Liliana Mizrahi
A la mayoría de las mujeres nos asusta la
violencia, física, verbal, moral, psicológica. Algunas otras les debe atraer
como las que se militarizan.
A veces ni reconocemos la violencia
adecuadamente, la justificamos, ni sabemos qué respuesta dar, o bien:
¿Seremos culpables de algo que hicimos,
de lo que ni nos dimos cuenta?
Esa manía autorreferencial y
autoacusatoria que tenemos muchas mujeres.
La cuestión es que a muchas mujeres la
violencia nos paraliza porque no sabemos cómo defendernos. Y los varones son y serán
siempre más fuertes muscularmente que nosotras.
¿ Qué sucedería si desde niñas nos
enseñaran a defendernos ante un ataque físico y supiéramos y tuviéramos
reflejos de autodefensa como tomas, llaves, patadas, trompadas que nos
fortalezcan físicamente y nos den la habilidad para saber responder?
Estoy hablando de autodefensa no de
ataque. Se está militarizando a las mujeres pero no se las entrena en la
defensa.
Militarizar para enviar a guerras
diferentes implica enseñar a matar. Aprender técnicas de auto-defensa es
aprender a defenderse para que no las maten.
“La
agresión al servicio de la autodefensa es una expresión de madurez en el sujeto
que se defiende. Es saludable defenderse.” David Liberman.
Saber defensa personal no es salir con un
arma, cuchillo, revólver, martillo que supuestamente nos proteja y ¡al ataque!
Saber defensa personal implica tener
incorporados instrumentos de defensa que nos provean de los reflejos adecuados que disminuyan nuestra
vulnerabilidad como mujeres.
Instrumentos de defensa que nos den
confianza en nosotras mismas, que nos den autonomía en cuanto a nuestra propia
seguridad para sobrevivir.
¿Qué pasaría si en las escuelas en vez de
hacer handball, o hockey o natación, niñas y niños supieran y desarrollaran
instrumentos corporales de defensa, artes marciales, técnicas de autodefensa
como yudo, taekwondo, tai chi, karate,
llaves, tomas, aprender a caer, encontrar el punto débil del maltratador, etc…?
¿Es lo mismo saber defenderse que no
saber defenderse?
Los femicidios son muertes anunciadas y
previsibles.
Seguramente los femicidios disminuirían si las mujeres
tuviéramos los reflejos in/corpo/rados de defensa personal. Instrumentos y
reflejos de defensa y un conocimiento más amplio y profundo de cómo reconocer
rápidamente al maltratador, abusador, violador.
Saber cómo se expresa la violencia
física, moral, psicológica, social, económica, cultural sobre la mujer.
Violencia que va teniendo siglos de historia.
Yo creo que deberían ser materias
obligatorias, desde el jardín de infantes. La violencia hacia la mujer
y los niños es una realidad concreta que no se resuelve, persiste en todo el
mundo y las mujeres mueren de pasividad, de negación, de debilidad porque la
fuerza muscular no ha sido desarrollada, de ignorancia porque no reconocen la
violencia como violencia y porque no saben defenderse.
¿Qué pasaría si desde el jardín de
infantes se hablara de la violencia como algo con lo que en la realidad
convivimos todo el tiempo, y sobre todo, que tenemos que aprender a reconocer,
identificar, señalar, nombrar, tramitar y resolver?
Cuando pienso en niños y niñas,
adolescentes y jóvenes, estoy pensando en hacer prevención.
Cambiar de lugar a los más vulnerables:
mujeres y niños primero!! Sacarlos de toda ignorancia, educarlos para aprender
a re conocer al maltratador, abusador, saber sus tácticas y estrategias,
conocer sus trampas habituales, generar conciencia.
Fortalecer físicamente a las mujeres para
que estén atentas, preparadas, para que tomen conciencia de la realidad, salgan
de la ignorancia en todas sus formas, y sepan que cuentan con ellas mismas.
Este aprendizaje inevitablemente va a
llevar a una conciencia más amplia y profunda de la violencia, un cambio social
importante y la posibilidad de salirse de ese lugar en el que se nos puede
matar con tanta facilidad.
Cómo se aprende la violencia e incorpora
en la familia, en la escuela, en la iglesia, en la televisión, en la calle, al
punto de generar tal grado de ceguera emocional, como para lograr
“no-reconocerla” como tal, como lo
que es.
Observo jóvenes mujeres que fueron
maltratadas, golpeadas, que están haciendo Fight-do,
yudo, aero-boxing u otras técnicas, un incremento en su fuerza física, en su autoestima, recuperan la confianza en
sí mismas y pueden entregarse con más confianza y libertad a otras parejas,
volver a amar y comprometerse con más libertad porque se saben custodiadas por
ellas mismas. Saben que eso no va a volver a pasarles porque ellas ya no son
las mismas. Se pueden defender, ya no son niñas ni adolescentes desprotegidas,
esto las cambia de lugar en la vida.
Lo que estoy proponiendo y sé que se está
empezando a hacer en algunas partes del mundo, es establecer como materia
obligatoria en todos los ciclos educativos:
Violencia y defensa personal.
Esto va a permitir re-conocer
inmediatamente al golpeador, violador, abusador, sádico, maltratador más
rápidamente. La identificación del agresor, es re- conocimiento obligatorio y
saber cómo debemos actuar.
Denunciarlo es importante, pero no salva
las vidas de las mujeres.
La violencia no es amor, es violencia,
destrucción, depredación y es mejor saber defenderse que dejarse golpear y
matar. La víctima propiciatoria, el chivo expiatorio existen porque no tienen
defensa. Y no se trata de que las mujeres se queden esperando que las vengan a
defender. Las mujeres tenemos que ser protagónicas, contemporáneas a nosotras
mismas.
Y abandonar la ilusión de que la
violencia del agresor es la fuerza que queremos o creemos que nos va a proteger
en otro momento.
Saber que la violencia, el daño puede
venir aún de aquellas personas que más necesitamos y amamos de niños, como
nuestros padres, madres, hermanos, abuelos, sacerdotes, maestros, vecinos…
Prevención implica intervenir antes.
Vacunarse. Protegerse anticipadamente. Estar alertas y mejor preparadas, tener
instrumentos, alternativas, opciones. Saber que estamos protegidas por nosotras
mismas no es lo mismo que esperar a que el maltratador tome conciencia de su
enfermedad y cambie.
El maltratador podrá cambiar o no, pero
las que sí o sí deben cambiar son las mujeres.
Que las mujeres sepamos defendernos
adecuadamente, es cambiar de lugar en el tablero, en el mundo y en la vida.
Disminuir (al máximo) esa vulnerabilidad que nos convierte en “semi-víctimas,
semi-cómplices” como diría Sartre.
En Catalunya, España, en seis meses
mataron a 26 mujeres sus parejas varones, las quemaron, las tiraron por el
balcón, las mataron a golpes y patadas. Mujeres que además de estar ahí con el
agresor, no sabían reaccionar y defenderse. No estaban preparadas.
Mujeres ciegas y a ciegas que no saben
reconocer el riesgo de muerte que corren.
El agresor va a existir siempre y va a
necesitar siempre alguien en quién descargar su impotencia, su crueldad, su
enfermedad. Las que tenemos que cambiar de lugar somos nosotras.
Nosotras las de entonces, ya no seremos
las mismas.
Liliana Mizrahi.