Aseveraciones lógico-políticas
Por José
Pablo Feinmann
1.
Néstor Kirchner no era Perón. 1.1. Perón dejó como sucesores a una Presidenta
inepta y a un criminal paranoico. 1.2. Néstor Kirchner compartió su vida y
deslizó la presidencia en manos de un valioso cuadro político, de una mujer
fogueada y hecha en la gran política. De una mujer de excepcional inteligencia.
Se me perdonará esto: pero estudié la carrera de Filosofía y ahí recibí mi
título. Dediqué mi vida a la filosofía y a la literatura. Sé cuándo alguien
sabe pensar. Ningún presidente de la historia argentina pensó con el rigor y la
inteligencia de Cristina Fernández.
2.
Perón, al regresar, dedicó sus mayores afanes a perseguir y aniquilar a los
jóvenes del peronismo, armados o no. Evidentemente el padre Mugica,
asesinado por Rodolfo Almirón de la Triple A, organización construida a la
vista (aprobatoria) de Perón, no era un hombre armado ni clandestino. (Menos
aún lo mataron los Montoneros, como dicen algunos pérfidos que buscan aliviar
las culpas de la Triple A. ¡Valiente tarea, qué cercanos se sentirán a ella!)
Tampoco lo era Enrique Grynberg, que manejaba un Ateneo en Saavedra. A Kirchner la muerte lo sorprende en
pleno diálogo con la juventud. En plena construcción de una de las cosas que
hoy más necesita el justicialismo: la construcción de la militancia territorial.
2.1. Cuando murió Perón, el establishment se asustó,
y mucho. Porque el tercer Perón era un guerrero del establishment
que, para beneficio y alegría de ese sector con el que tan bien negoció, le
estaba haciendo la tarea sucia. 2.2. Con Néstor Kirchner, buena parte del establishment y las clases altas y las clases medias altas
festejan jubilosos. Hubo censistas que ya hoy llegaron a casas que estaban con
las puertas abiertas y festejando. En muchos hogares, hoy, ya hoy, con el
cadáver del ex presidente aún tibio, se festejó con champagne. 2.3. Seguramente
también en muchas editoriales. Se podrían dar nombres, pero no es el momento y
–además– todos los conocen.
3.
El vicepresidente de Perón era su esposa, sumisa, a él y al monje umbandista Daniel, asesinos ambos. La sucesora y compañera
de vida de Kirchner es Cristina Fernández. Su vicepresidente es un traidor y
ayer le añadió a la traición la mentira, que son hermanas de sangre, que van
juntas porque traicionar es mentir y gravemente. Tuvo ayer el exasperado caradurismo de decir que había muerto un gran presidente.
¿Por qué le clavaste un cuchillo en la espalda al proyecto de un gran
presidente, Cobos? ¿También esa crueldad, esa torpeza, esa traición al país le
hiciste? 3.1. Cristina Fernández es de esos seres humanos que se agrandan ante
la adversidad. La verán llorar. ¿Cómo no va a llorar al compañero de una vida?
Y como una mujer. O como cualquiera. Cualquier ser sensible lloraría en una
circunstancia semejante. Yo, ni lo duden. Lágrimas lacerantes. Pero Cristina es
notoriamente fuerte. La desdicha le dará poder. La desdicha la hará todavía más
dura en la lucha. No festejen tanto, señores. Acaso ni sospechen lo que tendrán
que enfrentar de aquí en más. Por otra parte, si Cristina (se decía
insistentemente) carecía de carisma, conseguía adhesiones por su inteligencia
pero no por su ternura o por su feminidad o lo que sea. (No creo en esto, pero
aceptémoslo.) Ahora, el pueblo verá en ella a la mujer que se quedó sin su
hombre. A la mujer sola. A la que sola se las tiene que arreglar. A la que hay
que seguir, querer y respaldar para que el país conserve su rumbo. “No se nos
puede quebrar”, dirán muchos. “Pobre, qué mala suerte. Perder a un marido tan
joven. Tan necesario para ella. Un marido al que tanto quería.” Lloverán las
flores y las adhesiones emocionales. Pero hay que transformarlas en militancia.
3.2. Hoy, más que nunca, la militancia juvenil tiene un papel esencial. Al que
aparezca con alguna teoría que recuerde a la lucha armada y al foco
insurreccional de los ’70 échenlo a patadas. Esas posiciones llevaron a la
muerte a una generación entera de militantes a lo largo y a lo ancho de América
latina. La lucha militante (la única) es de superficie, de cara al sol, como
quería morir José Martí y también como quería vivir y vivió (era porque sabía
la belleza de vivir de cara al sol que así quería morir). De cara al sol
significa: nada de clandestinidad, nada de armas, se triunfa cuando se
transforma el número en fuerza, pero no en fuerza armada. En fuerza militante,
territorial, cuando se habla con la gente, cuando hay un proyecto para ser
comunicado, un proyecto que convenza al militante y le dé fuerzas para
convencer a los demás. Lo esencial del proyecto sigue siendo: la unidad de
América latina (el Mercosur, no el ALCA). El fortalecimiento del Estado para
que defienda a los débiles ante la voracidad de los monopolios. La diseminación
de lo mediático. Lo que significa –tanto aquí como en Estados Unidos y en
cualquier país que luche por la democracia de la información– muchas voces que
hablen, que tomen la palabra, que informen diferenciadamente si es necesario de
la uniformización de la palabra de la unicidad monopólica, que informa desde
una sola verdad, la propia. O sea, no informa. Difunde sus intereses. El Banco
Central para los intereses argentinos. Orgullo y poder y ni un atisbo de
sometimiento ante el FMI y cualquier entidad de la prepotente banca extranjera
que busque utilizar al país en la timba de sus intereses. Diálogo a fondo con
todos los que quieran dialogar. Unidad nacional en medio de la diversidad. Que
esa diversidad no se transforme en antagonismo. O, al menos, que exprese el
razonable disenso de la democracia. Basta de odios. Basta de libracos
difamatorios. Basta de tapas insultantes. Respeto de las Madres y a las Abuelas
de la Plaza de Mayo, que nadie más tenga la inmoralidad de siquiera sugerir que
una mujer como Estela de Carlotto (que recuperó para
la vida verdadera 102 nietos apropiados por el poder desaparecedor)
sea tildada desde una revista hipercomercial de hacer
lobby para ganarse el Premio Nobel. Esa es una mentira y una falta de respeto.
¿Rescataron ustedes 102 niños? ¿Qué hicieron ustedes además de querer vender
revistas a cualquier precio, aun al precio vil de injuriar a las Abuelas de
Plaza de Mayo y a Estela de Carlotto? 3.3. Cristina
Fernández no queda sola. Tiene a su alrededor cuadros de gran valía. De gran
inteligencia. Voy a dar algunos (sólo algunos nombres): Juan Manuel Abal Medina (h), Marcos Zanini
(¡vamos, negro!, ¡respalde a la Presidenta con todo lo que usted tiene y sabe:
lucidez política amasada a lo largo de años y polenta), Daniel Filmus, brillante intelectual, Aníbal Fernández, el
político jauretchiano: nadie desde Jauretche usaba el humor en la política como él lo hace (y
no me vengan con los chismes de letrina de lo que fue o lo que no fue: los
hombres, en esta Argentina dramática, importan por lo que son y por lo que hoy
están dispuestos a hacer). Y muchos más. Y todos los pibes, que cada vez son
más. Y que –contrariamente a lo que les ocurría a los jóvenes desde el ’80
hasta el 2000– hoy le encuentran un sentido a su vida
en la militancia, en la política.
4.
Todo esto y más también tiene usted, Presidenta, para gobernar este país y
llevarlo a buen puerto. No es poco. Eso, unido a su talento, a su fortaleza
duplicada por la mala mano que Dios (que, de argentino, disculpen, pero: nada)
otra vez nos ha dado, le otorgará a los que ya la apoyaban y a los que de aquí
en más verán que apoyarla es la única salida para el país y que, por otra
parte, usted lo merece, la decisión de estar a su lado, en esta hora amarga
pero también en esta impecable coyuntura en que los bravos, los que no bajan
los brazos, los que no se dejan vencer por las adversidades que el destino
siempre trae, duplicarán sus fuerzas para tratar, al menos, de estar a la
altura de las suyas.