juan Bautista Alberdi arribaba a Madrid con instrucciones más flexibles del gobierno de Paraná de las que había sostenido en las negociaciones frustradas con la misión de Albistur con la Confederación dos años antes.[43] Las intenciones de Alberdi fueron escritas en sus apuntes privados, citados por Ruiz Moreno.[44] Su primer objetivo era el reconocimiento de la integridad territorial de la Confederación Argentina, lo que incluía a la Provincia de Buenos Aires. En cuanto a la deuda del Virreinato, la limitaría a la del territorio Argentino, excluyendo a Bolivia, Paraguay y Uruguay. El punto de la nacionalidad española para los nacidos en Argentina, para Alberdi, era de secundaria importancia frente al de la unidad nacional ante la separación de Buenos Aires, y, según Ruiz Moreno:“esta preocupación nacida de la lucha civil, llevó a don Juan Bautista a contrariar sin vacilaciones sus terminantes instrucciones oficiales.” Entonces “cometió el error más grande de su brillante trayectoria pública... El error consistió en regalar a los funcionarios de la Cancillería del Reino la solución de un problema que consideraban insoluble.”[45]

En carta de fecha 6 de febrero de 1857, Balcarce informó al Gobierno de Buenos Aires las noticias que poseía de la misión de Alberdi en España. Indicaba que en la primera entrevista con el Canciller español, Alberdi se había limitado a exponer las diferencias entre la Confederación y Buenos Aires achacando las culpas a esta última por “las exageradas pretensiones de predominio y monopolio que atribuye a nuestro Estado y proponiendo por último un tratado de comercio con la España, igual a los que dice haber ajustado recientemente con Inglaterra y Francia.”[46]

Finalmente, luego de arduas gestiones de Alberdi, el 29 de abril de 1857 se firmaron dos tratados con el Reino de España: un tratado consular y el “Tratado de Reconocimiento, Paz y Amistad entre España y la Confederación Argentina”.[47] Comenzaba el Tratado con el reconocimiento de la Independencia Argentina por el Reino de España:

Artículo 1°) Su Majestad Católica reconoce como Nación libre, soberana e independiente a la República o Confederación Argentina, compuesta de todas las Provincias mencionadas en su Constitución federal vigente, y los demás territorios que legítimamente le pertenecen o en adelante le pertenecieren; y usando la facultad que le compete con arreglo al decreto de las Cortes generales del Reino de 4 de diciembre de 1836, renuncia a toda forma y para siempre, por sí y sus sucesores, la soberanía, derechos y acciones que le correspondían sobre el territorio de la mencionada República.

En cuanto al punto de la nacionalidad, el artículo 8º) decía textualmente:

Los hijos de españoles nacidos en el territorio de la República Argentina seguirán la nacionalidad de su padre durante la menor edad. En saliendo de la patria potestad, tendrán derecho a optar entre la nacionalidad española y argentina.[48]

El artículo primero era ofensivo para Buenos Aires. Si bien España reconocía la independencia Argentina, que era algo anhelado por todos, el tratado incluía a la Provincia de Buenos Aires, según lo dispuesto en la Constitución de 1853, donde la provincia no había participado. Alberdi reconocía este hecho pues en una carta a Urquiza citada por Ruiz Moreno decía: “Buenos Aires acaba de obtener su independencia de España gracias a V. E., como obtuvo también su libertad, a su pesar, cuando V. E. derrocó a su tirano de 20 años en el campo de batalla.”[49]

Para Ruiz Moreno, “triunfaba el ius sanguinis, contra todas las conveniencias de un país poco poblado que debía recibir grandes contingentes de inmigrantes como elemento básico para su progreso. El caso era doblemente grave: era la primera vez que un tratado rioplatense recogía esta doctrina, y además su proyección era infinita, puesto que por la cláusula de la Nación más favorecida insertada en otros convenios internacionales, inmediatamente otros países europeos reclamarían idéntico privilegio.”[50]

En Buenos Aires, en marzo de 1857 fue electo Valentín Alsina Gobernador de la Provincia de Buenos Aires y en junio nombró a Mitre como Ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores de la Provincia.[51]

En septiembre de 1857, el gobierno de la Confederación sancionó la Ley de nacionalidad y extranjería, con el número 145. En su artículo segundo decía:

Art. 2) Son argentinos:

Iº) Todas las personas nacidas en el territorio argentino;

IIº) Los hijos de padre o madre argentinos nacidos en el extranjero a menos que prefieran la nacionalidad del país de su nacimiento;

IIIº) Los extranjeros que obtengan carta de naturalización, de conformidad al artículo 20 de la Constitución.

Hasta aquí se consagraba el ius solis, pero a continuación, el artículo tercero decía:

Art. 3) Se exceptúa de lo dispuesto en el inc. Iº del artículo anterior, los hijos de extranjeros que prefieran la nacionalidad de su origen.

Entonces la ley disponía de un sistema ecléctico donde por norma general instituía el ius solis, pero permitía a los hijos de extranjeros adoptar la nacionalidad de su origen.[52]

Los tratados firmados por Alberdi fueron rechazados por el gobierno de Urquiza en septiembre de 1857, objetando el artículo 4º y en especial el artículo 8º que consagraba el ius sanguinis. El Tratado Consular tampoco fue aprobado por no estar de acuerdo con el tratado principal.[53] En agosto de 1858 el Consejo de Ministros del Gobierno de Paraná hizo una revisión del Tratado y nuevamente fue rechazado. En vista de esto, España dio por terminadas las gestiones de su Ministro Plenipotenciario, Albistur, reduciendo la categoría de la legación en Montevideo a la de Encargado de Negocios y haciendo regresar a Albistur a España.[54]

Mientras la misión de Alberdi fracasaba en España, en Francia las gestiones de Balcarce parecían que tomaban mejor rumbo para los deseos de Buenos Aires. El 16 de diciembre de 1857, el Canciller de Francia, Conde de Walewsky recibió a Balcarce quien hizo entrega sus credenciales de Encargado de Negocios de Buenos Aires. El Canciller le comunicó que Francia reconocía Mariano Balcarce como Encargado de Negocios de Buenos Aires y a Buenos Aires como Estado Independiente. Luego Walewsky pasó a considerar las cuestiones pendientes entre París y Buenos Aires. Se trató el problema del enrolamiento en la Guardia Nacional de ciudadanos hijos de padres franceses. Balcarce explicó que “La Constitución del Estado declaraba ciudadanos a todos los nacidos en él pues era tan crecido el número de extranjeros residentes en Buenos Aires y la inmigración se desarrollaba con tal rapidez que la nacionalidad correría riesgo de convertirse en colonia extranjera.” El Canciller estuvo de acuerdo con este criterio. Luego preguntó acerca del motivo que impedía la unión de la Provincia y la Confederación. Balcarce respondió que en primer lugar se trataba de la persona de Urquiza, que no era de la confianza de Buenos Aires, en segundo lugar, que la Constitución de la Confederación se ha dado sin que Buenos Aires la hubiera votado.[55] Días después fue recibido oficialmente por el Emperador, Napoleón III, quien se interiorizó por los asuntos del Plata.[56]

Pocos días más tarde, el 4 de enero de 1858, Balcarce envió a Buenos Aires una nota donde relataba un incidente ocurrido en la Corte Imperial de Francia que pone un toque de humor a este conflicto diplomático pero que a su vez ilustra la confusión que había en Europa acerca de los Estados del Plata. El Emperador recibía al Cuerpo Diplomático por la festividad del Año Nuevo en el Palacio de las Tullerías. Cuando Balcarce entró en el salón vio acercársele rápidamente al Conde de Walewsky, Ministro de Relaciones Exteriores de Francia. Leamos las palabras del propio Balcarce al describir la escena:

 Apenas me hubo apercibido vino hacia mí y dirigiéndome la palabra con tono imperativo que manifestaba muy a las claras su enfado me dijo: ‘Ud. me ha dirigido ayer una protesta que le será devuelta mañana mismo, el Gobierno de S. M. el Emperador no puede permitir ni tolerar semejante proceder; el Estado de Buenos Aires es un Estado independiente;’ Ud. Puede imaginarse mi sorpresa al oír tal declaración; interrumpiendo entonces al Sr. Ministro, le observé que padecía un error, que yo no le había escrito ninguna nota ni protesta, y que yo era el Encargado de Negocios de Buenos Aires. Volviendo en sí S. E., y con más calma me dijo: ‘Creía hablar al Representante de la Confederación Argentina, disimule Ud. Esta distracción, y quiera Ud. reservar un incidente que Ud. ha sabido involuntariamente.’

Cuando llegó Alberdi, el Ministro se dirigió hacia él y por los gestos que Balcarce observó, fue reprendido airadamente. Concluye la misiva con la siguiente reflexión:

De todos modos, Sr. Ministro, por ventajosa que haga mi posición el proceder irreflexivo e impolítico del Dr. Alberdi, no puedo menos de deplorarlo, pues incidentes de esta naturaleza perjudican siempre el buen crédito externo de nuestros países.[57]

El 24 de mayo de 1859, Juan Thompson, cumpliendo fielmente su misión, envió una carta al Ministro de Estado de Su Majestad Católica, Saturnino Calderón Collantes, manifestando que un Plenipotenciario de la Confederación llegaría a Madrid para celebrar un tratado de reconocimiento por España. Explica la inconveniencia de celebrar un tratado con la Confederación sin la presencia de Buenos Aires con las siguientes palabras:

“Un tratado con la Confederación Argentina crearía quizás graves complicaciones entre esas mismas provincias y el Estado de Buenos Aires.

En Buenos Aires reside de antiguo la gran mayoría de la población española, mientras es limitado su número en las demás provincias.

El gobierno de S. M. ha procedido desde un principio con gran mesura y circunspección, admitiendo, sin previo compromiso, Agentes comerciales de una y otra parcialidad.

En breve debe ser renovado el poder ejecutivo, así en la Confederación Argentina como en Buenos aires. Esta circunstancia hace esperar que los nuevos gobernantes alleguen los medios de un arreglo definitivo entre partes hoy divididas.[58]

El 1° de junio de 1859, Thompson informó a Mitre que el 22 de mayo había llegado a Madrid Juan Bautista Alberdi, quien “fue presentado en el sitio de Aranjuez al Ministro de Estado, Don Saturnino Calderón Collantes” y le comunicó que había enviado una nota de protesta al ministro español el del 24 de mayo. Finalmente opinaba que “la falaz perspectiva de un tratado pueda más en el ánimo de este Sr. Ministro que las juiciosas inspiraciones de un prudente aplazamiento hasta ver bien ovilladas entre Buenos Aires y la Confederación las graves cuestiones pendientes.”[59]

En efecto, Alberdi había recibido nuevas instrucciones del Gobierno de Paraná fechadas el 18 de febrero de 1859 y firmadas por el canciller interino de la Confederación, Juan Francisco Seguí. En ellas se proponían otras variantes para la redacción de los dos artículos que provocaban el rechazo del tratado de España y la Confederación: el artículo 4 debía consignar claramente que las deudas de la Confederación serían solamente las contraídas con España por Buenos Aires antes del 25 de mayo de 1810 y exclusivamente referentes a los territorios que hoy se llaman Confederación Argentina.[60] En cuanto al artículo 8, sería aceptado siempre y cuando los hijos de españoles nacidos en el territorio de la Confederación serán argentinos hasta los 21 años de edad, luego de lo cual podrán optar por la nacionalidad de su origen.[61] Con estas instrucciones, Alberdi, incansable, emprendió una nueva misión en Madrid arribando a fines de mayo de 1859. Las conversaciones se iniciaron de inmediato entre Alberdi y el Ministro de relaciones Exteriores Español, Saturnino Calderón Collantes. El artículo 4 quedó finalmente redactado de acuerdo a las instrucciones de Paraná, aceptando la Confederación Argentina las deudas contraídas por el Virreinato del Río de la Plata antes del 25 de mayo de 1810 en los territorios que “forman actualmente o constituyan en lo sucesivo el territorio de la República Argentina, evacuado por aquellas el 25 de mayo de 1810.”[62]

En cuanto al punto de la nacionalidad, decía el artículo que cambió su número del octavo al séptimo:

Art.7º) Con el fin de establecer y consolidar la unión que debe existir entre los dos pueblos, convienen ambas partes contratantes en que para fijar la nacionalidad de españoles y argentinos, se observen las disposiciones consignadas en el artículo primero de la Constitución Política de la Monarquía Española y en la ley argentina de 7 de octubre de 1857.”[63]

Como vimos en párrafos anteriores, la ley argentina consagraba como argentinos a los nacidos en territorio argentino y en su artículo tercero permitía optar por la nacionalidad de sus padres. Esto dejaba en claro lo que no estaba expresamente consignado en el tratado anterior.

En cuanto al tema de las posibles deudas, Ruiz Moreno cita el siguiente párrafo de un despacho al Ministro de Relaciones Exteriores de la Confederación: “Nuevas pesquisas hechas recientemente en Madrid sobre la existencia  de  expedientes  o  reclamos  contra  la  Confederación  Argentina   —puntualizaba Alberdi— han confirmado la creencia anterior de que tales reclamaciones no existen, o si existen deben ser rarísimas e insignificantes”[64]

Mientras esto sucedía en Europa, a fines de 1858 recrudecía el conflicto entre la Confederación y Buenos Aires como consecuencia del asesinato del ex gobernador de San Juan y comandante de la división Oeste del Ejército Nacional, general Nazario Benavídez, atribuida a maquinaciones de Buenos Aires. Ante la posibilidad de un ataque, Mitre fue nombrado ministro de Guerra y Marina con retención de su cartera de Gobierno y Relaciones Exteriores. El Congreso Nacional autorizó a Urquiza, en mayo de 1859, a buscar la integridad nacional por medio de negociaciones o por la guerra. Comenzaban entonces los preparativos militares[65]

La lucha armada no pudo ser evitada: el choque entre los ejércitos de la Confederación y Buenos Aires se produjo el 22 de octubre en la batalla de Cepeda. Urquiza, con su caballería entrerriana derrotó a Mitre quien debió emprender la retirada embarcando su ejército en San Nicolás luego de sufrir importantes pérdidas.[66] Ante esta derrota, el 8 de noviembre renunció Alsina a la gobernación de Buenos Aires por pedido de la Legislatura. El día 10 se firmó el Pacto de Unión Nacional, también conocido como Pacto de San José de Flores, donde Buenos Aires se declaraba parte integrante de la Confederación, renunciaba al manejo de las relaciones exteriores, se nacionalizaba la Aduana, y se acordó que sería convocada una Convención Provincial para revisar la Constitución de 1853, para que luego, si este organismo proponía reformas, el Congreso Nacional convocara una Convención ad hoc para discutir las reformas propuestas por Buenos Aires.[67] Buenos Aires se reservaba la representación consular hasta que se enmendara la Constitución y se incorporase definitivamente a la Confederación.[68] Esto satisfacía a las autoridades de Buenos Aires que de este modo podían incorporarse a la Nación sin resignar sus principios.

En la ciudad de Paraná, el Congreso Nacional se reunió en sesiones extraordinarias con el fin de ratificar el tratado que había firmado Alberdi con España. Luego de ser aprobado por ambas cámaras, fue promulgado, con la firma del Vicepresidente, Salvador María del Carril y refrendado por el Ministro de Interior, Derqui, el 26 de febrero de 1860, pocos días antes del final de la presidencia de Urquiza.[69] En efecto, el 5 de marzo finalizó el mandato del general Urquiza y asumió la presidencia Santiago Derqui.[70]

En Buenos Aires crecía el disgusto por la ratificación del tratado con España antes de que los diputados por la provincia se incorporasen al Congreso Nacional. En el periódico El Nacional, Mitre escribió una serie de artículos que comenzaron el día 28 de enero de 1860, donde planteaba las objeciones de Buenos Aires a la Constitución Nacional de 1853. En cuanto al tema de la nacionalidad, Mitre consideraba que, mientras que la Constitución de los Estados Unidos le otorgaba al Congreso facultades para legislar en cuanto a naturalización y no sobre ciudadanía, en cambio en la Constitución Nacional de 1853, en el artículo 11, se le otorgaba al Congreso la facultad de dictar leyes generales sobre ciudadanía y naturalización.[71] Por estos motivos, Mitre entendía que era necesario reformar el correspondiente artículo de la Constitución, justificando sus ideas de la siguiente forma:

 Buenos Aires por su Constitución ha establecido el principio universalmente reconocido, de que al hijo de extranjero nacido en el país, debe ser y es ciudadano natural.

La Confederación ha sostenido la doctrina contraria.

Si la doctrina de la Confederación predominase, estos países, y Buenos Aires especialmente, estaban perdido[s] para siempre.

En un país como Buenos Aires, donde la quinta parte de la población es extranjera, a nadie puede ocultarse que dentro de pocos años preponderaría la masa extranjera; y resulte así una de las dos cosas: o una minoría, en posesión exclusiva de los derechos políticos, gobernaría a la mayoría, o la mayoría se sobrepondría a los nativos o los haría servir de instrumentos. En ambos casos el desorden y la decadencia del país sería segura.[72]

El único recurso que le quedaba a la Provincia de Buenos Aires para modificar esta situación era plantear sus reservas en la reforma constitucional que sellaría su incorporación definitiva a la República Argentina.

La Convención Examinadora de la Constitución se reunió en Buenos Aires en abril de 1860. Entre su propuesta de enmienda a la Constitución de 1853 figura en el artículo 31, un agregado que dejaba a salvo la responsabilidad de la provincia en el aspecto de la nacionalidad:

Art. 31) Esta Constitución, las leyes de la Confederación que en su competencia se dicten por el Congreso, y los tratados con las potencias extranjeras, son la ley suprema de la Nación; y las autoridades de cada Provincia están obligadas a conformarse a ella no obstante cualquiera disposición en contrario que contengan las leyes o constituciones provinciales; salvo en los tratados, aquellas Provincias que no hubiesen tenido representación en el Congreso al tiempo de su aprobación, y que no se la otorguen posteriormente por medio de su Legislatura.[73]

En mayo de 1860 fueron electos Bartolomé Mitre como Gobernador de Buenos Aires y Justo José de Urquiza como Gobernador de Entre Ríos.[74] Buenos Aires no renunciaba a manejar sus relaciones exteriores, Carlos Tejedor, Ministro de Gobierno y de Relaciones Exteriores del Estado de Buenos Aires, envió una carta directamente a Calderón Collantes, Canciller español, protestando por el tratado firmado con la Confederación antes de la unión nacional.[75] El 6 de junio de 1860, Thompson informó desde Madrid que había Entregado un “pliego dirigido al Sr. Ministro de Relaciones Exteriores de España” con la protesta del Gobierno de Buenos Aires por la firma del Tratado. Informó luego que Alberdi se encontraba en Madrid para proceder al canje de las ratificaciones. Relata el fracaso de su gestión de la siguiente forma:

“En vano, Sr. Ministro, me he esforzado en demostrar la sinrazón con que el gobierno Español exigirá el cumplimiento de un Contrato a quien no ha tenido parte en su celebración. Según las noticias que he adquirido la ratificación tendrá lugar en estos días, alegando el gobierno Español que no quiere inmiscuirse en las cuestiones pendientes entre Buenos Aires y la Confederación, dejando por lo tanto a cargo de ambos gobiernos el entenderse sobre el particular.”[76]

El 22 de junio de 1860, la reina Isabel II aprobaba el Tratado de Amistad con la República Argentina,[77] y el 27 de junio se produjo el cambio de ratificaciones con las firmas del plenipotenciario Alberdi y Calderón Collantes, en Madrid, por lo que, según Isidoro Ruiz Moreno, “cerró su tramitación y le otorgó completo valor obligatorio.”[78]

En julio se reunieron en la ciudad de Buenos Aires el presidente Derqui, Urquiza y Mitre. En esas reuniones expresaron muestras de amistad y de paz, intercambiando obsequios y festejando el 9 de julio con un Tedeum en la Catedral y presenciando juntos el desfile militar del ejército de Buenos Aires. Pero además trataron cuestiones políticas, la futura reforma de la Constitución y la incorporación de Buenos Aires a la Confederación. [79] Mitre insistió ante Urquiza sus criterios acerca de la nacionalidad y la necesidad de reformar el Tratado con España. Subsistía cierta ambigüedad en la forma en que se interpretaba la letra del Tratado. Urquiza, en vista de la intensa prédica de Mitre rechazando el Tratado, envió una carta al Cónsul Español que se encontraba en Montevideo requiriendo una explicación acerca cuál era la interpretación española del Tratado. En la carta respuesta de se puede apreciar que según esta interpretación, se consagraba el ius sanguinis para los hijos de españoles nacidos en territorio argentino.[80] La carta de Creus, fechada en Montevideo el 20 de agosto de 1860, dice lo siguiente:

Mi estimado Sr. y amigo:

El Sr. Elizalde en Buenos Aires y el Sr. Albarellos en Montevideo, después de varias explicaciones amistosas, me han manifestado que si el artículo 7° del tratado con España no tiene más objeto que asegurar la nacionalidad de sus padres a los hijos de españoles nacidos en la Confederación que por circunstancias de domicilio u otras análogas tienen su suerte estrechamente ligada con la España, no atacarían el Tratado sino que lo reforzarían. No creo que en la Convención emitan una opinión contraria.

En mi concepto el artículo citado no admite más interpretación que la de dar fuerza de Ley Internacional a la que promulgaron en 17 de agosto de 1857 los poderes constituidos de la Confederación Argentina que regulariza la nacionalidad de los hijos de los extranjeros nacidos en su territorio .[81]

La respuesta del representante español fue clara, entonces comenzó a apreciarse en las autoridades de la Confederación “que para los españoles también obraba el convencimiento de que el tratado de 1859 y la ley de 1857 consagraban el principio del ius sanguinis en la cuestión de la nacionalidad...” Por ese motivo, Urquiza envió a Mitre una carta asegurando que en la Convención Constituyente emplearía su influencia con “sus amigos” para excluir el artículo 7° del tratado con España.[82]

En el mes de septiembre se reunió la Convención Reformadora ad hoc de la Constitución Nacional en la ciudad de Santa Fe. Las enmiendas propuestas por Buenos Aires fueron ratificadas por unanimidad, aprobándose todos los tratados internacionales firmados por los representantes de la Confederación, menos el de España.[83] Se había agregado al final del artículo 31 que declara los tratados internacionales como la “ley suprema de la Nación”, la frase: “salvo para la Provincia de Buenos Aires, los tratados ratificados después del Pacto de 11 de noviembre de 1859”. En el Art. 64, inciso 11, que trata acerca de la ciudadanía se agregó: “con sujeción al principio de ciudadanía natural”.[84] Con esta modificación, el tratado firmado por Alberdi dejaba de tener efecto. En consecuencia, el gobierno de la Confederación decidió enviar como Agente Diplomático en Madrid a Mateo J. Luque, con la misión de modificar el cuestionado artículo del Tratado con España.[85]

La Constitución Nacional fue jurada en Buenos Aires el 21 de octubre de 1860 conformando a partir de ello a la tan ansiada unión nacional.[86] El nombre República Argentina fue el elegido entre los distintos nombres que autorizaba el artículo 35 de la Constitución recientemente reformada.[87] Días más tarde, Urquiza retribuyó las atenciones de Mitre invitándolo, junto con Derqui, al palacio de San José, en Entre Ríos. Se pensó que la paz entre las provincias argentinas estaría asegurada y que se iniciaría una era de unión y prosperidad. Lamentablemente no fue así.

Los diputados de Buenos Aires al Congreso Nacional, que habían sido electos con la Ley Electoral de la Provincia, cuando se presentaron en Paraná en abril del año 1861 para integrarse al Congreso Nacional, les fueron rechazados sus diplomas por el cuerpo con el pretexto de que no habían sido electos con las disposiciones de la Ley Nacional.[88] En julio, el Congreso determinó que Buenos Aires había roto el pacto de Unión Nacional del 11 de noviembre de 1859, en consecuencia fue declarada como provincia en rebeldía y se decretó el estado de sitio en su territorio.[89] Para Buenos Aires era una nueva declaración de guerra.

Estos acontecimientos decidieron al presidente Derqui la suspensión de la misión de Luque a España que todavía no había partido.[90] Mientras que en el Río de la Plata comenzaban nuevamente aprestos bélicos, la polémica por el tema de la nacionalidad continuaba del otro lado del Atlántico, en España, Jacinto Albistur escribió en marzo de 1861 una serie de artículos en la revista La América, para “ilustrar a la opinión pública de la importancia de los países americanos y por elevación ­—sin decirlo— preparar el ánimo favorable del Ministerio de Asuntos Exteriores para recibir nuevas propuestas argentinas.”.[91] En un segundo escrito, contestando a Juan Bautista Alberdi que defendía el Tratado que él había firmado, refiriéndose al artículo 7° del Tratado de la siguiente forma: “Con el artículo que se ha insertado, cada una de las partes se ha reservado in pectore el interpretarlo a su manera. Ha habido acuerdo en las palabras, no ha habido acuerdo en el pensamiento.”[92] Albistur coincidía con la tesis de Buenos Aires sustentada por Mitre y Vélez Sarsfield y no respaldaba las opiniones de Alberdi. De cualquier forma, el Tratado había sido rechazado por la Constitución reformada en 1860 y debería ser salvado por un nuevo acuerdo.

En el Río de la Plata comenzaron nuevamente los aprestos bélicos. Mitre se dirigió con su ejército hacia el norte mientras Urquiza avanzaba hacia Buenos Aires al frente del ejército de la Confederación Argentina. El 17 de septiembre de 1861 ambos ejércitos se encontraron para dar batalla en las inmediaciones del arroyo Pavón, al sur de la Provincia de Santa Fe, que le dio nombre a la batalla. La infantería porteña prevaleció esta vez frente a la caballería entrerriana y Urquiza se retiró del campo abandonando su artillería y el parque de provisiones, regresando con sus tropas a Entre Ríos.[93] Mitre continuó su avance hacia el Norte ocupando la ciudad de Rosario mientras que el general Paunero marchaba hacia Córdoba consiguiendo derrotar al “Chacho” Peñaloza, alejándolo hacia el Norte. El presidente Derqui se encaminó a Paraná a conferenciar con Urquiza y como no logró el apoyo, presentó su renuncia y se refugió a bordo de un barco inglés que lo llevaría hacia Montevideo. El 5 de noviembre asumió la presidencia de la República el vicepresidente Pedernera.[94] Urquiza, en nombre del Gobierno Nacional intentó negociaciones con Mitre pero éste exigió que su intención era tratar directamente con la Provincia de Entre Ríos como provincia independiente y no con el Gobierno Nacional. Para ello Urquiza y la Provincia de Entre Ríos deberían desconocer al Gobierno Nacional. El 1° de diciembre la Legislatura entrerriana asumió su soberanía y desconoció al Gobierno Nacional.[95] El 12 de diciembre de 1861, el Poder Ejecutivo Nacional se declaró en receso dejando a Mitre la posibilidad de que las provincias delegaran su autoridad en él.[96]

En los primeros meses del año 1862 las provincias comenzaron a delegar en Mitre la facultad de ejercer como encargado del Poder Ejecutivo Nacional. El 12 de abril de 1862 Mitre aceptó el encargo del Poder Ejecutivo Nacional delegado por las provincias, a los fines de convocar al Congreso Nacional.[97] Se realizaron elecciones en toda la República para diputados y senadores y el 25 de mayo de 1862 se instaló el Congreso Nacional en Buenos Aires. Se convocó a elecciones para presidente y vicepresidente y Mitre fue electo por unanimidad de votos en el Colegio Electoral mientras Marcos Paz era electo vicepresidente.[98]

El 12 de octubre de 1862 Mitre asumió como Presidente de la República Argentina.[99] Rufino de Elizalde fue nombrado Ministro de Relaciones Exteriores[100] y Mariano Balcarce fue el encargado de realizar las gestiones en Madrid para un nuevo Tratado.[101] La enemistad que existía entre Alberdi y Balcarce se puso de manifiesto por la demora del primero en entregar los archivos de lo actuado en Europa en su misión como enviado de la Confederación. Recién en octubre de 1863, luego de reiterados, pedidos Alberdi entregó los archivos diplomáticos a Balcarce.[102]

Se inició entonces una nueva gestión para modificar el tratado con España. El 8 de Febrero de 1863 Balcarce comunicó a Mitre que el general Concha, que tiene mucho influjo en España, “es pariente de mi señora,” y sus ideas son muy favorables al principio de nacionalidad que sostenemos. Agrega que “Su cooperación puede ser muy útil, sin desconocer por esto lo grave y difícil de la reclamación pendiente que está en oposición con lo que establece la Constitución española.”[103]

El 8 de junio de 1863, Balcarce le comunicó a Mitre que:

“Tengo motivos para creer que el nuevo Ministerio español, presidido por el marqués de Miraflores, y del que es miembro el general Concha, a quien personalmente conozco, está bien dispuesto para el arreglo de las cuestiones con los Estados sudamericanos; en este mismo sentido se ha expresado el caballero Albistur, actual director político en el departamento de Estado.”[104]

El 24 de junio, Balcarce recibió el anuncio de Mitre de su nombramiento como ministro plenipotenciario de la República Argentina por acuerdo del Senado Nacional.[105] El 24 de julio, Balcarce comunicó desde París a Mitre las buenas perspectivas para su misión en España con las siguientes palabras:

“Según me lo ha hecho saber el caballero Albistur, y lo que yo había hablado anteriormente con el general Concha, hay probabilidad que mi misión a España tenga buen resultado; así lo deseo, para corresponder a la confianza que usted y el gobierno depositan en mí, y también, debo confesarlo, porque me sería muy halagüeño lograr enderezar los entuertos que hizo el doctor Alberdi.”[106]

Ya en Madrid, Balcarce da cuenta a Mitre, en carta fechada el 22 de agosto, de sus primeros contactos con el Subsecretario de Estado Tomás Ligues y Bardají y con el ahora Director de Política de la Cancillería española, Don Jacinto Albistur.[107] Todas las discusiones a que dio lugar la reforma del artículo 7° del Tratado están relatadas por Balcarce en una nota dirigida al Ministro de Relaciones Exteriores Argentino, Rufino de Elizalde. En ella le dice que el 25 de agosto fue recibido por el Ministro Miraflores quien opuso cierta resistencia a firmar un nuevo tratado pero finalmente estuvo de acuerdo en la modificación del artículo séptimo del Tratado de Amistad y Reconocimiento y le comunicó que lo sometería al consejo de Ministros.[108] El 7 de octubre de 1863, Balcarce comunicó a Mitre que había  firmado el nuevo Tratado el 21 de septiembre y que lo remitía por el vapor de Burdeos a Buenos Aires.[109] 

Mientras tanto en Buenos Aires la Cámara de Diputados, en agosto de 1863, dio media sanción a una nueva ley de ciudadanía que decía lo siguiente:

1º) son ciudadanos argentinos:

Los que hayan nacido y nacieran en cualquier punto del territorio de la república, sea cual fuere la nacionalidad de sus padres;

Los hijos de padre y madre argentinos que habiendo nacido en un país extranjero, manifiesten al juez nacional o provincial del distrito en que se hallen, su intención de ser ciudadanos.[110]

Esta Ley consagraba sin lugar a dudas el ius solis. Sin embargo, la Ley no fue tratada por el Senado y siguió rigiendo la cuestionada ley de la Confederación del año 1859 hasta que se modificó en 1869 durante la presidencia de Sarmiento.[111]

El Tratado con España fue aprobado por ambas cámaras del Congreso y promulgado por Mitre el 5 de noviembre de 1863. El Nacional publicó el 7 de noviembre los detalles de la firma del nuevo tratado. El artículo 7° quedó redactado de la siguiente forma:

Con el fin de establecer y consolidar la unión que debe existir entre los dos pueblos, convienen ambas partes contratantes en que para determinar la Nacionalidad de Españoles y Argentinos, se observen respectivamente en cada país las disposiciones consignadas en la Constitución y las leyes del mismo.

Aquellos Españoles nacidos en los actuales dominios de España que hubiesen residido en la República Argentina y adoptado su nacionalidad, podrán recobrar la suya primitiva si así les conviniere, para lo cual tendrán un plazo de un año los presentes y dos los ausentes.

Pasado ese término se tendrá definitivamente adoptado la nacionalidad de la República.

La simple inscripción en la matrícula de Nacionales que deberá establecerse en las Legaciones y Consulados de un y otro Estado será formalidad suficiente para hacer constatar la nacionalidad respectiva.

Los principios y las condiciones que establece este artículo, será igualmente aplicable a los ciudadanos y a sus hijos en los dominios españoles.[112]

Faltaba entonces la ratificación española para que el Tratado entrara en vigor. Balcarce recibió de Albistur una nota anunciándole que “ya está allanado el camino para que venga usted a presentar sus credenciales y hacer el canje. Esta operación es la única que falta para que yo emprenda mi viaje.”.[113] Jacinto Albistur aspiraba a ser nombrado como Ministro ante el Gobierno Argentino. Pero esto no pudo ser. España pasaba por un período agitado de su historia institucional y los ministerios tenían una duración precaria. Por este motivo, en carta fechada en Madrid el 26 de diciembre de 1863, Albistur urgía nuevamente a Balcarce para que se trasladara a España para ratificar el tratado pues existía una gran oposición en la prensa.[114] También recibió una nota del Marqués de Miraflores quien instaba a Balcarce para que apurase su llegada a Madrid.[115] Los pedidos de urgencia tenían sus razones, el 24 de febrero de 1864, Balcarce comunicó a Mitre desde Madrid que: “La caída que yo temía del gabinete Miraflores ha dejado en suspenso el canje de las ratificaciones del tratado con la España.”[116]

En España hubo dificultades para ratificar el Tratado pero el 7 de junio de 1864, Balcarce le comunicó a Mitre que finalmente las Cortes de España habían aprobado el Tratado y que estaba todo listo para “verificar el canje de las ratificaciones y presentar mis credenciales, pues conviene no perder tiempo, porque si ocurriese algún nuevo cambio en el Gabinete español (cosa que no sería de extrañar en aquel país de lo imprevisto), nos veríamos quizá expuestos a otro aplazamiento.”[117]

El 22 de junio de 1864, Balcarce escribió a Mitre exultante lo siguiente: “Albricias, mi querido General y amigo; ayer he canjeado el tratado, dando cima a la honrosa y delicada comisión que usted me confió.” En la misma carta comenta que el “El señor Creus será nombrado ministro residente en Buenos Aires, mientras que nuestro amigo Albistur se le dará otra misión, pues las intrigas del señor Calderón Collantes y de otros enemigos personales suyos han impedido a este Gobierno enviarlo a Buenos Aires.”[118]

En  efecto: el 28 de julio de 1864 la reina Isabel II nombraba a Carlos Creus como Ministro Residente ante el gobierno de la República Argentina. Creus se embarcó hacia Buenos Aires y el 4 de octubre de ese año presentó sus credenciales ante el Ministro de Relaciones Exteriores de la República Argentina. [119] Albistur fue enviado en misión al Perú y poco tiempo después fijó su residencia en Montevideo.

De esta manera se terminó de completar el trámite del reconocimiento de la Independencia de la Argentina por el Reino de España y sus pretensiones sobre el territorio del antiguo Virreinato del Río de la plata. Las relaciones diplomáticas tomaron un cauce normal al haber designado ambos países sus embajadores. Como vimos en el desarrollo del trabajo este logro no fue sencillo por las dificultades inherentes a la diferencia de criterios entre España y la Argentina en la cuestión de la nacionalidad: el ius sanguinis que sostenían los Españoles y el ius solis que sostenía la Argentina y especialmente Bartolomé Mitre. A su vez la diferencia de criterios entre Mitre y Alberdi, donde el primero sostenía que no era posible resignar el hecho que los nacidos en territorio argentino fueran argentinos, ni siquiera que hubiera una ligera diferencia de interpretación, mientras que para Alberdi este punto no era de capital importancia frente al logro del reconocimiento de la Independencia y la normalización de las relaciones diplomáticas. Todo esto en el difícil contexto político rioplatense con la Provincia de Buenos Aires escindida de la Confederación y la inestabilidad de los gabinetes españoles en los momentos de la ratificación del Tratado. De esta forma, el criterio del ius solis, quedó definitivamente incorporado en la Constitución Nacional luego de la reforma de 1860 y las leyes de nacionalidad dictadas posteriormente, sin dar lugar a dudas o a diferentes interpretaciones.

 

Pablo A. Chami

Julio de 2004



[1] Isidoro J. Ruiz Moreno, Relaciones Hispano-Argentinas. De la guerra a los tratados, Buenos Aires, 1981.

[2] Ramón J. Cárcano, “Después de Caseros, la reorganización del país”, Vol. VIII, p. 33, en Historia de la Nación Argentina, Ricardo Levene director general, 2° edición, Editorial El Ateneo, Buenos Aires, 1947.

[3] Ibidem, p. 39.

[4] Ibidem, p. 48.

[5] Miguel Ángel De Marco, Bartolomé Mitre, Biografía, p. 119-120 y 127, Editorial Planeta, Buenos Aires, 1998.

[6] El Nacional, 18 de junio de 1852.

[7] El Nacional, 22 de junio de 1852.

[8] Miguel Ángel De Marco, op. cit. p.134.

[9] Ramón J. Cárcano, op. cit. p. 69.

[10] Carlos Heras, “La Revolución del 11 de septiembre de 1852”, en  Historia de la Nación Argentina, op. cit. P. 76.

[11] Ibidem, p. 84.

[12] Ibidem, p. 87.

[13] Miguel Ángel De Marco, op. cit. p.145.

[14] El Nacional, 16 de septiembre de 1852.

[15] El Nacional, 21 de septiembre de 1852.

[16] El Nacional, 20 de septiembre de 1852. (Transcribí los párrafos que me parecieron más importantes)

[17] Carlos Heras, op, cit. p. 91.

[18] Ibidem, p. 115-116.

[19] Ibidem. p. 116.

[20] Miguel Ángel De Marco, op. cit., p. 148-149.

[21] Ibidem, p. 156.

[22] Carlos Heras y Enrique Barba, “Relaciones entre la Confederación y el Estado de Buenos Aires, (1854-1858), en Historia de la Nación Argentina, op. cit. p. 207.

[23] Miguel Ángel De Marco, op. cit., p. 157.

[24] Isidoro Ruiz Moreno, op. cit., p. 80.

[25] Ibidem, p. 85.

[26] A. M. R. E. Archivo del Ministerio de Relaciones exteriores de la República Argentina, Estado de Buenos Aires, caja 19, borrador autógrafo de Ireneo Portela.

[27] A. M. R. E. Estado de Buenos Aires, Caja 16.

[28] La Tribuna, 28 de diciembre de 1854.

[29] Miguel Ángel De Marco, op. cit., p. 174.

[30] Isidoro Ruiz Moreno, op. cit., p. 94

[31] Ibidem, p. 94.

[32] A. M. R. E. Caja 16, nota firmada por Thompson el 6 de mayo de 1855.

[33] Isidoro Ruiz Moreno, op. cit., p. 99.

[34] Ibidem, p. 104-105.

[35] Carlos Heras y Enrique Barba, op. cit., p. 222.

[36] A. M. R. E., Caja 16, 23 de julio de 1855, borrador autógrafo de Alsina.

[37] Esta misión estaba destinada al fracaso. Carlos Heras y Enrique Barba, op. cit., p. 223.

[38] A. M. R. E., caja 16, 9 de noviembre de 1855, borrador autógrafo de Alsina para Thompson, con la indicación de enviar instrucciones iguales a Balcarce.

[39] Isidoro Ruiz Moreno, op. cit., p. 121.

[40] El Nacional, 30 de junio de 1856.

[41] A. M. R. E., caja 16, 30 de junio de 1856.

[42] A. M. R. E., caja 16.

[43] Isidoro Ruiz Moreno, op. cit., p. 107-108.

[44] Ibidem, p. 130-131.

[45] Ibidem, p. 131.

[46] A. M. R. E., caja 20.

[47] Isidoro Ruiz Moreno, op. cit., p. 346.

[48] Ibidem, p. 141.

[49] Ibidem, p. 148.

[50] Ibidem, p. 148-149.

[51] Miguel Ángel De Marco, op. cit., p. 198.

[52] Isidoro Ruiz Moreno, op. cit., p. 154-155.

[53] Ibidem, p. 156.

[54] Ibidem, p. 179.

[55] A. M. R. E., Estado de Buenos Aires, caja 19, carta fechada el 22 de diciembre de 1857.

[56] A. M. R. E. caja 19, carta fechada el 30 de diciembre de 1857.

[57] A. M. R. E., Estado de Buenos Aires, caja 21.

[58] A. M. R. E., caja 16.

[59] Ibidem.

[60] Isidoro Ruiz Moreno, op. cit., p. 183.

[61] Ibidem, p. 184.

[62] Ibidem, p. 202

[63] Ibidem, p. 203.

[64] Ibidem, p. 205.

[65] Miguel Ángel De Marco, op. cit., p. 202-204.

[66] Ibidem, p. 206-207.

[67] Ibidem, p. 211.

[68] Isidoro J. Ruiz Moreno, op. cit., p., p. 220.

[69] Ibidem, p. 227.

[70] Ibidem, p. 228.

[71] En realidad, Mitre se refiere al inciso 11 del artículo 67 de la Constitución que regula las atribuciones del Congreso.

[72] El Nacional, 28 de enero de 1860.

[73] Isidoro Ruiz Moreno, op. cit., p. 254.

[74] Ibidem, p. 255.

[75] Ibidem, p. 237.

[76] A. M. R. E., caja 16, Madrid, 6 de enero de 1860, el acuse de recibo de esta comunicación fue en Buenos Aires, 20 de julio de 1860, con las firmas de Mitre y Sarmiento.

[77] Isidoro Ruiz Moreno, op. cit., p. 245.

[78] Ibidem, p. 257.

[79] Miguel Ángel De Marco, op. cit., p. 227.

[80] Isidoro Ruiz Moreno, op. cit., p. 264.

[81] Archivo General de la Nación, Sala VII, Urquiza, legajo 206, folio 68. (El resaltado es mío).

[82] Isidoro Ruiz Moreno, op. cit., p. 266.

[83] Ibidem, p. 268.

[84] Rodolfo Rivarola, “Del Pacto del 11 de Noviembre de 1859 a la Constitución Nacional del 1 de Octubre de 1860.” En Historia de la Nación Argentina, op. cit. p. 387.

[85] Isidoro Ruiz Moreno, op. cit., p. 267.

[86] Ibidem, p. 236.

[87] A. M. R. E. Caja 42, Confederación, Presidencia de Derqui.

[88] Miguel Ángel De Marco, op. cit., p. 244.

[89] Ibidem, p. 247.

[90] Isidoro Ruiz Moreno, op. cit., p. 285.

[91] Idem, Ibidem.

[92] Ibidem, p. 287.

[93] Enrique Rottjer, “Campaña de Pavón”, en Historia de la Nación Argentina, op. cit. p. 446.

[94] Miguel Ángel De Marco, op. cit., p. 270.

[95] Mariano de Vedia y Mitre, “Mitre y la Unión Nacional”, en Historia de la Nación Argentina, op. cit. p. 530.

[96] Miguel Ángel De Marco, op. cit., p. 272.

[97] Mariano de Vedia y Mitre, op. cit., p. 538-539.

[98] Miguel Ángel de Marco, op. cit., p. 282-283.

[99] Ibidem, p. 283.

[100] Ibidem, p. 290.

[101] Isidoro Ruiz Moreno, op. cit., p. 300.

[102] A. M. R. E. Misión Balcarce en París, caja 34.

[103] A. G. M. Tomo XIII, p. 44 45.

[104] A. G. M. Tomo XIII, p. 49.

[105] A. G. M. Tomo XIII, p. 50.

[106] A. G. M. Tomo XIII, p. 52.

[107] A. G. M. Tomo XIII, p. 53.

[108] A. M. R. E., caja 34.

[109] A. G. M. Tomo XIII, p. 62.

[110] Isidoro Ruiz Moreno, op. cit., p. 319-320.

[111] Ibidem, p. 320

[112] El Nacional, 7 de noviembre de 1863.

[113] A. G. M. Tomo XIII, P. 73.

[114] Idem, Ibidem.

[115] A. G. M. Tomo XIII, p. 75.

[116] Idem, Ibidem.

[117] A. G. M. Tomo XIII, p. 80.

[118] A. G. M. Tomo XIII ,p. 81-82.

[119] A. M. R. E. Caja 74, Legación y Consulado de España, 1862-1864.



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