Tendencia
Decálogo para
conocer
algo más a los varones
Por Liliana Mizrahi (*)
“Necesito saber más acerca de los hombres, entenderlos más, ¿de qué se tratan estos seres que a veces me parecen atractivos e inteligentes, y otras veces son insoportables? Quiero estudiarlos un poco, creo que eso me va a tranquilizar con ellos, para no matarlos”.
Simone de Beauvoir... despedida a Sartre.
Para aproximarnos, apenas, al tema de la masculinidad, podríamos hablar de algunos imperativos que definen, hasta ahora, qué es ser varón. Son creencias o mandatos cuyo ejercicio activo legítima (supuestamente) ser “todo un hombre”:
1-No tener nada de mujer
El desprecio y la evitación de lo
femenino, nos indica cómo la propia descalificación del varón hacia sí mismo
se proyecta sobre la mujer y lo referido a ella, sobre todo en el plano
emocional. Lo femenino está “tradicionalmente” identificado por la
suavidad, la ternura, la sensibilidad, la paciencia, lo maternal, el cuidado de
los otros, la pasividad... Son supuestos tradicionales que van de la mano de la
sumisión, la obediencia, la secundariedad y el silencio.
En la misoginia, en el machismo o en el paternalismo, en el desprecio a lo
femenino, el varón pone de manifiesto su propia auto denigración. Esto ha sido
aprendido en su infancia, en su casa, con las primeras figuras padre y madre. Es
un código que se instala temprano, en la vida. Son valores legitimados por una
cultura patriarcal y aún hoy, perduran.
A medida que crecen, muchos varones tratan de no tener nada en común con la
mujer. Nada que ver con ellas, ningún contacto sensible, intimidad o compromiso
con lo femenino y de esta manera creen que autoafirman su masculinidad.
Testimonio
* “Mi marido creció en una familia armenia, con un padre autoritario y muy ignorante y una madre sumisa con gran idealización de lo masculino y desjerarquización de lo femenino. Fueron solamente hijos varones. Y todos aprendieron un gran desdén por las mujeres, son burlones y denigradores. Ahora, nosotros tenemos 3 hijas a las que debo defender de la desconsideración del padre, del abuelo y la abuela paternas. Lo siento verdaderamente como una enfermedad. La ignorancia, la represión de la sensibilidad, la miseria afectiva. En los ojos, en la mirada se les ve el desprecio. Es una cultura de dominio de lo femenino”
* “Aún hoy, algunos varones, como uno de mis yernos que se resiste a participar de la gestación de un hijo, no estuvo presente en el parto, no fue sensible al dolor de su mujer ante un aborto espontáneo, y cuando fue el caso de infertilidad depositó la problemática en ella y luego se descubrió que era él”.
* “Algunos varones, no soportan el desarrollo intelectual de sus mujeres, lo sienten como una herida narcisistica, tampoco se bancan ni su capacidad de ganar dinero, ahorrarlo y hacerse un respaldo económico”.
Las mujeres, (no siempre), pero de algún modo, contribuimos con esta patología cultural, legitimando estas conductas. Es frecuente que les otorguen a los varones autoridad y dominio sobre ellas. Mujeres, que (por otro lado) no se cansan de creerse culpables.
2-Autosuficiencia con restricción emocional.
Una de estas patologías es muy
frecuente: la hipermasculinidad compensatoria. Se trata del tradicional varón
que necesita conquistar y poseer a todas o casi todas las mujeres que va
conociendo. El clásico Don Juan, el play-boy, el mujeriego. Sus relaciones
sexuales son compulsivas y tienen un carácter de triunfo sobre la mujer que se
convierte en su presa. Además, este sexo compulsivo, le sirve para
vanagloriarse frente a sus amigos como “un macho irresistible”. También es
una manera de reafirmar su fuerza, su potencia sexual y su juventud.
En la autosuficiencia, el varón cree que debe convertirse en alguien que no
necesita ayuda, cree que puede arreglarse solo y bastarse a sí mismo. De esta
manera encubre su dependencia, su humana necesidad del otro y de su ayuda. Esta
dependencia o necesidad del otro se homologa a lo femenino, a la debilidad y
dependencia que se atribuye a la mujer. Muchos creen que se pueden autoabastecer
y temen quedar encerrados en la necesidad de afecto y contención de una mujer.
En la realidad, el tema es la restricción
emocional, la dificultad de conectarse con sus emociones, reconocerlas y poder
vivirlas con naturalidad. Las compulsiones son frecuentes en los varones (el
sexo, el trabajo, algún deporte, el dinero). Estas compulsiones pueden ir
acompañadas de juegos perversos que produzcan sufrimiento en la mujer, lo cual
los estimula narcisísticamente.
Son conductas compensatorias. Tienen miedo a perder potencia, perder seducción,
fuerza o encanto sexual, o también, se protegen del terror a una homosexualidad
larvada y no reconocida como tal.
Testimonio
* “Mi padre que es un adicto al trabajo y al sexo, cree que es un seductor nato ,en realidad, es un viejo libidinoso además de un bipolar psiquiátricamente, desde hace muchos años tiene episodios sexuales multiplicados que han hecho sufrir mucho a mi madre. Los actúa con impunidad y luego cae en terribles depresiones. Le cuesta admitir que no es más un pibe y que es casi un anciano.”
* “Mi marido siempre fue un Don
Juan, yo lo supe desde el comienzo y sigue así, no puede ni quiere controlarse,
en el fondo esconde una gran inseguridad, cada mujer nueva que conquista es un tónico
para su autoestima. Ya no me afecta.”
3- Sobre valoración del cuerpo-máquina
Los varones necesitan ocuparse gimnástica
o deportivamente de su cuerpo, de modo de desarrollarlo muscularmente para
sentirse más atractivos, más fuertes y con mayor capacidad de rendimiento. Les
gusta lucir su musculatura y tener un “lomo” bien trabajado, para eso se
matan haciendo fierros, corriendo, transpirando. Aman correr riesgos.
El cuerpo-máquina, es la definición de un cuerpo robotizado y exteriorizado.
Es también el cuerpo-instrumento de los adictos al trabajo, que se someten a
una imparable carrera de esfuerzo laboral sin recreos. Estos adictos, también
son compulsivos y esconden así su dificultad para descansar y disfrutar de lo
que tienen.
En general, el contacto corporal es fóbico, tocan y se van. Apenas hay un roce o un toque, no admiten mayor compromiso con la otra persona.
En las patologías de la perplejidad,
los varones manifiestan su dificultad para entregarse y comprometerse. Se
sienten confundidos y no quieren quedar atrapados en compromisos de los que no
se sienten seguros, quieren seguir buscando otras mujeres, otras situaciones que
suponen serán mejores.
En realidad, no saben bien lo qué sienten. Están bloqueados afectivamente, su
sensibilidad está disminuida y les cuesta reconocer lo que sienten. Muchas
veces no saben de qué se trata lo que están sintiendo, no pueden identificar
sus afectos.
Les cuesta la introspección, no es un ejercicio que frecuenten, están más
dirigidos hacia fuera. En ese sentido, yo diría que son más lógicos, más
superficiales en tanto exteriores y racionales. No es frecuente que se detengan
a profundizar en lo que sienten ni en el significado de aquello qué les pasa.
4 -Ser importante
Los varones necesitan sentirse
importantes. Esto lo logran de muchas maneras: a través del lugar social dado
por un apellido de prestigio, o por una fortuna, por un título profesional que
merece reconocimiento, por ocupar un lugar en el sistema de poder, por el dinero
que los coloca en un lugar de poder y privilegio, por un cargo político dentro
de la comunidad que hace que sean reconocidos y respetados, por poseer y exhibir
objetos de valor que le dan status, como autos, objetos, propiedades, o por
alguna otra acción...
Los varones necesitan saberse o creerse importantes y lo más importante es el
dinero acompañado del reconocimiento social. Por eso, estar al lado de una
mujer importante, no es lo que más les gusta, a la mayoría, salvo que vivan a
esa mujer como algo que indirectamente también les da importancia y prestigio.
5- Ser un hombre duro
Muchos varones creen que afirman su
masculinidad a través de la fuerza, el dominio y el control sobre los otros.
Temen ser blandos, vulnerables y dependientes. Pueden tener un trato rudo, poco
sutil y de dominio, sobre todo de la mujer. Esta rudeza o dureza, es también un
signo paradojal de inseguridad, debilidad o sensibilidad no asumida.
¡Qué malentendidos tenemos los seres humanos con nosotros mismos! Atravesados
por una cultura que enfatiza el poder y el control, los varones renuncian a los
afectos y a las emociones por temor a feminizarse.
En los adolescentes varones, se observa con qué facilidad inducen y entran en
la pelea, se desafían entre ellos, buscan el riesgo y la heroicidad. Ensayan
una identidad de varón a través de la brusquedad, la rudeza, una cierta
negatividad y autosuficiencia.
Testimonio
“Tengo 3 hermanos varones, soy la
única mujer y la menor, nunca olvidaré el contacto a lo bruto con ellos.
Golpes o caídas, empujones o burlas, me la pasaba gritando ¡Bruto bruto! Y
además aguantarse las risas descalificadoras cuando hacía algo con
torpeza…Sin embargo, nadie les ponía límites ni los castigaban por
lastimarme. Eran así y eso en mi casa estaba bien.”
6-Ser capaz de mandar a todos al demonio
Los varones tienen más permiso para sentir y expresar la bronca, la rabia o el odio. Tienen más permiso que las mujeres. Explotan, gritan, insultan, como forma de expresar la bronca. Tienen otra relación con esas emociones, las expresan públicamente sin pudor y sin culpa.
Testimonio
“A mí siempre me sorprende cómo
los varones cuando se hinchan con algo o alguien, mandan a la m... sin ningún
empacho y su reacción es aceptada como algo natural. Si una de nosotras lo
hiciera sería una muestra de no feminidad, casi un escándalo.”
Nuestra subjetividad, en varones y
mujeres, se teje con los materiales culturales que recibimos a través del
proceso de socialización. Existe una dinámica entre lo que cada uno de
nosotros recibe y lo que después construye. Se trata de lo que cada uno es
capaz de hacer con lo que le hicieron.
Desde que nacemos se nos atribuye un género determinado y desde ese momento
pasamos a integrar un universo simbólico. Nuestra subjetividad, la de todos, no
queda librada al azar sino que se constituye según ese universo simbólico cuyo
código recibimos desde nuestro origen y seguimos incorporando con el tiempo.
En el caso de la masculinidad, los varones reclaman para sí la autoridad social
y procuran mantener un lugar de liderazgo.
Los varones legitiman los valores sociales y culturales del patriarcado que
prestigian la supremacía dominante del varón sobre la mujer a la que intentan
subordinar.
Ser varón (para muchos) se trata de poseer, tomar, penetrar, dominar,
afirmarse, usando la fuerza si es necesario. Masculinidad se equipara a poder.
P. D.: Si usted tiene varones cerca, su padre, su marido, un jefe, un cliente, hijos, amigos, maridos de sus amigas,...Obsérvelos con una mirada humana e interesada y obsérvelos según alguno de los parámetros de este trabajo, que para nada agota el tema masculinidad. Si lo hace, hágalo con humor. Siempre es bueno saber acerca del otro.
(*)Es psicóloga clínica especializada en Psicoterapias de adultos y adolescentes en encuadres individuales y grupales; diseño de terapias vinculares, de pareja y familia; y coordinación de talleres vivenciales y de reflexión.
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