Pagina 12 Vivir es aprender a morir

por Liliana Mizrahi

Jueves 31 de Julio de 1997.

La muerte es siempre un asalto.
No hay escapatoria.

Freud dice:
"Si quieres la vida, prepárate para la muerte".
Desde la elaboración de la conciencia de muerte cambian las perspectivas, las prioridades y los valores desde donde vivimos


Aprender a morir parece difícil de comprender y alcanzar en una cultura confabulada para negar el dolor, la enfermedad, la vejez y la muerte. "La propia muerte es inimaginable -dice Freud-, en el inconsciente estamos convencidos de nuestra inmortalidad". Además, el desarrollo desmesurado de la tecnología agrega poco a la conciencia de vulnerabilidad y finititud; pero sí contribuye a nuestro narcisismo y omnipotencia. La cultura tecnológica cultiva y nutre una ilusión de dominio y control sobre la realidad, ilusión que nos mantiene infantiles, ingenuos e ignorantes. Creemos que no nos va a pasar nada. 0 bien, si pasa, lo vamos a poder superar y si pasa "algo", les pasa a los otros. Sin embargo, ese otro", de cuya muerte hablamos o asistimos refleja inexorablemente nuestra propia muerte.

Creo que pensar, hablar, reflexionar sobre la muerte es reflexionar sobre la vida. Cuanto más profunda y auténtica es mi conciencia de finitud, más amplia es mi conciencia de transitoriedad y vulnerabilidad. Me refiero a mi propia vulnerabilidad, transitoriedad y la de dos los que me rodean. Esta conciencia (si es auténtica) modifica mi escala de valores porque inevitablemente cambian las prioridades. Se dramatizan las cuestiones banales por las que uno a diario sufre y pelea. Cambia nuestra cosmovisión. Se transforma nuestro manejo y administración del tiempo. Se modifica nuestra relación con el placer, las gratificaciones que brindamos a nosotros mismos y a otros. Se elaboran y se modifican automatismos agresivos que aparecen en ciertas respuestas o bien reacciones. Cambia nuestro lugar en el mundo. Cambia nuestra relacion con la vida y con la totalidad de lo creado.

Pensar la vida

Nuestro conocimiento de la vida es insuficiente, imperfecto e inadecuado. Nuestro conocimiento de la condición humana es superficial y está cargado de dogmas, convencionalismos y falsedades. Ambos conocimientos necesitan, se nutren y enriquecen.

En el conocimiento de nosotros mismos. Vivimos muy preocupados y ocupados por lo exterior. La exterioridad nos induce y estimula. La velocidad, la agitación, el aturdimiento, la confusión, la inmediatez, el zapping, lo descartable, la alteración profunda de valores, el pseudocambio, la frivolidad, la improvisación, la ausencia de compromisos profundos, la insignificancia. En síntesis, hay más cosas al servicio de formar seres ignorantes de la esencia de la vida y de la presencia permanente de la muerte.

Se contribuye así a que prevalezca un sentido disperso y superficial de los valores existenciales. Esta realidad mistificada influye directamente en los vínculos amorosos, laborales, en el crecimiento del individuo como sujeto, en su evolución espiritual.

Crisis de pasaje

La vida se define por la muerte. Los ciclos de vida son ciclos de muerte. Los ciclos de vida y de muerte son ciclos de compromiso, solidaridad, creación, curación, reparación, entrega, crecimiento, ruptura, separación, pérdidas, conflicto, crisis, duelos, enfermedad, muerte. Para comenzar y recomenzar: solidaridad, creación... Los ciclos evolutivos: gestación, nacimiento, dentición, marcha, escolaridad, latencia, pubertad, adolescencia, final de ciclos de estudio, sexualidad, noviazgos, convivencia, matrimonio, hijos, menopausia, abuelidad, etc. Los cambios de trabajo, de país, de pareja, de casa, de oficio entrañan "crisis de pasaje". Las crisis de pasaje son momentos, coyunturas vitales de transición y cambio. Esto es: se pasa de un estado a otro. En estas crisis evolutivas la identidad atraviesa una profunda desestructuración que es la que luego va a permitir el cambio que acompaña el pasaje. Se trata de un proceso en el que se deviene otro. Se deja de ser ella que se era hasta ese momento para comenzar a ser otro la que todavía no se es. Este pasaje implica reconocernos como naturaleza proceso, como proyecto y como tarea. Las crisis de pasaje no son sencillas, son dolorosas y difíciles. Entrañan pérdidas, y por lo tanto duelos. Los ciclos de vida son ciclos de nacimiento, crecimiento, creación, reparación, deterioro, decadencia, muerte. Pero no nos educan para leer estas crisis de pasaje como parte de una larga preparación para la vida y para la muerte. La elaboración profunda de estas crisis de pasaje es la preparación para una madurez plena, profunda y auténtica. Ser adultos no es sinónimo de ser maduro. Ser maduro es "aprender a construir nuestra vida como un espacio compasivo, donde crecer, vivir, morir son ciclos evolutivos que enriquecen nuestra capacidad de amar". (S. Levine).

Aprendemos poco

Este es uno de los dramas de nuestro tiempo, aprendemos poco de lo que vivimos, estamos tan ocupados en aprender a manejar, manipular y controlar aparatos, personas, vínculos o situaciones que finalmente nos enajenamos. La enajenación no es ingenua: nos sirve para evitar una realidad que nos disgusta y sin darnos cuenta contribuimos a construir una filosofía de vida patética, trivial y sórdida, porque excluye el dolor, la enfermedad, la muerte. Y nos quedamos sin damos cuenta de que somos vivificados una y otra vez por lo desconocido, en este caso: el misterio de la vida y la muerte.

No logramos construir un mundo más sensible, humano y solidario. Creamos un mundo competitivo, de avidez primitiva, celos, rivalidades, envidias primarias y destrucción canibalística del propio cuerpo y del ajeno. Nos inducen la violencia, la destrucción y la autodestrucción. El hiperrealismo de esta época nos excita, nos confunde e induce a perder la misteriosa realidad de nuestra propia existencia.

Rehenes de las apariencias

Somos rehenes de una cultura que exalta y adora lo exterior. Crece y se desarrolla una industria de cosméticos, maquillajes, postizos, prótesis. Nos sometemos a cirugías severas, vaciamos, achicamos, rellenamos, estiramos nuestro cuerpo. Experimentamos dietas, productos dietéticos, gimnasias, tinturas. Nos sometemos a todas las modas posibles. Se abusa del juego de las apariencias. Se intenta disimular el cuerpo en tanto "tiempo". El cuerpo es naturaleza y en tanto tiempo es proceso. Sin embargo, no podemos parar de reciclarnos en una estética deshumanizada, distante y fría. La desesperación ante la pérdida de la juventud y belleza provoca una fijación infantil en la ilusión de eterna juventud y de modernidad.

Lo esencial, que es detenernos en el significado profundo del paso del tiempo, se nos va de las manos porque no podemos enfrentar la realidad si no es la desesperación, la depresión o en una profunda decepción con la vida y con nosotros mismos. Somos naturaleza. Somos una metáfora de la condición humana. Somos historia. Y por todo eso'(que no es poco) somos Tarea.

Queremos, exigimos, que la vida sea como nosotros queremos y pretendemos que sea, como la soñamos, como la imaginamos, como la idealizamos. Creemos que nos autoafirmamos en la insatisfacción y la queja cuando las cosas no son como nosotros exigimos que sean. Así es como no aprendemos, no crecemos, no maduramos, no evolucionamos y contribuirnos a un sentido trivial de la vida. La vida no es lo que nosotros queremos que sea, la vida es lo que es. Y es lo que nos es dado cada día. En la aceptación y el aprendizaje de lo que nos es dado (nos guste o no), está nuestra evolución y ésa es nuestra contribución para mejorar (un poco) la especie humana. Se trata de aprender a recibir lo que la vida nos da. Y también, aprender a recibir lo que la vida no nos da, y sacar de esta experiencia de vivir el mayor provecho posible. La vida es extraordinariamente misteriosa e incierta. Como no estamos preparados ni educados, los fogonazos de lucidez que tenemos acerca de la condición humana y de la naturaleza profunda de nosotros mismos son fugaces y escasos.

Convivimos con la incertidumbre, sabemos de la transitoriedad de todo lo dado, sin embargo asumir nuestra vulnerabilidad como seres humanos resulta muy doloroso y difícil de metabolizar.


Puede enviar correo a: lmizrahi@pachami.com

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