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Las crisis económicas argentinas y el factor externo, 1870-1930.
¡Ah! Bolsa, Bolsa, ¿por qué te cruzaste en mi camino? ¿Qué mano infame te abrió a mis plantas para que me tragases con tus fauces insaciables? ¿Eres tú la misma que me prodigó millones, palacios coches, oropeles de todas clases? ¿Para qué me lo diste, si después me lo habías de quitar?[1]
Julián Martel
El estudio de las crisis económicas argentinas reviste gran interés para economistas e historiadores por el impacto que producen en los ingresos de la población y en el nivel del empleo, provocando miseria, quiebra de empresas y pérdida de fortunas. Además, muchas veces, estas crisis afectaron la estabilidad política de los gobiernos. Intentaremos en este trabajo ver cómo el factor externo, o sea el comercio exterior, los flujos de capital y los conflictos internacionales, influyeron en la economía argentina. Analizaremos las crisis que se produjeron a partir de 1870 hasta 1930, tratando de determinar si éstas se originaron por decisiones económicas del país, o si fueron producto de problemas en los mercados mundiales que luego repercutieron en la Argentina, o una combinación de ambos factores.
La llamada generación del 37, inspirada en las ideas de Domingo Faustino Sarmiento y de Juan Bautista Alberdi, pensaba que, para llevar al país por la senda del progreso, era necesaria la apertura de la economía, atraer la inmigración europea y la entrada de capitales.[2] A partir de la década de 1860, durante las presidencias de Bartolomé Mitre, Domingo Faustino Sarmiento y Nicolás Avellaneda se pusieron en práctica dichas políticas. La elite dirigente nacional estaba imbuida en las ideas positivistas de la época, que consistían en la creencia de que la civilización se encaminaba hacia un progreso indefinido a partir los nuevos desarrollos científicos y sus aplicaciones prácticas.[3] La apertura de la economía trajo prosperidad al país, pues lo puso en contacto con los adelantos científicos y técnicos europeos. Llegaron capitales deseosos de invertir en los ferrocarriles, los telégrafos, los puertos, y el dragado y balizamiento de las vías navegables. Pero esta apertura también expuso a la Nación recién unificada a los vaivenes de los ciclos económicos de la economía mundial. Tal es así que la crisis de 1857, que se produjo en Europa antes de la apertura plena al comercio, y que afectó en gran medida al Brasil, en Argentina “pasó casi inadvertida”.[4] En el gráfico Nº 1 podemos apreciar que durante el período estudiado se produjo un extraordinario crecimiento de la economía Argentina, con tasas que en algunos años superan el 10% anual. También podemos ver las caídas del Producto Bruto Interno que indican los momentos en que se produjeron las crisis económicas de los años 1876, 1890, 1914 y 1930.[5]
Luego de la batalla de Pavón, en el año 1861 la Provincia de Buenos Aires se unió con la Confederación Argentina y en 1862 el general Bartolomé Mitre fue electo presidente de la República. Se comenzó a construir entonces el Estado Nacional. Para poder realizar esta obra había que tomar recursos para la Nación que antes estaban en manos de las provincias. Esto ocasionó desconfianzas y forcejeos entre los diversos gobiernos federales. No estaba claro cuáles eran “los organismos de recaudación de rentas, de guerra y de gobierno.”[6] A fines de 1862 se transfirieron a la Nación las aduanas de Buenos Aires y Rosario y más tarde las de Entre Ríos y Corrientes. La Nación tuvo que financiar con los recursos de las aduanas el ejército y las nuevas instituciones: la Presidencia, cinco Ministerios y Corte Suprema de Justicia.[7] También en 1862 se aprobó la ley que autorizaba la construcción del Ferrocarril Central Argentino, que uniría la ciudad de Rosario con la de Córdoba. Se haría por el sistema de concesión de obra pública, cediendo a la compañía los terrenos a los costados de la línea férrea con un ancho de una legua (aproximadamente cinco kilómetros)[8]
La realidad monetaria era compleja, producto de las guerras civiles y de las desavenencias de las provincias. Las transacciones en las provincias del interior se hacían con monedas de plata acuñadas fuera del país, en especial los pesos de plata bolivianos. En Buenos Aires se usaba el peso de papel de la provincia que tenía curso forzoso.[9] Para realizar sus cuentas, el Gobierno Nacional, mediante una ley de 1963 “estableció para toda la Nación una unidad de cuenta, el peso fuerte.”[10] Dalmacio Vélez Sársfield, Ministro de Hacienda de Mitre, presentó un proyecto de reforma de la ley de aduanas que bajaba la protección a las industrias del país, protección que se consideraba como un “sistema mercantil, resabio pernicioso de errores económicos de otra época.”[11] Para solucionar el problema financiero de la Nación, que había tomado a su cargo deudas provinciales, creó el Crédito Público. En cuanto al sistema bancario, el Banco de la Provincia de Buenos Aires tenía el monopolio de la emisión de billetes. El gobierno nacional intentó nacionalizar ese banco pero tuvo un rotundo rechazo de la provincia. Se dictó la Ley de Bancos Libres para reemplazar el papel moneda de la provincia por billetes bancarios. “Los bancos emitirían billetes convertibles en metálico y garantizarían su emisión con Fondos Públicos Nacionales.”[12] En esta iniciativa, Mitre también fracasó.
En cuanto al presupuesto nacional, en el rubro gastos, los del ejército eran los más importantes, seguidos de los pagos de intereses y amortizaciones de la deuda. En 1865 Paraguay declaró la guerra a la Argentina y se constituyó la Triple Alianza integrada además por Brasil y Uruguay. Los gastos de guerra incidieron negativamente en un presupuesto que hasta el momento había sido bastante equilibrado. Para financiar ese déficit se recurrió a empréstitos internos y también a un préstamo externo, de 2,5 millones de libras, el primero que recibía el país después del crédito que Rivadavia había tomado en Londres en 1824. Los fondos comenzaron a llegar a Buenos Aires en cuotas a partir de 1866.[13] En 1867 se creó la Oficina de Cambios, que tenía por finalidad emitir billetes contra oro. Se estableció un sistema de libre convertibilidad y concluyó un período de 51 años de curso forzoso: 1826-1867. La caja fue un éxito, aumentó sus reservas y pudo mantener por un tiempo el cambio fijo.
En 1868 se realizaron los comicios para presidente resultando electo Domingo Faustino Sarmiento. Su presidencia no fue tranquila, comenzó con el fin de la guerra con el Paraguay, que se rindió en diciembre de 1868, soportó varios levantamientos de provincias del interior, de los cuales el más importante fue el de López Jordán en Entre Ríos, que fue sofocado.[14]
En 1872 el Congreso aprobó la creación del Banco Nacional, entidad mixta, formada por capitales privados y del estado y cuya administración estaría en manos de banqueros privados. Tenía la facultad de emitir moneda para todo el territorio nacional. Comenzó sus actividades en noviembre de 1873. Para suscribir los capitales del Banco Nacional, el estado retiró los depósitos que tenía en el Banco Provincia y lo mismo hicieron los inversores privados. Esta operación puso en peligro la solvencia del banco provincial a comienzos de 1874.[15]
Sarmiento encaró grandes proyectos de obras públicas y transportes. El más importante fue la prolongación del ferrocarril de Córdoba a Tucumán, contratado en forma directa por el Estado Nacional. El déficit del presupuesto durante la administración de Sarmiento remontó a cifras importantes, debidos a partidas destinadas a obras públicas y a servicios de la deuda. La financiación de los déficit se sufragaron con empréstitos internos y un nuevo crédito externo, contratado en 1870 con la Casa Murieta de Londres, por 6 millones de libras esterlinas. El crédito se destinaría a pagar la deuda con el Banco de la Provincia, construir el ferrocarril a Tucumán, el de Villanueva a Río Cuarto y las obras del puerto de Buenos Aires.[16] Los capitales comenzaron a ingresar en 1871 y 1872 produciendo un gran incremento en las importaciones, especialmente las destinadas a material ferroviario, según podemos ver en el gráfico 2 y los datos en Tabla 2.
Nicolás Avellaneda asumió la presidencia en el año 1874, luego de que el ejército nacional sofocó una revolución encabezada por Mitre, quien consideró que los comicios habían sido fraudulentos. Según Cortés Conde, “no hubo gobierno en Argentina que, enfrentado a una drástica caída de ingresos, haya asumido, con tanta decisión, la difícil determinación de reducir gastos.”[17] Los créditos externos que ingresaron en 1872 y 1873 habían producido una euforia económica: “Se vivieron breves años de bonanza, que contribuyeron a la creencia generalizada de que, como el país crecía, tenía asegurado el continuo aumento de los recursos fiscales.”[18] Las importaciones que pasaron de 45,6 millones de $ oro en 1871 a un máximo de 73,4 millones en 1873 mientras que las exportaciones subieron de 27 millones en 1871 a 47 millones en 1872 y luego se mantuvieron cerca de ese valor hasta 1876.[19] Se produjo un fuerte déficit en la balanza comercial. La crisis había comenzado. Para paliar las dificultades, en 1876 el gobierno de Avellaneda aumentó los impuestos a las importaciones, y se establecieron gravámenes al consumo de tabaco y alcohol.[20] Esto provocó una caída en las importaciones por lo que el saldo de la balanza comercial pasó a ser positivo. Ver gráfico 2.
Mientras tanto, en Gran Bretaña en el año 1873, había renunciado el Primer Ministro Gladstone por problemas en la aprobación de sus proyectos con respecto a Irlanda, y en 1874 asumió el cargo de Primer Ministro, Disraeli por el Partido Conservador. Se produjo una desaceleración de la economía Británica a partir de 1874,
que se agudizó en los años 1876 y 1877 a consecuencia de la Guerra de Crimea.[21] El Producto Bruto Británico cayó significativamente en dichos años, como podemos ver en el Gráfico 3 y tabla 3.
La creación de capital en la plaza de Londres, que había tenido sus máximos entre los años 1871 a 1873, se desaceleró para pasar a valores menores en el período 1875 a 1879. La llegada de capitales británicos a la Argentina que financiaba el déficit de balanza comercial hasta el año 1876, se interrumpió. La tasa de descuento en Londres, que había tenido su máximo en 1873, comenzó a descender. Ver Gráfico Nº 4 y Tabla 3. Cayeron las importaciones y las exportaciones argentinas como podemos ver en el gráfico Nº 2.
El gobierno debía pagar las importaciones realizadas y las amortizaciones de los créditos tomados. Debido a la situación de los mercados ingleses, no había posibilidad de recibir nuevos préstamos. Las exportaciones argentinas, luego de un aumento importante en el año 1873, parecían estancadas. En mayo de 1876 se produjo una corrida en la Oficina de Cambios que la dejó sin activos metálicos. Entonces se suspendió la convertibilidad. Los ajustes del supuesto patrón oro no funcionaron. Si bien el gobierno nacional ajustó sus gastos para equilibrar sus cuentas, el gobierno de la Provincia de Buenos Aires actuó en forma diferente: en 1873 redujo los encajes y emitió notas metálicas para compensar la absorción de la Oficina de Cambios. De esta forma la salida de reservas continuó hasta que se agotaron.[22] Se prohibió entonces la actividad del Banco Nacional y el Banco de la Provincia de Buenos Aires obtuvo el monopolio de la emisión.
Podemos apreciar que en los años previos a la crisis, un ingreso importante de capitales externos produjo un auge de la economía que se transformó en crisis cuando ese flujo de capitales se suspendió por causas de los mercados externos, la afluencia de oro se tornó en reflujo y los particulares se refugiaron en la tenencia de metálico. Esto hizo que las importaciones se restringieran y nuevamente la balanza comercial se tornara positiva, lo que inició un muevo período de expansión de la economía. Esta fue la primera crisis económica en el período de la economía abierta.
En 1880 asumió la presidencia Julio A. Roca luego de una exitosa campaña hacia el sur de la provincia de Buenos Aires que permitió incorporar nuevas tierras fértiles y dedicarlas a las tareas agropecuarias. La escasez de oro, producto de la crisis de 1876, había hecho que las importaciones disminuyeran y se produjera un saldo positivo en la balanza comercial por primera vez en muchos años durante el período 1877 a 1882 (ver gráfico Nº 2). En 1881 el Banco de la Provincia de Buenos Aires había reabierto la Caja de Conversión y recibía oro entregando billetes de papel a 25 pesos moneda corriente por cada peso fuerte. La Argentina había comenzado a recibir nuevamente préstamos externos lo que hacía que el oro afluyera a la Caja de Conversión.
Se recuperó la confianza en el país y entre 1883 y 1885 comenzaron a llegar inversiones británicas, especialmente para los ferrocarriles, que permitieran llevar la producción del interior de la Provincia de Buenos Aires y del litoral hacia los puertos con destino a la exportación. Ver gráfico Nº 5 y Tabla 2.
Sin embargo, el déficit de la balanza comercial que se produjo a partir de 1883, provocó un flujo de oro hacia el exterior. Esto hizo que el Gobierno Nacional suspendiera la conversión en enero de 1885. Con este panorama comenzó su gobierno Juárez Celman en 1886.[23] Sus planes de gobierno, caracterizados por una continuidad con el gobierno de Roca, tenían el objetivo de acelerar el crecimiento y llevarlo al interior del país.[24] La sensación de progreso acompañó el inicio de la gestión de Juárez Celman. Las importaciones de material ferroviario pasaron de 3,5 millones de $ oro en 1887 a 16 millones en 1891,[25] y extensión de las vías férreas pasó de 5964 Km en 1886 a 9254 en 1890. “El auge de la actividad económica y el fomento de los negocios estimulaba el optimismo con respecto al porvenir.”[26]
Juárez Celman intentó unificar las monedas del país. Existían una cantidad de billetes de banco emitidos por las provincias que dificultaban el comercio interior. Crear un “billete del Banco Nacional que sea de uso general y tenga el mismo valor en toda la república.”[27] Este era el propósito de la Ley de Bancos Garantidos, promovida por el ministro de Hacienda, Wenceslao Pacheco, en noviembre de 1887, expuesta en el mensaje del poder ejecutivo. La ley autorizaba a los bancos “emitir moneda garantizada por el gobierno nacional contra los fondos públicos que el mismo proveía; estos debían ser comprados al 85% de su valor nominal con oro efectivo, los cuales pagaban un interés del 4,5% en metálico. (…) El oro recibido por el Gobierno Nacional debía ser depositado a interés en el Banco Nacional para ¾luego de dos años¾ destinarse a la amortización de la deuda externa nacional.”[28] La ley entró en vigencia el 1º de enero de 1888. Al aprobarse el proyecto, los bancos provinciales existentes se acogieron a la ley y se crearon nuevos. El Banco Nacional concentró entonces las existencias de oro mientras que los Bancos Garantidos emitían moneda, pero la expansión monetaria continuó, pues el Banco Nacional subió su encaje del 7 al 15%, cifra que no fue suficiente para contener la expansión monetaria. El circulante subió de 130 millones de $p en 1887 a 245 millones al finalizar 1890.[29]
En 1887 la economía mundial, que había experimentado una desaceleración en el período 1882-85, comenzó a crecer, tanto en inversiones en la propia Gran Bretaña, como en los países de ultramar: Canadá, Australia, Estados Unidos y Argentina.[30] Los nuevos mercados ofrecían oportunidades de ganancias rápidas: Australia sus minas de oro, Sudáfrica sus diamantes y la Argentina, sus tierras fértiles recién incorporadas a la explotación agropecuaria. Las tasas de interés habían disminuido, lo que hacía que los inversores buscaran mayor rentabilidad en colocaciones en países de la periferia. Las casas bancarias reunían las condiciones para que los ahorristas británicos tuvieran confianza en su calidad de expertos en colocaciones y contaban a su favor el éxito de operaciones anteriores. La Baring Brothers de Londres había realizado varias operaciones exitosas con los Estados Unidos y había solucionado y cobrado el préstamo de 1820 tomado por Rivadavia que recién se había comenzado a pagar a partir de 1857. “La Baring y la Argentina establecieron relaciones estrechas”, y a través de esa casa, el mercado londinense siguió involucrado en las inversiones en la Argentina.[31] Se colocaron diferentes títulos y papeles argentinos. Pero sucede que generalmente los períodos de fácil acceso al crédito externo son de poca duración. El endeudamiento de los países receptores es vulnerable a las condiciones de los mercados internacionales. El período de maduración de las inversiones externas suele ser mayor que el de las expectativas de los inversores. Entonces “la situación de euforia se revierte y se transforma en pánico.” [32] Recién las exportaciones alcanzaron un nivel importante a partir del final de la década de 1890, que fue el tiempo que necesitaron las inversiones del período de Juárez Celman para madurar.[33] Ver gráfico Nº 8.
Cuando el país dejó entonces de recibir los flujos de capitales externos fue cuando se produjo la expansión desmedida de la oferta monetaria. El precio del oro, que al asumir la presidencia Juárez Celman estaba a 1,20 $papel por $ oro, comenzó a subir durante el año 1887 llegando en diciembre a $ 1,45. Comenzaron las dudas acerca de la posibilidad del país para cumplir sus compromisos. El gobierno empezó a vender el oro depositado en el Banco Nacional, en agosto de 1888, logrando por unos meses mantener la paridad alrededor de 1,50. En febrero de 1889, el gobierno comenzó a rescatar los títulos de los empréstitos de 1863 y 1876 en papel moneda. Esto empujó el pánico internacional de los tenedores de esos títulos. Gran Bretaña había pasado cuatro años de crecimiento sostenido hasta 1889 año en que se detuvo y entre 1891 y 1892 el Producto Bruto Interno comenzó a decrecer. Ver gráfico Nº 6 y Tabla 3.
También creció la tasa de descuento del Banco de Inglaterra, con un máximo en 1890 lo que provocó que los inversores ingleses retiraran sus colocaciones en papeles externos, que implicaban mayor tasa de interés pero además, mayor riesgo, pasando a colocaciones internas, más seguras. La creación de capitales en la plaza de Londres, con un máximo en 1889, decreció considerablemente a partir de ese año. Ver gráfico Nº 7 y Tabla 3.
La nueva crisis había comenzado. A fines de 1889, Juárez Celman intentó, mediante un cambio de ministros, calmar la situación. Nombró a Rufino Varela como ministro de Hacienda. Las expectativas eran desfavorables. La cosecha había sido inferior a las de años anteriores y la demanda de lana en Londres era menor. La Bolsa de Comercio parecía que era el lugar donde se generaba la especulación con el oro, entonces prohibió primero las transacciones con oro y luego terminó cerrando la Bolsa. Por último, Varela dejó sin efecto el artículo 40 de la Ley de Bancos Garantidos que obligaba a tener un encaje como garantía de la emisión entonces dispuso de 40 millones de $ oro. Sin embargo, estas medidas no fueron suficientes para calmar la plaza. Varela intentó un acuerdo con los acreedores que fracasó. Intentó imponer un impuesto del 2% sobre los depósitos bancarios. Esto produjo una reacción en su contra que lo obligó a renunciar en septiembre de 1889. Juárez Celman nombró nuevamente ministro de Hacienda a Pacheco. Cuando se abrió la Bolsa, la cotización de oro subió a 2,20 $ lo que llevó el descontento a la población. El año 1890 pareció comenzar con mejores perspectivas, la cotización del oro, que había sido de 2,50 en diciembre, descendió a 2,30 en enero y a 2,18 en febrero. Se esperaba la llegada de un importante empréstito que solucionara los problemas financieros del país. En marzo se descubrió que los rumores eran falsos y el oro llegó a 2,77. La Bolsa fue un hervidero y se “sintió la atmósfera de un estallido financiero”.[34] Esto provocó la renuncia de Marco Avellaneda a la Oficia Inspectora de Bancos Garantidos, lo que arrastró a la renuncia de todos losministros. El nuevo gabinete fue conformado por figuras de relevancia: Julio A. Roca, Roque Sáenz Peña, Nicolás Lavalle. Como ministro de Hacienda fue nombrado Julio Uriburu, que era conocido en los círculos comerciales y gozaba de prestigio. El precio del oro descendió a $ 2,38 luego de su nombramiento. El ministro se embarcó en una renegociación de la deuda con la casa Baring e inició una operación de salvataje del sistema bancario.[35] Sin embargo, el ambiente político estaba en contra del gobierno de Juárez Celman, se realizaban banquetes de marcado tenor político y reuniones partidarias. Se produjo entonces una revolución el 26 de julio de 1890, que fue reprimida y sofocada. Pero Juárez Celman quedó muy debilitado y renunció.
Asumió la presidencia el vicepresidente Carlos Pellegrini el 7 de agosto. La caída del gobierno de Celman, acusado de corrupto, y la asunción de Pellegrini, considerado honesto, dio la sensación de que la economía podría mejorar en poco tiempo. El plan económico de Pellegrini era sencillo: “ajuste fiscal y dinero fácil.” Se debía afrontar el pago de la deuda y luego hacer un ajuste fiscal sin llegar a estrangular la economía.[36]
La escasez de oro restringió notablemente las importaciones y a partir de 1891 la balanza comercial comenzó a tener saldos positivos. Ver gráfico Nº 8 y Tabla 2. También el gobierno elevó los impuestos a las importaciones obligando a pagarlos en oro o a su valor equivalente y se subieron los derechos de importación. Se aumentaron los impuestos internos a las cervezas, los alcoholes y a los fósforos. Todo esto hizo que los ingresos fiscales aumentaran a partir de enero de 1891.[37]
El ministro de Hacienda, Vicente Fidel López, anunció que el gobierno nacional asumiría las deudas provinciales y municipales a condición de que las provincias renunciaran a suscribir nuevos empréstitos. El gobierno confiaba en la renegociación de la deuda con la casa Baring, pero recibió una noticia que la casa bancaria exigía el pago de los servicios próximos a vencer y que no remitiría la remesa de $ oro 7 millones que estaban comprometidos. El gobierno, ante esta exigencia compró en plaza el oro necesario para realizar los pagos.
La crisis estalló en Londres cuando la Baring Brothers no pudo hacer frente a sus compromisos y enfrentó la posibilidad de llegar a la bancarrota cuando los inversores ingleses dejaron de comprar títulos argentinos. Fue entonces cuando intervino el Banco de Inglaterra. Con la ayuda de la casa Rothschild se formó un “Comité Argentino” con el objeto de salvar de la quiebra a la casa Baring. Victorino de la Plaza, al frente de una misión arribó a Londres para renegociar los pagos de la deuda. Finalmente se llegó a un entendimiento entre de la Plaza y Rothschild acordando que le permitía pagar los servicios de la deuda nacional de los años 1891,1892 y 1893 mediante la emisión de bonos garantizados por los derechos de importación, con un interés del 6%, asumiendo a partir del año 1894 el pago de los servicios en efectivo. Este acuerdo, si bien no cumplió con los efectos esperados, llevó cierto respiro a la administración de Carlos Pellegrini.[38]
Pero la crisis continuaba, en febrero de 1891, pequeños ahorristas, obreros y pequeños capitalistas se agolpaban en las oficinas del Banco de la Provincia de Buenos Aires a retirar sus ahorros. El 7 de abril el banco suspendió sus pagos. El Banco Nacional y el Banco de la Provincia fueron liquidados y se creó el Banco de la Nación Argentina, que abrió sus puertas en octubre de 1891.[39]
El 12 de octubre de 1892 asumió la presidencia de la república Luis Sáenz Peña. El cargo de ministro de Hacienda recayó en Juan José Romero. Se despertó una confianza en el nuevo nombramiento y el oro bajó a 2,84 en diciembre de ese año.[40] En el año 1893 vencía el plazo de gracia que había dado tranquilidad a Pellegrini y se debían reanudar los pagos al exterior. A comienzos de 1893 comenzaron las negociaciones con la Casa Baring. La propuesta argentina fue la siguiente: “se disponía el pago anual de 1.500.000 libras (unos $o 7,5 millones) entre el 1º de julio de 1893 y el 1º de julio de 1898 en concepto de intereses por la deuda contraída (suspendiéndose los compromisos de los fondos de amortización), acordando los tenedores de bonos la forma de repartir dicho monto. La Argentina asumiría a partir de julio de 1898, el pago completo de los intereses.”[41] La propuesta fue recibida con beneplácito por los acreedores pues se trataba de igual forma a todos lo acreedores y no se aumentaba el monto de la deuda. El convenio Romero se firmó en Londres el 3 de julio de 1893. Incluía una quita de capital, reducción de las tasas de interés y alargamiento de los plazos estipulados.
Sin embargo, el gobierno de Luis Sáenz Peña era débil, pues no contaba con un partido propio que lo respaldara. Eso generaba incertidumbre. En mayo de 1893 realizó una reorganización del gabinete nombrando como ministro de Hacienda a Marco Avellaneda. El nuevo ministro ratificó lo acordado por Romero acerca de la renegociación de la deuda. La cotización del oro al asumir Sáenz Peña se encontraba por debajo de los 3 pesos, en septiembre de 1893 llegaba a $ 3,50. En el discurso inaugural de las sesiones del Congreso el 1º de mayo de 1894 Luis Sáenz Peña dijo:
La República por primera vez, tiene que bastarse a sí misma. Sin crédito para cancelar deudas con deudas, depende su presente y su porvenir del desenvolvimiento de su propia riqueza.
(...) Las tarifas proteccionistas que imperan en la mayoría de las naciones comercialmente ligadas con nosotros, el malestar monetario por la desvalorización de la plata, el desequilibrio europeo entre la producción y el consumo, (...) producen una crisis que asume contornos universales;[42]
Los disturbios políticos, las rebeliones en las provincias, la oposición en el congreso hicieron que Sáenz Peña renunciara a la presidencia en enero de 1895 asumiendo la presidencia el vicepresidente, José Evaristo Uriburu. Uriburu nombró a Juan José Romero en la cartera de Hacienda. A fines de 1895 las perspectivas económicas parecieron mejorar notablemente: aumentó la producción de lana, la de trigo y hubo un leve aumento de los precios de los bienes exportables argentinos.[43] Además hubo una mejora en la economía mundial pues a partir de 1897 se descubrieron nuevos yacimientos de oro en Sudáfrica, Alaska y Colorado con lo que aumentó la producción del metal y la disponibilidad de capitales. Hacia el final del siglo XIX la Argentina parecía que comenzaba a inclinarse hacia el “lado favorable de la suerte.” Julio A. Roca asumió por segunda vez la presidencia en 1898. En 1899 Roca pudo establecer una ley de convertibilidad y nuevamente regirse por el patrón oro.[44] Recién entonces podemos decir que la Argentina había superado la crisis.
Las tres primeras décadas del siglo XX fueron momentos de gran desarrollo para la Argentina. El país se había integrado a la economía mundial luego de la estabilización política que se logró a partir de 1880. Después de las campañas al desierto se habían ampliado las fronteras agrícolas en la Provincia de Buenos Aires, los ferrocarriles y los puertos permitían que la producción de los campos pudieran abastecer a los mercados mundiales, la inmigración proporcionó mano de obra para realizar las grandes obras de infraestructura, desarrollar las campañas y establecerse en los centros poblados del litoral, capitales preferentemente ingleses llegaron para realizar las obras de los ferrocarriles y los puertos mientras que inversiones de Estados Unidos se volcaban a una incipiente industria.[45]
La ley de voto secreto y obligatorio (masculino) permitió romper con la hegemonía conservadora del Partido Autonomista Nacional llevando al Partido Radical con Hipólito Yrigoyen a la presidencia en 1916. La Primera Guerra Mundial tuvo un efecto negativo para la economía argentina. Las tasas de interés habían aumentado en Londres impidiendo al país financiar su déficit de balanza de pagos, lo que sumado a la caída de la cosecha de los años 1913-1914, provocó un descenso de producto bruto interno del 10,4% en 1914. Fue la primera caída desde 1890. Esto obligó a suspender la conversión monetaria en agosto de 1914.[46] Durante la guerra, Argentina dejó de crecer. Además, las importaciones disminuyeron notablemente mientras que las exportaciones, luego de una pequeña declinación, mantuvieron un crecimiento sostenido lo que provocó que el país acumulara un saldo comercial positivo importante. Por la guerra, la oferta de bienes importados estaba muy restringida y por ello comenzaron a prosperar las industrias locales que no debieron preocuparse por la competencia extranjera.[47] Ver gráfico Nº 9 y Tabla 4.
Una vez finalizada la guerra, la Argentina se encontró nuevamente con una sólida posición económica y comenzó una era de renovada prosperidad. Durante el período comprendido entre 1919 y 1929, la Argentina creció a un ritmo más acelerado que otros países de economías comparables, Estados Unidos, Canadá y Australia.[48] Los salarios reales se duplicaron entre 1918 y 1929, la inmigración se incrementó hasta estabilizarse en unos cien mil inmigrantes por año. También el volumen del comercio exterior aumentó significativamente durante esos años. En cuanto a las inversiones, se produjo una diferencia. En las décadas anteriores habían sido capitales ingleses los que invirtieron en obras de infraestructura, especialmente en ferrocarriles y puertos. A partir de la guerra, las inversiones de Estados Unidos suplantaron a las inglesas, pero se dedicaron a inversiones industriales: automóviles, electrodomésticos y cosméticos. Mientras que las exportaciones argentinas de productos agrícolas se encaminaban a Europa, y en especial a Inglaterra, las importaciones de bienes industriales y las inversiones de capital provenían de los Estados Unidos produciéndose un triángulo comercial desde el punto de vista argentino.[49] La importancia global de la inversión extranjera disminuyó: mientras que antes de la guerra representaba un tercio de las inversiones, durante la década de los años veinte representó sólo un quinto del total, las inversiones “de capital se tiñeron de un color crecientemente local.”[50] El abandono de la convertibilidad al comienzo de la guerra no significó una devaluación del peso de tal forma que el gobierno de Alvear declaró nuevamente la convertibilidad en 1927 integrando al país al patrón cambio-oro existente en el mundo.[51]
Dentro de esta euforia económica que signó el final de la década de los veinte, nadie previó lo que podía pasar. En octubre de 1929 se produjo un derrumbe de la Bolsa de Valores de Nueva York que llevaría a la gran depresión de los años treinta. Las acciones cayeron un 80% entre 1929 y 1933, el producto de Estados Unidos se redujo en un 30% y la desocupación en ese país pasó de un 5 al 23%.[52] Esta depresión que comenzó en Estados Unidos, pronto se transmitió al resto del mundo. La caída de demanda del comercio exterior se vio potenciada pues los países que tenían relaciones comerciales con la Argentina, especialmente los Estados Unidos y Gran Bretaña, con el objeto de preservar sus producciones ante la crisis, impusieron barreras proteccionistas.[53] La economía Argentina dependía de su comercio exterior para obtener insumos industriales que no producía y además, el presupuesto de la Nación era financiado en gran parte por los derechos al comercio exterior. El valor de las exportaciones pasó de 1000 millones de dólares en 1928 a 335 millones en 1932. Aunque los precios de las importaciones también cayeron, no lo hicieron tanto. En 1933 la Argentina podía comprar en el exterior dos tercios de lo que podía hacerlo en 1929.[54] Se produjo una salida de capitales de tal forma que el nuevo gobierno de Yrigoyen abandonó la convertibilidad en 1929[55] y tuvo que emitir dinero sin respaldo para no agravar la situación de dificultad de algunos bancos, lo que provocó una pérdida de valor del peso con respecto al dólar.[56] Finalmente, la crisis impulsó la caída del gobierno de Hipólito Yrigoyen derrocado por el golpe militar de José Félix Uriburu en septiembre de 1930.[57]
Ante la escasez de divisas, a partir de noviembre de 1931 se creó una Comisión de Control de Cambios que pasó a centralizar todas las operaciones, fijando una tasa de 12,85 pesos por libra. Las divisas se distribuían de acuerdo a una lista de prioridades: primero al gobierno nacional, a los gobiernos provinciales y municipales para el pago de sus deudas, luego la importación de materias primas y bienes de consumo indispensables, las remesas de los inmigrantes, los bienes no esenciales y finalmente las deudas comerciales atrasadas. Se aumentaron además el 10% los aranceles de importación. El gobierno de Uriburu se ocupó de cerrar el déficit fiscal. Se creó un nuevo impuesto a los ingresos que comenzó a recaudarse en 1932. Sin embargo, la caída del producto en la Argentina no fue tan grande como en otros países: en Chile fue del 30%, Estados Unidos el 28,5% Canadá el 29,6% mientras que en nuestro país fue del 13,7%.[58] La experiencia de la crisis demostró que fueron afectados en mayor medida aquellos países que mantuvieron el patrón oro: la producción industrial del año 1932 había caído en promedio un 18% en los países que mantuvieron el patrón oro y sólo el 6% en aquellos que lo abandonaron.[59] Para paliar los efectos de la crisis, los principales socios comerciales de la Argentina, Estados Unidos e Inglaterra extendieron el proteccionismo aumentado sus aranceles de importación. Entre 1931 y 1933 Inglaterra levantó un sistema de preferencias comerciales favoreciendo a sus ex colonias en el acuerdo de Ottawa, lo que representaba un enorme perjuicio para las exportaciones argentinas. Mientras tanto, en Argentina había asumido la presidencia el general Agustín P. Justo. Ante la situación creada para la exportación de carnes argentinas por el Tratado de Ottawa, se envió a Londres una misión para negociar un acuerdo con Inglaterra, encabezada por el vicepresidente Julio A. Roca (h.), que concluyó con un tratado comercial de preferencias mutuas por el cual Inglaterra se comprometía a importar productos agropecuarios de Argentina a cambio de importaciones industriales, además del desbloqueo de fondos retenidos a los productores británicos por el control de cambios y un cambio preferencial para las exportaciones inglesas. Este fue el polémico tratado Roca-Runciman, firmado en abril de 1933 por el ministro inglés de Comercio, Walter Runciman, denunciado por sectores nacionalistas diciendo que se habían ofrecido condiciones muy ventajosas a Inglaterra.[60]
Uriburu nombró como ministro de Hacienda a Federico Pinedo. Una de las primeras medidas fue la de rediseñar el control de cambios, se creó un mercado oficial de cambios y otro libre. Además se implementaron los permisos de importación. Las importaciones autorizadas podían girar sus divisas en el mercado oficial, las demás debían hacerlo por el mercado libre. Al comienzo, la libra costaba 15 pesos en el mercado oficial y 20 en el libre. Además, los permisos de importación de productos ingleses eran automáticamente aceptados mientras que los de otros países debían pasar por el mercado libre pagando un precio mayor.
Otra de las medidas
implementadas como consecuencia de la crisis fue la creación del Banco
Central. En 1933 Pinedo envió el proyecto al Congreso el que fue aprobado en
1935. Los objetivos eran un banco “que emitiera los billetes, regulara el
crédito y las reservas bancarias, mantuviera la estabilidad del peso, actuara
como agente financiero y decidiera la aprobación de empréstitos.”[61]
Las exportaciones comenzaron a aumentar en 1934 y se produjeron saldos positivos de la balanza comercial. Los capitales extranjeros volvieron a entrar al país, se revirtió el déficit en la balanza de pagos y la Argentina empezó un nuevo ciclo de crecimiento.[62] En el año 1935 recién el Producto Bruto Interno superó el valor del año 1929. Ver gráficos Nº 1 y 9.
Cuando la Argentina decidió abrir su economía a los mercados mundiales de bienes y de capitales, en la segunda mitad del siglo XIX, comenzó un período de crecimiento sostenido del país, jalonado por crisis económicas. La economía argentina estuvo a partir de entonces sometida a las fluctuaciones de la economía mundial. Cuando las tasas de interés en el mercado de Londres descendían, los inversores se volcaban a papeles de las economías emergentes que pagaban más interés, pero cuando la economía británica se aceleraba y las tasas en Londres aumentaban, los inversionistas se desprendían de los papeles de las economías emergentes buscando las inversiones europeas, más seguras. Esto fue lo que sucedió en las crisis de 1876 y 1890. Los préstamos que recibió la Argentina en los años anteriores a esas crisis se volcaron a obras de infraestructura: ferrocarriles y puertos. La llegada de estos fondos provocó euforias en las bolsas y en los mercados locales además de grandes subas en los valores de las tierras argentinas. Pero, cuando los flujos de capitales externos se revertían, se producía una salida de oro, mientras que los aumentos de las exportaciones que las nuevas tierras incorporadas a la explotación agropecuaria debían producir, se demoraban. Entonces se originaban déficit en los presupuestos nacionales que dependían del valor de los impuestos a las importaciones. El Estado Nacional no podía hacer frente a sus compromisos y había escasez de oro para pagar importaciones. Entonces estallaban las crisis. Ellas se revertían cuando, ante la falta de medios de pagos al exterior, la balanza comercial se tornaba positiva. Estas crisis, apreciadas por los operadores políticos como ineficiencia de los gobernantes, provocaron la caída de los gobiernos de Juárez Celman en 1890 y de Luis Sáenz Peña en 1895.
Ya en el siglo XX, luego de una década de sostenido crecimiento, la caída del Producto Bruto Interno durante la Primera Guerra Mundial no fue apreciada como una crisis sino como un efecto del conflicto bélico. Por último, la crisis de 1930 fue provocada por un factor externo: el desplome de los valores de la Bolsa de Nueva York. A causa de ello, los países que tenían importantes relaciones comerciales con la Argentina alzaron las barreras al comercio exterior perjudicando notablemente las exportaciones. No se conocían los mecanismos de política económica anticíclica que pudieran atemperar los perjuicios de los ciclos económicos. También, la crisis del año 1930 tuvo como consecuencia la caída del gobierno de Hipólito Yrigoyen. Fue en este caso nuevamente el factor externo el que desencadenó la crisis, el malestar social y político y finalmente la caída del gobierno.
Tabla 1:
Producto Bruto
Argentino
Año |
Millones de $ de 1960 |
Variación % |
1877 |
3285 |
|
1878 |
3149 |
-4.16% |
1879 |
3389 |
7.62% |
1880 |
3630 |
7.13% |
1881 |
3644 |
0.37% |
1882 |
4930 |
35.32% |
1883 |
5625 |
14.10% |
1884 |
6205 |
10.31% |
1885 |
6580 |
6.04% |
1886 |
6577 |
-0.04% |
1887 |
7366 |
11.99% |
1888 |
8096 |
9.91% |
1889 |
9489 |
17.21% |
1890 |
9081 |
-4.30% |
1891 |
8080 |
-11.03% |
1892 |
8794 |
8.84% |
1893 |
9231 |
4.97% |
1894 |
9940 |
7.69% |
1895 |
10006 |
0.66% |
1896 |
10841 |
8.34% |
1897 |
10136 |
-6.50% |
1898 |
10989 |
8.42% |
1899 |
11951 |
8.75% |
1900 |
11589 |
-3.03% |
1901 |
12578 |
8.53% |
1902 |
12318 |
-2.07% |
1903 |
14089 |
14.38% |
1904 |
15599 |
10.72% |
1905 |
17656 |
13.19% |
1906 |
18542 |
5.02% |
1907 |
18933 |
2.11% |
1908 |
20781 |
9.76% |
1909 |
21823 |
5.01% |
1910 |
23411 |
7.28% |
1911 |
23828 |
1.78% |
1912 |
25782 |
8.20% |
1913 |
26042 |
1.01% |
1914 |
23345 |
-10.36% |
1915 |
23468 |
0.53% |
1916 |
22792 |
-2.88% |
1917 |
20945 |
-8.10% |
1918 |
24785 |
18.33% |
1919 |
25697 |
3.68% |
1920 |
27567 |
7.28% |
1921 |
28272 |
2.56% |
1922 |
30534 |
8.00% |
1923 |
33897 |
11.01% |
1924 |
36541 |
7.80% |
1925 |
36399 |
-0.39% |
1926 |
38143 |
4.79% |
1927 |
40849 |
7.09% |
1928 |
43378 |
6.19% |
1929 |
45378 |
4.61% |
1930 |
43500 |
-4.14% |
1931 |
40481 |
-6.94% |
1932 |
39140 |
-3.31% |
1933 |
40979 |
4.70% |
1934 |
44214 |
7.89% |
1935 |
46137 |
4.35% |
1936 |
46521 |
0.83% |
1937 |
49892 |
7.25% |
Fuentes: 1877-1900, serie proporcionada por Pablo Gerchunoff, llevada a $ de 1960.
1901-1937, cuadro 1 de “El ciclo de la ilusión y el desencanto”, op. cit. p. 463-464, millones de $ de 1960.
Tabla 2
Comercio exterior argentino: 1863-1904
Año |
Import. |
Export. |
Saldo |
Ferrocarriles |
Lana
sucia |
Maíz
|
Trigo |
|
|
$ oro x 1.000 |
$ oro x 1.000 |
$ oro x 1.000 |
$ oro x 1.000 |
% |
$
oro x 1.000 |
$
oro x 1.000 |
$
oro x 1.000 |
1861 |
23,139 |
14,523 |
-
8,616 |
|
|
|
|
|
1862 |
27,370 |
19,151 |
-
8,219 |
|
|
|
|
|
1863 |
23,143 |
21,588 |
-
1,555 |
|
|
|
|
|
1864 |
30,284 |
22,367 |
-
7,917 |
|
|
|
|
|
1865 |
27,401 |
26,126 |
-
1,275 |
|
|
|
|
|
1866 |
38,792 |
26,740 |
-
12,052 |
|
|
|
|
|
1867 |
42,402 |
33,196 |
-
9,206 |
|
|
|
|
|
1868 |
41,125 |
29,710 |
-
11,415 |
|
|
|
|
|
1869 |
41,196 |
32,449 |
-
8,747 |
|
|
|
|
|
1870 |
49,125 |
30,223 |
-
18,902 |
|
|
|
|
|
1871 |
45,629 |
26,997 |
-
18,632 |
|
|
|
|
|
1872 |
61,586 |
47,268 |
-
14,318 |
|
|
|
|
|
1873 |
73,434 |
47,398 |
-
26,036 |
|
|
|
|
|
1874 |
57,827 |
44,542 |
-
13,285 |
|
|
|
|
|
1875 |
57,624 |
52,009 |
-
5,615 |
|
|
20,622 |
|
|
1876 |
36,070 |
48,090 |
12,020 |
|
|
20,352 |
137 |
1 |
1877 |
40,443 |
44,770 |
4,327 |
|
|
18,707 |
167 |
7 |
1878 |
43,769 |
37,524 |
-
6,245 |
|
|
15,215 |
290 |
105 |
1879 |
46,364 |
49,358 |
2,994 |
|
|
22,330 |
502 |
1,329 |
1880 |
45,536 |
58,381 |
12,845 |
|
|
26,582 |
288 |
47 |
1881 |
55,706 |
57,938 |
2,232 |
|
|
30,482 |
541 |
11 |
1882 |
61,246 |
60,589 |
-
657 |
2,786 |
4.60% |
29,012 |
2,141 |
67 |
1883 |
80,436 |
60,208 |
-
20,228 |
6,948 |
11.54% |
29,601 |
373 |
2,450 |
1884 |
94,056 |
68,030 |
-
26,026 |
9,062 |
13.32% |
32,006 |
2,274 |
4,340 |
1885 |
92,222 |
83,879 |
-
8,343 |
10,283 |
12.26% |
35,950 |
3,957 |
3,140 |
1886 |
95,409 |
69,835 |
-
25,574 |
4,281 |
6.13% |
31,712 |
4,653 |
1,510 |
1887 |
117,352 |
84,422 |
-
32,930 |
3,535 |
4.19% |
32,749 |
7,237 |
9,514 |
1888 |
128,412 |
100,112 |
-
28,300 |
13,624 |
13.61% |
44,859 |
5,444 |
8,249 |
1889 |
164,570 |
90,145 |
-
74,425 |
19,250 |
21.35% |
56,710 |
12,978 |
1,596 |
1890 |
142,241 |
100,819 |
-
41,422 |
34,075 |
33.80% |
35,522 |
14,146 |
9,837 |
1891 |
67,208 |
103,219 |
36,011 |
16,047 |
15.55% |
36,058 |
1,384 |
23,733 |
1892 |
91,481 |
113,370 |
21,889 |
2,953 |
2.60% |
44,326 |
8,561 |
14,696 |
1893 |
96,224 |
90,090 |
-
6,134 |
2,888 |
3.21% |
25,006 |
1,579 |
23,460 |
1894 |
92,789 |
101,688 |
8,899 |
1,460 |
1.44% |
28,949 |
1,046 |
27,118 |
1895 |
95,096 |
120,068 |
24,972 |
1,561 |
1.30% |
31,030 |
10,193 |
19,472 |
1896 |
112,163 |
116,882 |
4,719 |
1,940 |
1.66% |
33,516 |
15,994 |
12,850 |
1897 |
98,288 |
101,169 |
2,881 |
991 |
0.98% |
37,450 |
5,479 |
3,470 |
1898 |
107,429 |
133,829 |
26,400 |
1,506 |
1.13% |
45,585 |
9,274 |
22,369 |
1899 |
116,850 |
184,918 |
68,068 |
519 |
0.28% |
71,283 |
15,043 |
38,078 |
1900 |
113,485 |
154,600 |
41,115 |
1,574 |
1.02% |
27,991 |
11,934 |
48,628 |
1901 |
113,960 |
167,716 |
53,756 |
1,361 |
0.81% |
44,666 |
18,887 |
26,240 |
1902 |
103,039 |
179,487 |
76,448 |
1,465 |
0.82% |
45,810 |
22,994 |
18,584 |
1903 |
131,207 |
220,985 |
89,778 |
1,786 |
0.81% |
50,424 |
33,147 |
41,323 |
1904 |
187,506 |
264,158 |
76,652 |
3,353 |
1.27% |
48,555 |
44,391 |
66,948 |
Fuente: Estadística retrospectiva del comercio exterior argentino, Francisco Latzina, 1875-1904, Cia. Sud-Americana de Billetes de Banco, Buenos Aires, 1905.
Tabla 3
Estadísticas Británicas
Año |
Tasa
descuento % |
Creación
de capital &x1.000.000 |
Producto
bruto interno &x1.000.000 |
1860 |
4.00 |
|
559 |
1861 |
5.00 |
|
591 |
1862 |
2.25 |
|
597 |
1863 |
4.25 |
|
600 |
1864 |
7.00 |
|
629 |
1865 |
5.32 |
|
662 |
1866 |
6.41 |
|
675 |
1867 |
2.66 |
|
670 |
1868 |
2.46 |
|
673 |
1869 |
3.37 |
|
711 |
1870 |
3.28 |
92.3 |
774 |
1871 |
2.89 |
149.6 |
817 |
1872 |
4.08 |
151.6 |
813 |
1873 |
4.70 |
154.7 |
857 |
1874 |
3.56 |
114.2 |
891 |
1875 |
3.14 |
62.7 |
912 |
1876 |
2.26 |
43.2 |
909 |
1877 |
2.62 |
51.5 |
901 |
1878 |
3.59 |
59.2 |
927 |
1879 |
2.14 |
56.5 |
930 |
1880 |
2.53 |
122.2 |
932 |
1881 |
3.05 |
184.9 |
987 |
1882 |
3.55 |
145.6 |
1035 |
1883 |
3.22 |
81.2 |
1029 |
1884 |
2.57 |
109.0 |
1054 |
1885 |
2.40 |
78.0 |
1115 |
1886 |
2.33 |
101.9 |
1162 |
1887 |
2.65 |
111.2 |
1225 |
1888 |
2.53 |
160.3 |
1302 |
1889 |
2.85 |
207.0 |
1380 |
1890 |
3.88 |
142.6 |
1416 |
1891 |
2.77 |
104.6 |
1404 |
1892 |
1.76 |
81.1 |
1350 |
1893 |
2.32 |
49.1 |
1369 |
1894 |
1.18 |
91.8 |
1518 |
1895 |
0.96 |
104.7 |
1587 |
1896 |
1.56 |
152.7 |
1627 |
1897 |
1.92 |
157.3 |
1647 |
1898 |
2.62 |
150.2 |
1673 |
1899 |
3.35 |
133.2 |
1799 |
1900 |
3.70 |
165.5 |
1750 |
Fuente:
Abstract of British Historical Statistics, B. R. Mitchel, Cambridge
University Press, Londres, 1962.
Tabla 4
Comercio exterior
argentino: 1901-1937
Año |
ImportacionesU$Sx1.000.000 |
ExportacionesU$Sx1.000.000 |
SaldoU$Sx1.000.000 |
1901 |
140 |
162 |
22 |
1902 |
119 |
172 |
53 |
1903 |
159 |
212 |
53 |
1904 |
252 |
253 |
1 |
1905 |
246 |
310 |
64 |
1906 |
300 |
280 |
-20 |
1907 |
303 |
283 |
-20 |
1908 |
260 |
352 |
92 |
1909 |
289 |
381 |
92 |
1910 |
363 |
373 |
10 |
1911 |
388 |
327 |
-61 |
1912 |
429 |
482 |
53 |
1913 |
477 |
500 |
23 |
1914 |
377 |
389 |
12 |
1915 |
254 |
528 |
274 |
1916 |
351 |
488 |
137 |
1917 |
356 |
608 |
252 |
1918 |
485 |
773 |
288 |
1919 |
591 |
889 |
298 |
1920 |
752 |
1044 |
292 |
1921 |
544 |
504 |
-40 |
1922 |
616 |
570 |
-46 |
1923 |
662 |
600 |
-62 |
1924 |
663 |
720 |
57 |
1925 |
776 |
844 |
68 |
1926 |
636 |
739 |
103 |
1927 |
706 |
984 |
278 |
1928 |
807 |
1030 |
223 |
1929 |
819 |
918 |
99 |
1930 |
614 |
516 |
-98 |
1931 |
340 |
427 |
87 |
1932 |
215 |
336 |
121 |
1933 |
277 |
349 |
72 |
1934 |
361 |
526 |
165 |
1935 |
340 |
499 |
159 |
1936 |
335 |
525 |
190 |
1937 |
482 |
769 |
287 |
Fuente: “El ciclo de la ilusión y el desencanto”, op. cit. cuadro 2, p. 466-468.
Bibliografía
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[1] Julián Martel, La Bolsa, p. 183, Ediciones Estrada, Buenos Aires, 1955. La novela La Bolsa se comenzó a publicar en forma de folletín en La Nación en agosto de 1891.
[2] Tulio Halperín Donghi, “¿Para qué la inmigración?”, en El espejo de la historia: Problemas argentinos y perspectivas latinoamericanas, p. 201, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1998.
[3] Oscar Terán, Vida intelectual en el Buenos Aires fin-de-siglo (1880-1910): Derivas de la “cultura científica”, p. 13, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2000.
[4] Pablo Gerchunoff, Fernando Rocchi, y Gastón Rossi, 1890, La primera catástrofe económica argentina, borrador inédito, p.1.
[5] Datos en Tabla 1. Las cifras disponibles del Producto Bruto Interno de Argentina comienzan en 1877 por lo que de la crisis del año 1876 podemos ver solamente el proceso de recuperación 1877-1881.
[6] Roberto Cortés Conde, Dinero, deuda y crisis. Evolución fiscal y monetaria en la Argentina, 1862-1890, p. 18, Editorial Sudamericana, Instituto Torcuato Di Tella, Buenos Aires, 1989.
[7] Ibidem. p. 18-19.
[8] Oscar Oszlak, La formación del estado argentino, Orden, progreso y organización nacional, p. 144, Editorial Planeta Argentina, Buenos Aires, 1997.
[9] Roberto Cortés Conde, Dinero, deuda y crisis… op. cit., p. 19.
[10] Ibidem. p. 22-23.
[11] Ibidem. p. 27, tomado del discurso del miembro informante de la Comisión de Hacienda, diputado Zavalía.
[12] Ibidem. p. 30-31.
[13] Ibidem. p. 39.
[14] Ibidem. p. 78-79.
[15] Ibidem. p. 80-81.
[16] Ibidem. p. 88.
[17] Ibidem. p. 109.
[18] Ibidem. p. 110.
[19] Ver Tabla 2.
[20] Ibidem. p. 117.
[21] Wiston S. Churchill, Historia de Inglaterra y de los pueblos de habla inglesa, T 4, p. 240-241, Ediciones Peuser, Buenos Aires, 1959.
[22] Ibidem. p. 127.
[23] Pablo Gerchunoff, Fernando Rocchi, y Gastón Rossi, op. cit. p. 6 y7.
[24] Ibidem, p. 10.
[25] Ver tabla 2.
[26] Ibidem, p. 13.
[27] Ibidem, p. 27.
[28] Ibidem, p. 28.
[29] Ibidem, p. 30.
[30]
Ibidem, p. 14-15.
[31]
Ibidem, p. 25, tomado de: Charles Kindleberger, “International Propagation
of Financial Crises: The Experience of 1888-93”.
[32] Ibidem, p. 32.
[33] Tim Duncan, “La política fiscal durante el gobierno de Juárez Celman, 1866-1890. Una audaz estrategia financiera internacional”, p. 13 en Desarrollo Económico, Nº 89, abril-junio de 1983.
[34] Pablo Gerchunoff, Fernando Rocchi, y Gastón Rossi, op. cit.|, p. 45.
[35] Ibidem, p. 46.
[36] Ibidem, p. 51.
[37] Ibidem, p. 54.
[38] Ibidem, p. 59.
[39] Ibidem, p. 62.
[40] Ibidem, p. 67.
[41] Ibidem, p. 69.
[42] Ibidem, p. 73.
[43] Ibidem, p. 76.
[44] Ibidem, p. 78.
[45] Pablo Gerchunoff, Lucas Llach, El ciclo de la ilusión y el desencanto: Un siglo de políticas económicas argentinas, p. 61-62, Editorial Planeta Argentina, Buenos Aires, 2000.
[46] Ibidem. p. 69.
[47] Ibidem. p. 70.
[48] Ibidem. p. 79.
[49] Jorge G. Fodor y Arturo A. O´Connell, “La Argentina y la economía atlántica en la primera mitad del siglo XX”, p. 3-4, En Desarrollo Económico, Nº 49, abril-junio de 1973.
[50] Pablo Gerchunoff, Lucas Llach, El ciclo de la ilusión y el desencanto, op. cit., p. 95.
[51] Ibidem. p. 100.
[52] Ibidem. p. 111.
[53] Ibidem. p. 112.
[54] Ibidem. p. 113.
[55] Ibidem. p. 114.
[56] Ibidem. p. 115.
[57] Torcuato S. Di Tella, Historia de los partidos políticos en América Latina, siglo XX, p. 81, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 1993.
[58] Pablo Gerchunoff, Lucas Llach, El ciclo de…, op. cit. p. 119.
[59] Ibidem, p. 122.
[60] Jorge G. Fodor y Arturo A. O´Connell, “La Argentina y la economía atlántica… op. cit. p. 49-53.
[61] Pablo Gerchunoff, Lucas Llach, El ciclo de…, op. cit. p. 137.
[62] Ibidem. p. 139.