El buen arroz

 

                                                    Por Liliana Mizrahi

 

 

Les voy a contar una historia real que viví en febrero de 1988, en Nazaré, San Pablo, Brasil. Es una historia que viví en una comunidad espiritual.

 

Hacía muy poco tiempo que mi madre había muerto imprevistamente de un infarto masivo y yo estaba deprimida, triste y de mal humor.

Llegué a la comunidad conducida por una amiga, no hubiera podido ir sola.

 

A la mañana siguiente de llegar se repartieron las tareas como todas las mañanas. Después del desayuno, uno de los coordinadores preguntaba dónde quería trabajar cada uno. Yo dije que me sentía muy mal y por favor que me dieran un trabajo en el que pudiera estar sentada porque no podía estar parada. Se dieron cuenta enseguida que yo no estaba bien y me llevaron a la cocina. Me pusieron una mesita al lado de la ventana, una silla de mimbre y una bolsa de arroz de regular calidad.

 

Mi tarea consistía en separar el arroz bueno, comestible del arroz que estaba feo y no servía. Inmediatamente recordé a mi bisabuela Victoria que hacía ese mismo trabajo sentada al lado de la ventana y cantaba en español antiguo o ladino.

 

Comencé mi trabajo con paciencia. Recordar a mi bisabuela me gustaba. Pasé un tiempo separando el arroz, mientras en la cocina otros preparaban el almuerzo. Yo no hablaba con nadie. No tenía fuerzas.

Seguí separando un arroz bueno de un arroz malo, hasta que hice la pregunta que fue el hilo conductor de ese mes que pasé en la comunidad.

 

¿Esta tarea para qué me sirve, qué aprendo con esto? Pregunté cansada y no con el mejor humor.

 

Alguien me dijo que tenía que aprender a hacer eso en la vida.

 

Otro me dijo, que en la vida había que saber separar, discriminar lo que era bueno para nosotros de lo que no era y apartarlo.

 

Otro me dijo que pensara en la gente amiga o de la familia o pacientes o alumnos y que yo tenía que ver quién me hacía bien, me nutría y quién no.

 

Otro me dijo que el trabajo que estaba haciendo me iba a ayudar a elegir y decidir con quién me quedaba, a quién quería tener en mi vida.

 

Todos los que estaban en la cocina trabajando me dijeron algo. Nadie quedó sin contestar. Eso me gustó, me hicieron bien. Algo comenzó a cambiar. Me dejaron pensando.

 

-Te va a ayudar en la vida. Te vas a encontrar haciendo lo del arroz bueno con las personas o cosas, sin darte cuenta. Vas a aprender a discriminar, a reconocer a los buenos de los que no te sirven para crecer y evolucionar.

 

Esta es la simple historia del arroz. Fue en febrero de 1988 y todavía no la he olvidado y lo sigo haciendo, con todo, sin miedo, es un buen aprendizaje. Se los dejo, se los doy.

 

Es bueno aprender a separar lo que sirve de lo que no sirve.

 

Liliana Mizrahi.




 

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