Columna
Mujeres patitas feas, mujeres cisnes.
Por Liliana Mizrahi (*)
Los
testimonios son de una paciente a quien agradezco su
generosidad, fueron dictados por ella y escritos por mí.
“La vida me falló desde temprano. Mi madre sufrió un
fuerte depresión después de mi nacimiento, y desde el comienzo
me sentí un estorbo en su vida, una carga. Ella me miraba como
preguntando quién era yo y cómo había hecho para meterme en
su vida.
Además de sentirme culpable, cosa que aprendí muy rápido, me
indujo a creer que era oscura, fea y mala. Logró
(imperceptiblemente) que me viviera a mí misma ajena y extraña.
Este sentimiento perdura dolorosamente. En realidad, recién
ahora, por mi análisis, comprendo que esos sentimientos eran
propios de ella, le correspondían a ella que era inmigrante y
ajena a este país. Ella proyectó eso en mí masivamente, lo
que ella no podía elaborar emocional ni intelectualmente en sí
misma lo recibí yo, una niña disponible, lo recibí y lo creí
mío, hasta hace poco. ¡Mi Dios!”
El Patito Feo es uno de los cuentos psicológicos, (como
Pulgarcito), que anima a los niños a resistir con esperanza
hasta encontrar aquellos seres que nos reconocen, nos legitiman
y nos corresponden afectivamente, aunque genéticamente no
seamos de la misma familia.
El cuento del Patito Feo contiene una verdad humana
fundamental, habla del desvalimiento, metaforizado en la extrañeza
dentro de la propia familia, el rechazo y el exilio con que nos
podemos encontrar (como sorpresa de la vida).
La conciencia del desvalimiento y de nuestra orfandad es clave
para la evolución humana
“El Patito Feo era mi cuento preferido de chica, me ponía
muy triste. Él se esfuerza en seguir adelante pase lo que pase,
como yo. También aprendí a hacerme querer y adoptar por otras
familias, con las que descubrí otra vida mejor y aprendí
muchas cosas nuevas.”
La naturaleza humana instintivamente, se agarra con fuerza a
la vida, a veces torpemente o con delicadeza y estilo, se agarra
como puede, pero siempre con perseverancia. Cuando un niño/a o
un adulto/a, se sabe rodeado por el reconocimiento y la aceptación
de aquellos con los que vive, naturalmente se acepta y aprende a
sentir la vida con fuerza.
“Mi madre y mi hermano tampoco me gustaban y,
secretamente, les deseaba la muerte o bien, me prometía
matarlos con un escobillón, cuando fuera grande. No sé porqué
un escobillón. Ellos armaban una pareja que siempre me excluía,
yo llegaba a desayunar y ellos se iban. Siempre había secretos
o bien cosas que yo no entendía ni me querían explicar cuando
preguntaba. Hace poco tiempo comprendí, (mi psicóloga me
explicó bien clarito), el fuerte vínculo edípico de mi madre
con mi hermano, la triangulación con mi padre y mi exclusión.
Creo que la exclusión, que fue tan dolorosa, me salvó de un vínculo
más loco aún.”
Buscar, encontrar, descubrir la propia familia psíquica
otorga un sentimiento de pertenencia. Provee de la confianza básica
que necesitamos para aprender a vivir y a convivir. No es lo
mismo confiar en el mundo, en la vida y en los seres que nos
rodean que no confiar y vivir sintiéndose amenazado. No se vive
igual.
Cuando alguien es considerado inaceptable por ser diferente
(como el Patito Feo) y se le induce a creer que es feo, o malo o
culpable, se aprende a vivir con serios malentendidos con la
vida como totalidad, y consigo mismo. En este caso, el tema es
el amor y el arraigo en la vida.
“Yo me moría de pena de chica y además me quería
morir en serio para ver si mi mamá lloraba, me sentía muy sola
y aislada y me moría de odio cuando era chica, al sentirme tan
rechazada y lastimada físicamente por mi madre. Y después me
sobrevenía la culpa, la necesidad de castigo, la cara de trompa
por la frustración y mi madre no me soportaba y empezaba el
maltrato de nuevo; pellizcos, empujones, tirones de pelo, golpes
en la cabeza, bifes. Me sentía mala y mis padres y hermanos lo
ratificaban. Todo un sistema al servicio del malentendido. Puedo
decir que he tenido una infancia realmente infeliz.”
Las niñas que son rechazadas por sus madres en las etapas
iniciales de su vida, (como el Patito Feo) tienen un
considerable sufrimiento, además de la confusión e incomprensión
acerca de porqué sucede eso. Por supuesto, ellas se
sobreadaptan, se adecúan a lo inadecuado. Soportan, aguantan,
buscan mundos alternativos. Aprenden a ser buenas y obedientes,
no hacen ruido ni se hacen notar, en la medida en que pueden. Y
pocas muy pocas se rebelan.
En la realidad son pequeñas cautivas, que fabulan y sueñan con
poder irse algún día. Huir. Sin embargo y a pesar de estar muy
domesticadas, las madres son persecutorias con ellas, las acusan
y reprochan por portarse mal, ser caprichosas y tontas. Otra
vez, son pantallas apropiadas de la masiva proyección que se
hace sobre ellas.
Muchas veces se trata de niñas inteligentes, muy curiosas,
perceptivas y no saben porqué merecen los castigos y el rechazo
que reciben. El rechazo es por eso mismo, porque son
inteligentes, perceptivas y curiosas. “Los niños nos
miran”. El vínculo madre-hija, puede ser un cielo o un
infierno.
Las niñas patitos feos, son depositarias de proyecciones
masivas de todo aquello que la madre no ha podido comprender, ni
elaborar de su propia infancia, de su relación con su propia
madre, de su historia infantil/adolescente y juvenil, de la
relación con su propio cuerpo, con su sexualidad, de la relación
con los varones, prejuicios y mandatos...Las hijas devienen
herederas obligadas e ingenuas de contenidos problemáticos que
quizás nunca comprenderán.
El dolor de no pertenecer
“Mi madre vivió una migración temprana y complicada,
mi abuela le enseñó que debía pedir comida entre la gente de
más dinero que viajaba en el mismo buque que ella hacia la
Argentina. Era una niña bonita y llamativa, eso le facilitaba
las cosas y ella cuenta que le daban manzanas, pan, masas. No sé
cuanto de esto habrá quedado en ella y cuanto se depositó en mí.
Yo siempre me sentí una mendiga, recibiendo los restos que
dejaban los otros y no tenía porqué, sin embargo fue así.”
He tratado en el consultorio y afuera también. Conozco a
esta clase de niñas, que con el tiempo, muchas (no todas) se
convierten en mujeres cisnes, que navegan en una vida creativa
constante, y ese es su alimento diario. Sin embargo y a pesar
del desarrollo de su creatividad, no dejan de sentir ese dolor
primero de no pertenecer y no tener referencias claras.
Y no es sólo ese dolor primero, sino también la oscuridad,
el bloqueo que significa no comprender. Es bueno darnos cuenta
que nuestra historia no comienza con nosotras, sino varias
generaciones antes, somos las herederas y la continuidad de
nuestras madres, abuelas y bisabuelas. Todo lo que ellas no han
resuelto, pasa a ser nuestra herencia.
Winnicott dice que “Lo que una generación no resuelve,
pasa a la generación siguiente.”
El psiquismo ha recibido una herida básica muy temprana. Esta
vivencia dolorosa y reiterada del sentimiento de extrañeza y de
no encajar, también les otorga una gran libertad para crear y
desarrollarse, porque la calidad de los vínculos es diferente y
son más libres de independizarse.
“En realidad, yo era una preciosa nena, sin embargo, mi
madre se esforzó en hacerme creer que era fea (como el Patito),
y yo le creí, no podía no hacerlo porque era mi madre y no me
iba a mentir ni a engañar. Entonces, supuse que yo debía ser
muy buena y complaciente para compensar la fealdad y así quizás
me quisieran.
Hoy miro retrospectivamente toda esa historia y lamento tanto
tiempo perdido, tanto conflicto en vano, tanta confusión y
malentendidos ¿qué buscaba ella? ¿preservar su narcisismo?¿ser
la más bella del reino, como en Blancanieves? Posiblemente.”
Las niñas patitas feas comienzan la vida creyendo que el
rechazo y la exclusión que padecen son legítimos y las cosas
que le dicen son ciertas. No pueden reconocer ni la crueldad, ni
la envidia, ni la ignorancia ni los prejuicios de sus padres o
familiares. Y más aún les cuesta comprender la enfermedad de
ellos y sí creen en la propia.
“Es probable que ya se notara en mí que era
inteligente y aguda en mis observaciones, además de buena
alumna y disciplinada. En las fotos me veo con una mirada
aguda”
Las niñas aprenden a vivir con esas imágenes negativas de sí
mismas, y creen que realmente ellas son esas que les dicen que
son: feas, malas y sucias, y penosamente lo seguirán creyendo
de grandes, con la consabida disminución de su autoestima.
Son niñas tempranamente rechazadas y expulsadas del corazón
familiar y aprenden a establecer un vínculo ambivalente con la
vida. Esto es quizás lo verdaderamente peligroso. En la
realidad cargan, sin saberlo, con el instinto tanático (NR:
perteneciente o relativo a lamuerte) de sus madres y padres y
peligrosamente pueden llegar a actuarlo en accidentes y/o en
suicidios.
Muchas de las pacientes mujeres, con intentos suicidas, de
distinta gravedad, padecieron un vínculo ambivalente con sus
madres y éstas con ellas. No entienden bien qué vinieron a
hacer en la vida, dónde ponerse ni qué hacer con ellas mismas.
También es cierto, que una vez en terapia pueden poner en orden
su vida, sus deseos, adueñarse de su fuerza y crecer con basta
agilidad.
No generar sobresaltos
Una de las expectativas universales que cae sobre las niñas,
y luego sobre las mujeres, es que no deben generar sobresaltos
de ninguna índole. Se espera que sean sumisas, silenciosas,
obedientes, a imagen y semejanza de sus madres, padres o del
deseo del marido. Mujeres angelicales y perfectas, que no
pregunten ni cuestionen, que no causen problemas y que den
continuidad a los criterios convencionales y a los valores de
sus padres.
Esas mujeres ideales (para las convenciones y dogmas) nunca
serán ellas mismas, ellas son a imagen y semejanza de lo que
saben que se espera de ellas. Han desplazado su yo y en ese
lugar ha colocado el deseo que perciben en el otro. No serán
ellas mismas, ni aún en la dolorosa renuncia a su propio yo, o
en la renuncia a sus deseos, o a su propia voz, para que ésta
no se eleve y denuncie.
Esta renuncia tiene un precio muy caro, es dolorosa y
frustrante. Además, en algún momento, todo lo que ha sido
reprimido irrumpe y desordena la realidad. Retorna lo reprimido
en la forma de tristeza, compromiso orgánico, actuaciones
peligrosas, accidentes o depresión.
Resistir
Se espera que la niña no vea lo que empieza a ver de la
realidad, (hay un cuento donde un niño es el único que ve que
el rey está desnudo y lo dice). Y si la niña/o ve la realidad,
que no la nombre, que no sienta la rabia y la impotencia que
inevitablemente está obligada a sentir, que no señale ni
nombre lo que comienza a balbucear. Se espera, que la niña/o no
sea lo que pretende ser. Las mujeres tenemos un mandato de no
ser, de no pensar y menos aún de ser críticas.
La niña busca mundos alternativos en los que refugiarse para
encontrar el alimento que la ayude a resistir, y la paz que no
encuentra en su casa, ni con su madre.
“Yo aprendí, pidiendo permiso a mi mamá, a ir a la
casa de los vecinos, en cuanto sentía el olor de la comida que
estaban haciendo y, con diferentes mentiras, intentaba que me
dieran algo para comer. Sentía mucho hambre de lo que había en
otras casas, la comida de mi mamá no me gustaba. Mi fantasía
era que alguien quisiera adoptarme y vivir en otra familia más
cariñosa conmigo.”
El tema de las mujeres que han sido tempranamente excluidas y
desterradas es interior, subjetivo, propio de su mundo interno y
constitutivo de su subjetividad y singular anecdótico. Y también
es exterior social, propio del género y de la cultura.
Lo personal es político.
Estas niñas de las que estamos hablando, son pequeñas
mujeres sobreadaptadas, resisten y se desarrollan con una fuerza
capaz de sostenerlas, ayudarse a sí mismas y ayudar a otros.
Aprenden tempranamente a adecuarse a lo inadecuado, resisten,
soportan, aguantan y finalmente sobreviven. Son resilientes. Con
el tiempo pueden llegar a ser seres que influencian en el
desarrollo de la cultura y ayuden a sus pares.
Sin embargo la madre que han interiorizado, como también la
mirada del padre y la pareja que han aprendido a través de sus
propios padres son imágenes que pueden continuar hostigándolas,
acusando o criticándola envidiosamente.
Para ser un cisne, una debe aprender a re-hacerse a
la propia imagen y semejanza. Estas mujeres deben aprender a
neutralizar a esa madre que les hace creer que son Patitas feas.
Y también aprender a asumir y hacerse cargo que son: ¡cisnes!
“Yo encontré en los libros el refugio que necesitaba,
leía todo lo que caía en mis manos. Como no me daban dinero
para comprar libros, iba a las bibliotecas. Leía todo lo que
podía porque encontraba en la lectura la paz y la felicidad que
no tenía en mi casa y eso mi madre lo aceptaba bien porque así
estaba quieta mucho tiempo, en silencio, no hacía gastos y no
la molestaba. Leer y escribir fueron mundos alternativos que
descubrí a tiempo y me salvaron la vida. “Hoy por hoy, si
miro mi historia, pienso que podría haber sido una puta, una
loca descarriada o una loca en el Moyano, sin embargo no, pude
encaminar mi vida y soy feliz, pero debo reconocer que es mi mérito,
lo hice yo, me lo supe conseguir”.
(*) Es psicóloga clínica especializada en Psicoterapias
de adultos y adolescentes en encuadres individuales y grupales;
diseño de terapias vinculares, de pareja y familia; y
coordinación de talleres vivenciales y de reflexión.