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Aborto

por Liliana Mizrahi
Jueves 4 de mayo de 1995

 

ABORTAR: del latín abortare, derivado de abori: perecer y éste de oriri, levantarse, nacer.

Parir un feto muerto. Malograrse. Fracasar. Interrumpir. Producir alguna cosa deforme, fea y repugnante. (Dic. del Uso del Español de María Moliner.)

ABORTAR; Interrumpir la hembra de forma natural o provocada el desarrollo del feto durante el embarazo. Producir o echar de sí alguna cosa imperfecta, monstruosa o abominable. Acabar. Desaparecer. (Dic. de la Lengua Española de la Real Academia Española).

 

Los políticos agravan o banalizan, exasperan o apuran los problemas sociales de complejidad ética. En la Argentina donde carecemos de verdaderos estadistas y somos administrados por políticos de una ética frágil y tardía, apremiados por el marketing  electoral y cuyo discurso está por el suelo en tanto credibilidad, se toma el problema aborto como tema de campaña electoral, se pervierte el interés social y ético del tema y se pretende  legislar sobre el cuerpo de las mujeres. 

En Argentina se penaliza el feticidio y se despenaliza  el genocidio. Esta sociedad que ha generado verdaderos abortos que llegaron a desarrollarse como adultos monstruosos y abominables, en tanto secuestradores  torturadores y asesinos, excluye y reprime, en definitiva expropia la libertad de elección de la mujer en cuanto a su propio cuerpo. Hoy las políticas económicas abortivas  multiplican los infanticidios a diario, a nivel alimentación, salud, educación, resguardo techo, familia. Políticas abortivas que abandonan a nuestros ancianos, los inducen al suicidio la impotencia o la desesperación. Políticas educativas que manifiestan el desprecio por las generaciones futuras interrumpen, malogran o hacen fracasar el desarrollo vital de nuestros niños y jóvenes. Un sistema que no se ocupa de la educación sexual o de planes y métodos anticonceptivos, o bien de la prevención de embarazos en adolescentes o del sida. Una sociedad que demuestra a diario el desprecio por la vida en general, el rechazo del otro, pero desarrolla desde el poder político un discurso en defensa del embrión, reclama una y otra vez la pena de muerte, indulta a los genocidas, y pretende legislar sobre nada más ni nada menos que el cuerpo de las mujeres. ¿Por qué el aborto será peor que las muertes que produjo el genocidio o las políticas económicas que a más largo plazo matan igual? El poder político y religioso no concibe a la mujer como sujeto en tanto autonomía, conciencia y responsabilidad. Se trata de políticas que mantienen la supremacía y el control masculino intactos, en nombre de una vida que ellos son los principales en destruir y abortar. 

Karen Horney observa que: “Para el hombre confesar el terror a la mujer es mucho peor que admitir el terror a otro hombre”. Entonces se barre al sujeto mujer y no se concibe otra cosa que no sean determinaciones por decreto, leyes o estructuras morales góticas. El problema no es la defensa de la vida sino la necesidad masculina de controlar el poder reproductor de la mujer que desde hace siglos ha constituido un espacio de grandes contradicciones. Políticas opresoras que en nombre de la vida conducen a la extrema inhumanidad. 

Quienes entre los argentinos estamos dispuestos a  un debate abierto, profundo y honesto sobre las políticas abortivas sociales, militares, económicas? Si el tema es el aborto en tanto feticidio, creo que las mujeres debemos tener el derecho de decidir que hacer con nuestros cuerpos y con nuestras maternidades. Se trata de asumir una conciencia de responsabilidad sobre nuestras maternidades, a solas, en pareja  con nuestros sacerdotes o nuestros ginecólogos, con nuestra familia o nuestros amigos, oscilando entre la buena y la mala conciencia, pero responsables, maduras, sin culpa y sin miedo. Si el argumento es: “En  defensa de la vida”, entonces hablemos primero de los que ya nacieron, de la indiferencia glacial por el otro, del desprecio por el que es diferente, de la falta de solidaridad, del individualismo, de la autorización para manipular a los otros. La defensa de la vida puede convertirse en devoradora cuando procede a la eliminación de todos los que la obstaculizan. Hablemos de los asesinatos directos, indirectos, inducidos y legitimados que se cometen a diario. Así como no se puede matar, no se puede mentir. La mayoría de nuestros políticos, nuestros sacerdotes y nuestros periodistas son hipócritas y pueden sostener su doble discurso, su doble moral porque nuestro pensamiento crítico, nuestras voces y nuestra participación política se ha debilitado. 

Nos ha debilitado el terror de la represión militar, la injusticia, el vacío moral, la apatía y la impotencia ante la corrupción de nuestros dirigentes y porque muchas veces intentaron abortarnos como comunidad y como país. Por qué se pretende entonces que recaiga sobre las mujeres todo el peso del respeto y el cuidado de la vida? La misoginia es una tensión aberrante. Si queremos aprender a ser libres y responsables nadie puede decirnos lo que debemos pensar. El núcleo del problema de la responsabilidad moral de cada uno es aprender a ver y saber pensar el propio pensamiento. Desde siglos existe un intenso temor ante la perspectiva de que las mujeres tengamos la última palabra acerca de la capacidad reproductora de nuestros cuerpos.

La mayoría de la mujeres que vamos a votar ya somos adultas, muchas son independientes y autónomas. En la autonomía, auto-nomos, uno mismo se da sus leyes. La autonomía es un actuar reflexivo y crítico que crea un movimiento sin fin, a la vez individual y social. Nuestros políticos, nuestros sacerdotes, nuestros dirigentes no quieren mujeres autónomas que puedan poner en crisis el dominio y el control masculino sobre nuestra capacidad reproductora y sobre la institución maternidad como institución política. La institución de la maternidad es invisible, intocable, sagrada y mistificada. No hablo de abolir la maternidad, sino de propiciar la creación y el sostén de la vida en el terreno de la libre decisión, la responsabilidad, la lucha pero como tarea libremente elegida.

Ninguna mujer elegiría abortar, si fuera capaz de controlar del todo su fertilidad. Sabemos que no hay anticonceptivos totalmente seguros. Tampoco la ciencia se ha ocupado en desarrollar anticonceptivos masculinos seguros que nos preserven de maternidades no deseadas. Tampoco a las mujeres se nos ocurre que los varones se vasectomicen y  se legisle sobre el cuerpo masculino que embaraza. Ningún hombre ha vivido en su cuerpo el dolor, el miedo, la tristeza, la culpa, en definitiva la violencia que implica la experiencia de abortar. El cuerpo de las mujeres no es una materialidad muda, no designa un objeto, ni una máquina reproductora sino que nombra una identidad profunda en su verdad natural. Abortar es una experiencia sórdida, la violencia se ejerce sobre el cuerpo y sobre la conciencia de la mujer. ¿Acaso alguna mujer se embaraza espontáneamente porque en realidad lo que desea es abortar? ¿Porqué las mujeres debemos someternos a embarazos que en realidad son accidentes no buscados ni deseados? Quedar embarazada de un hijo que no se buscó ni se desea es una experiencia  muy dura. Si a esto, que no es poco dramático y que muchas veces termina siendo trágico, se le agrega la amenaza, la persecución, la clandestinidad que inevitablemente implica la penalización legal: la culpa, el miedo, la impotencia pueden llegar a ser muy destructivos para las mujeres. No hay ninguna política, ética, sistema de pensamiento o de opinión que no se transforme en opresiva mientras las mujeres no tengan el poder absoluto sobre el uso de sus cuerpos. De lo contrario se nos expropia de un derecho que tenemos y que es un derecho humano.

La libertad de decisión de las mujeres no está sólo amenazada por una legislación autoritaria sino también, de un modo oculto pero fuerte, por la banalización  de los conflictos esenciales y la creciente incapacidad de cuestionarnos acerca de la vida y de la muerte. La democracia es el régimen de la autorreflexión política, social e individual. La lucha por la democracia es la lucha por un verdadero autogobierno en todos los órdenes.

Entonces: ¿porqué el aborto es peor que la pérdida de vidas humanas en guerras, genocidios, holocaustos o bien en políticas económicas que a más largo plazo matan igual ?

 

 

 


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