A. S. Turberville resalta el aspecto más positivo del Santo Oficio:
El Santo Oficio pretendía ser el Tribunal más clemente de todos porque sus fines no eran la administración de una justicia rígida y automática, sino la reconciliación del delincuente. Confesarse culpable con el Santo Oficio era obtener perdón. ¿De qué otro Tribunal se podría decir eso? El Inquisidor era tanto padre confesor como juez, que pretendía no una condenación, sino acabar con un extravío y devolver al rebaño la oveja descarriada. Por esto se instaba constantemente al acusado a que recordase la diferencia fundamental entre la Inquisición y los tribunales ordinarios, y que su finalidad no era el castigo del cuerpo, sino la salvación del alma y por lo mismo se le imprecaba a que tratara de salvarse por medio de la confesión.
La Inquisición Española, A. S. Turberville, Pag. 61 y 62.