Abusadores
y abusados
Hace poco tiempo una paciente de 56 años me contaba emocionada que recién ahora, en el análisis, se daba cuenta de lo mucho que había sido abusada de chica, y cómo este abuso la había marcado para el resto de su vida. “Permití abusos de todo tipo a lo largo de mi vida porque no los reconocía como tales, sentía bronca, me paralizaba, no entendía y no sabía que hacer, entonces no hacía nada y me dejaba hacer. Recién ahora empiezo a registrar la necesidad de parar al otro, poner límites, defenderme y reconocer, identificar esa conducta como abuso.” La imaginación humana no tiene límites cuando pretende destruir la buena imagen que el otro/a tiene de sí mismo/a.
La paciente (sobreadaptada a las situaciones de abuso) se recuerda a sí misma como “anestesiada” ante la humillación y la denigración que era moneda cotidiana en su familia. Luego, vivió abusos en sus trabajos, con sus jefes y compañeros, abusos en sus relaciones con los varones, abuso de la gente que trabajaba para ella (sus mucamas), abusos de su marido, sus hijos y de su familia en general, amigos y vecinos abusadores, etc... Una vida organizada alrededor del abuso como un intento inconsciente de comprenderlo y modificarlo. Ella misma convocaba (inconscientemente) el abuso, lo malentendía y hasta podía justificarlo. El abuso se había convertido en algo frecuente y natural, pero no sabía porqué, ella desconocía el mensaje que intentaba darse a sí misma hasta que pudo analizarlo y hacer conciente lo inconsciente.
“Ahora comprendo que así aprendí la vida, lo que me doy cuenta es que es enfermo, patológico, siempre creí que era normal y hasta lógico. He vivido abusos de los médicos que me atendieron, de las mucamas que trabajaron en casa, del portero y sus faltas de respeto reiteradas. Recién ahora veo que yo todavía respondo con sumisión y obediencia, todavía tengo miedo, creo que eso es lo que se espera de mí y lo que se esperó siempre en mi familia. También tomo conciencia de cómo genero las condiciones e induzco el abuso moral. Me lastimaron tanto, que de sólo recordarlo me pongo triste, ¿cómo puede ser que no me haya dado cuenta antes? ¿cómo puede ser que haya aguantado tanto?”
El abuso moral, emocional, sexual y otros, son formas del dominio, el control y el ensañamiento que pueden conducir al asesinato psíquico. El abuso desestabiliza emocional, intelectual y psíquicamente. Esa desestabilización fatiga, estresa, baja las defensas, disminuye la autoestima, empobrece la capacidad de respuesta, entristece y deprime, genera compromisos orgánicos, entre otras cosas.
El abusador responde a una personalidad perversa que obtiene placer en la humillación, la amenaza, el sometimiento y la obediencia del otro, el abusado/a o víctima. Goza induciendo el miedo. Se trata de una manipulación maligna difícil de identificar y reconocer, porque es muy sutil, parece invisible, y se presenta como un doble mensaje que paraliza y confunde.
El abusador es un perverso que pone en marcha
procesos subterráneos e inconscientes de destrucción psicológica. Es un
agresor, violador, que se insufla y engrandece a costa de poseer al otro,
avergonzarlo, humillarlo públicamente, rebajarlo con diferentes técnicas
tratando de dominarlo y neutralizarlo como persona.
Estas personalidades desviadas tienen rasgos psicopáticos y les resulta, casi
imposible cuestionarse a sí mismos, no tiene introspección ni autocrítica, no
sienten culpa ni responsabilidad y en ningún momento se ponen en tela de
juicio. Su propia existencia depende de si logran desestructurar o desmontar al
otro/a, por el/la cual no sienten ni respeto ni compasión. En realidad, la
relación con el otro no les interesa, no hay amor, lo que hay es necesidad del
otro.
“También ahora soy capaz de ser crítica con mi familia de origen, debo serlo, y me doy cuenta que mis padres, ambos, eran perversos y sobre todo conmigo, se divertían con mis miedos y los aumentaban amenazándome con peligros que no existían. Yo por un lado los odiaba por el sufrimiento y el miedo que provocaban en mí y por otro lado, ellos me fascinaban, me seducían y ahí estaba yo atrás de ellos para obtener su ternura, su cariño, su atención. En mi casa reinaba la ley del más fuerte y yo era la menor de todas mis hermanas, que a su vez aprendían de mis padres las conductas de crueldad que tanto los divertían: “¡Es un chiste, una broma, no tenés sentido del humor!” Eso me decían.”
La invasión del terreno psicológico del otro es una intrusión enloquecedora que se convierte en una conducta de depredación. En el abusador observamos una fría incapacidad real de considerar a los otros como seres humanos, no hay compasión ante la indefensión de la víctima. La perversión la encontramos en los grupos familiares, en los maestros o profesores, en los sistemas educativos, religiosos o legales, en los discursos políticos, en la doble moral de los ultra religiosos, en las supuestas verdades consagradas, en las mentiras reiteradas, en la falta de respeto de los varones hacia las mujeres (y viceversa).
Conviene estar atentas a reconocer las conductas de abuso porque son actos de peligrosidad, en tanto perdemos los puntos de referencia que nos permiten reconocernos e identificarnos. Perdemos referencias acerca de nosotros/as mismas a través de la destrucción moral, narcisistíca y de la realidad concreta, y nos pueden conducir a la enfermedad mental, al suicidio o al crimen. La pérdida de mecanismos de defensa protectores generan una gran vulnerabilidad en las personas expuestas al abuso psicológico.
“En resumen, todo el sistema familiar estaba organizado a través de no permitir pensar en lo que vivíamos, estábamos todos sumergidos en las dudas, la confusión y la incertidumbre, todas mis hermanas eran víctimas también pero hasta hoy no se dieron cuenta, la duda y la culpabilidad impiden que pensemos.”
La perversión, los abusos, son arreglos defensivos de un sujeto muy enfermo que se defiende de su propia psicosis, y/o de la depresión, generando terror autoritariamente.
Nota: los testimonios fueron escritos y autorizados por una paciente, para esta newsletter. Desde ya mi agradecimiento por su generosidad y franqueza.
(*)Es psicóloga clínica especializada en Psicoterapias de adultos y adolescentes en encuadres individuales y grupales; diseño de terapias vinculares, de pareja y familia; y coordinación de talleres vivenciales y de reflexión.
Febrero 2007
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