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Nación,
identidad e Independencia, en Mitre, Levene y Chiaramonte.
Pablo
A. Chami
La
inquietud que me llevó a elegir el tema de esta tesis fue estudiar la visión
de los historiadores acerca de la Independencia y la Identidad nacional. Elegí
tres historiadores cuya obra me pareció que representaba momentos diferentes
del pensamiento historiográfico argentino:
1.
Bartolomé Mitre para la segunda mitad del siglo XIX.
2.
Ricardo Levene, para la primera mitad del siglo XX.
3.
José Carlos Chiaramonte nos acerca al estado actual de la cuestión.
La investigación histórica del período de la Independencia siempre fue una cuestión importante en la historiografía argentina. Esto es así porque remite al origen de la Nación, y, por este motivo, se convierte en un elemento significativo en la conciencia de identidad nacional.
Tomaré tres párrafos de nuestros historiadores acerca de la nación, que marcan una diferencia conceptual alrededor de la cual se desarrolla toda la tesis.
Chiaramonte nos dice que es necesario evitar el “efecto deformador del supuesto de considerar lo nacional como coexistente o anterior a la independencia.”
Mitre entiende la formación de la nacionalidad como una construcción: “Tocábale todavía al pueblo argentino llevar a término otra tarea menos brillante, pero más difícil y fecunda, y era construir su nacionalidad,”
Levene cree en una nacionalidad preexistente, que el historiador tiene que revelar porque “preexistía con sus manifestaciones palpitantes y no hemos hecho sino revelarla”.
Evidentemente, son visiones contradictorias.
El orden en el que leí a los autores no es el mismo en el que redacté la tesis. Comencé con Chiaramonte, luego Mitre y por último Levene.
La lectura de las obras de Chiaramonte[1] me llevó a investigar diversos temas:
El estudio del lenguaje en la historia, los conceptos de nación y estado, el lenguaje político durante el período de la Independencia; el debate entre historiadores primordialistas y modernistas con el surgimiento de la nación moderna y el caso espacial de las naciones en América Española; finalmente la idea de identidad nacional. Haré un breve resumen de ellos:
1. El lenguaje en la historia: El concepto de nación como vocablo polisémico. En un principio era el lugar de origen, la etnia o pueblo. Durante la ilustración cambio de significado: la lengua o el lugar de origen pierden importancia frente el ciudadano igual ante la ley, cambió nuevamente con el auge de los nacionalismos en el siglo XIX, donde, para Herder y sus seguidores, las fronteras de los estados no deben cruzar las fronteras étnicas, hasta llegar al siglo XX con el significado actual de estado-nación. Todo esto sin perder las acepciones anteriores.
2. Historiadores primordialistas y modernistas. Este debate responde a las preguntas: ¿La nación es un alma que preexiste o una construcción histórica? Y ¿las naciones modernas surgieron durante la ilustración o existían desde antes?
Los Modernistas entienden
que la nación es una construcción histórica contingente. Podemos citar entre
ellos a[2]
Ernest Gellner,
Benedict Anderson, Anthony
D. Smith. Eric
Hobsbawm.
Los
primordialistas creen que la nación existía desde tiempos remotos como etnia o
nación en la acepción antigua para luego conformar el estado-nación. Alguno
de ellos son:[3]
Walker Connor,
Adrian Hastings, Liah Greenfeld.
3. La formación de las naciones en América española, a diferencia de las europeas, los rasgos que las caracterizan son muy parecidos. Sin embargo se dividieron en un número importante de naciones. La tesis de Anderson señala a las divisiones administrativas coloniales como formadoras de los núcleos de identidad que constituyeron luego las nuevas naciones.
4. Para el estudio de las identidades nacionales me basé en Carlos Barbé, para quien la identidad nacional incluye una serie de representaciones en la psiquis de los individuos: el sentido de formar parte de una comunidad que, en el caso de las identidades ligadas a los estados-nación, está asentada en un territorio, políticamente estructurada como estado independiente y cuyos integrantes comparten, en mayor o menor medida y, a menudo, en forma conflictiva, una serie de puntos de referencia históricos comunes. El contenido que cada uno asigna a ese sentimiento de “formar parte de...” puede variar de persona a persona.
Las
obras que me interesaron son las de Mitre como historiador: la Historia de
Belgrano y de la Independencia Argentina, y la Historia de San Martín y
de la emancipación Sud-Americana. Nació como una biografía de Belgrano en
1857. En las sucesivas ediciones fue actualizándose de acuerdo a nuevas
investigaciones y los aportes de sus críticos en diversas polémicas. La
tercera edición es de los años 1876-77, ya con el título definitivo de Historia
de Belgrano y de la Independencia Argentina, concluye con la muerte de
Belgrano y los sucesos de los años 1820 y 1821. La última edición definitiva
(cuatro tomos) es de 1887.
Mitre
nos revela su intención al escribir La Historia de Belgrano: “El
argumento del libro es el desarrollo gradual de la idea de la independencia
del Pueblo Argentino, desde sus orígenes a fines del siglo XVIII, hasta la
descomposición del sistema colonial en 1820.” Y más adelante, “Esparcidas
en las páginas del libro que nos ocupa se encuentran las aplicaciones de esta
teoría y el desarrollo histórico de la idea fundamental, que como un hilo
conductor nos guía a través de los acontecimientos, teniendo siempre
presente el objetivo.”
Para
entender el pensamiento de Mitre es necesario seguir este hilo conductor a lo
largo de toda su obra histórica.
El
primer capítulo de la Historia de Belgrano fue agregado en la tercera
edición con el nombre de “La sociabilidad argentina”. En él se encuentran
conceptos que hacen a la “filosofía” del pensamiento de Mitre y, como
veremos más adelante, muchos autores que escribieron acerca de su obra estiman
que en él, Mitre postulaba la “preexistencia de la nación”.
Yo encontré que las páginas
de Mitre se encuentran salpicadas de constantes referencias a la nacionalidad
argentina, pero expresadas como antecedentes de una futura nacionalidad, no como
una nacionalidad existente sino en formación. En general el sujeto de su
historia es la “revolución argentina”, no habla de “nación argentina”,
y cuando lo hace es siempre en tiempo futuro, como la nación que más tarde
surgirá. Mitre entiende además a la nacionalidad
argentina contingente, idea que pudimos encontrar en numerosos pasajes
que cité en la Tesis.
También
Mitre introduce expresamente en diversos lugares de su obra un nuevo concepto:
el de “construcción de la nacionalidad”, concepto moderno, que se inscribe
en el debate entre primordialistas y modernistas, adelantándose a los
historiadores de la segunda mitad del siglo XX, aunque sin hacer de ello un
desarrollo teórico específico. Esto contrasta con la idea de preexistencia. En
diversos pasajes usa términos para referirse a la nación o a la nacionalidad: constituía,
construir su nacionalidad, constituir en lo futuro, su organización en lo
futuro.
José Luis Romero
analiza la trayectoria política de Mitre en su ensayo: “Mitre: Un historiador
frente al destino nacional”, publicado por primera vez en el diario La Nación
en 1943.
Considera que Mitre postuló la preexistencia de la nación basándose en un discurso que pronunció durante el debate en el seno de la Convención Constituyente de la Provincia de Buenos Aires en el año 1854. Tomo algunos conceptos de ese discurso:
Hay,
señores, una nación preexistente, y esa nación es nuestra patria, la patria de los
argentinos. [...] ese pacto escrito y sellado con nuestra sangre [...] existe
y existirá [...] porque la nación argentina existe en el corazón
de todos los argentinos, y con ella el acta de su independencia que lo
simboliza.
En
primer lugar su significado: Mitre sostiene
que la nación ya existe en el año del debate, 1854, pues como vemos, la frase
está en tiempo presente, dice: nación preexistente, que existe y existirá,
no que ya existía o que preexistía. Esto quiere decir que existe antes
del momento en que pronuncia su discurso, pero no aclara a partir de qué
momento existía la nación. La respuesta hay que buscarla a lo largo ese
“hilo conductor” con el que Mitre teje su “teoría”.
En segundo lugar, que este texto es un discurso político, pronunciado en el fragor de un debate. Es necesario entonces analizar sus obras históricas.
Levene sostiene una idea similar a la de Romero que veremos más adelante.
Tulio
Halperín Donghi en su ensayo: “Mitre y
la formulación de una historia nacional para la Argentina”, publicado en
1996. Considera que en Mitre, la nación es “elevada a protagonista única
del proceso histórico”. La postulación de este sujeto subordina a todos
los que “pululaban” en la historia argentina. Mitre historia el
nacimiento y consolidación de una sociedad con rasgos peculiares, cuyo
surgimiento es paulatino, que asume sus formas federales a partir de
1820, que se transformará en nación, pero que no esta organizada. Esa tarea de
organización es la que se debe realizar a partir de 1852. No hay una Nación
preexistente en Mitre, sino una sociedad que llegará a ser Nación.
Elías
José Palti escribió en el año 2000,
“La Historia de Belgrano de Mitre y la problemática concepción de un
pasado nacional”. Entiende que al afirmarse el orden político se hacía “imperativo
dotar discursivamente al nuevo Estado” de bases firmes para concebir una “historia
nacional”. Denomina genealógica a la idea de rastrear los orígenes de la
nación y entiende que esta idea aparece en Mitre en el capítulo
“Sociabilidad argentina”. La revolución argentina, era el producto de
fuerzas históricas inevitables, postulando la “preexistencia de la nación”.
Esta concepción se convirtió en una “desventaja postrera.”
Fabio
Wasserman en su artículo: “De Funes a
Mitre”, del año 2001, nos dice que Mitre era uno de los más
fervorosos sostenedores de la preexistencia de la nacionalidad argentina.
Cita, para fundamentar este párrafo, en nota al pie,
los trabajos de José Luis Romero y de Elías Palti, ya analizados.
Entiende
que Mitre desarrolla su narración en clave nacional, y que los sujetos
de la narración son: la revolución argentina, América, Buenos
Aires, o los americanos o los porteños. O sea que tanto el
vocabulario y la trama urdida en el relato no eran acordes con las intenciones
de Mitre
Es
interesante observar, en primer lugar, que tanto, Romero, Palti, y Wasserman
sostienen que Mitre postulaba la preexistencia de una nación o nacionalidad
argentina, pero no así Halperín Donghi. Mientras que Romero basa este aserto
en los discursos políticos, Palti y Wasserman se basan en lo escrito en la Historia
de Belgrano, en el capítulo “La sociabilidad argentina”. Pero si leemos
con atención este capítulo, en ningún párrafo Mitre menciona a una Nación
Argentina preexistente. Lo que intenta rastrear es la genealogía de la idea
de la revolución argentina en el pueblo rioplatense, haciendo una esquemática
aproximación sociológica. En otras palabras: determinar cómo las ideas de
independencia, a partir de una pequeña elite ilustrada de americanos, y en
especial en el Río de la Plata, se transforma en el ideario de una nación.
Hay una evolución en el pensamiento de Levene. En 1920 publicó el Ensayo histórico sobre la Revolución de Mayo y Mariano Moreno, donde esboza su concepto de formación de la nacionalidad. Considera que ésta, si bien es un valor espiritual, se constituye sobre una base territorial. Son importantes los vínculos de los puertos con los lugares de producción y circulación de la riqueza. “Cuando estas unidades físicas (geográfica, económica o ética) se han consolidado, otras de carácter psicológico y moral integran la obra de la nacionalidad.” Durante el período colonial, los intereses de la sociedad no pasaban de los límites de cada ciudad y la comarca que las circundaba. Todo cambió con la constitución del Virreinato del Río de la Plata (1776) y la apertura del puerto de Buenos Aires al comercio exterior. La Capital se constituyó en cabeza de ese organismo, pues era la salida obligada de los frutos del país.
Levene señala a continuación el movimiento de “evolución intelectual” del virreinato, donde se filtraron las ideas de la Ilustración, en los escritos de Filangieri, Rousseau, Malby y Raynal. Entiende que:
Las fuentes ideológicas de la revolución de 1810 son predominantemente hispánicas e indianas.
En 1935 Levene publicó el libro: Síntesis sobre la Revolución de Mayo, en el que esboza algunas ideas acerca de la nacionalidad y de los propósitos del historiador:
Basándose en la conocida
definición de Renan nos dice que para que exista una nación, “hacen falta
recuerdos comunes de ayer, además de una voluntad común en el presente. Debemos
formar esta conciencia en el pueblo argentino de que hemos hecho grandes
cosas juntos y de que queremos hacer otras todavía, encadenando la Argentina de
nuestros mayores con la argentina que vivimos.”
En 1948 Levene publicó Las ideas históricas de Mitre, donde afirma que Mitre pensaba en una nación preexistente, citando el discurso de Mitre de 1854 ya analizado.
También en el prólogo al tomo VI de la historia de la Nación Argentina, publicado en 1947, escribió nuevamente acerca de la preexistencia de la nación, pero en esta oportunidad lo hizo como una idea propia, sin atribuirla a Mitre. Entiende que la historia “es el camino que conduce al descubrimiento del alma nacional con sus modalidades inconfundibles, y no un medio para crearla precisamente, como se ha dicho, pues que preexistía con sus manifestaciones palpitantes y no hemos hecho sino revelarla.” (Levene cambia el tiempo verbal)
No encontré muchos estudios actualizados acerca de la obra de Levene.
Solamente el de Diana Quattrocchi-Woisson, en su libro Los males de la memoria, escribió un capítulo dedicado a la obra histórica de Levene. En ese capítulo nos dice que durante la presidencia del general Justo (1932-1938), “la Historia se vuelve una verdadera cuestión de Estado." La amistad de Levene con el presidente le permitió encarar la Historia de la Nación Argentina, en diez volúmenes.
Los revisionistas
consideraron a esta obra una “oficialización” de la labor histórica, y
fundaron entonces una “contraacademia de historia: el Instituto de
Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas.”
Levene se coloca por encima
de las luchas políticas y del desgaste que produce el poder. Rechaza un puesto
que le ofrecieron en el Ministerio de Educación. “No cambió nada de lugar
en el paisaje tradicional” de la historia argentina. Pero una parte
importante de la sociedad “se reconocerá en el [imaginario] que
construyeron los militantes de la contrahistoria.”
Como conclusión podemos decir, en primer lugar que Levene, si bien tomó de sus antecesores, especialmente de Mitre, la idea de que la Revolución de Mayo era el acontecimiento fundacional de la idea de la Nación Argentina, destacó la herencia hispánica como inspiradora de sus protagonistas, restándole importancia a la influencia de las ideas de la Ilustración y de la Revolución Francesa.
En segundo lugar, que para él, la nación preexistía, que había un “alma nacional” y la tarea del historiador era mostrar los hechos que probaban esa preexistencia.
Las ideas de Chiaramonte están expresadas en diversos artículos y libros de su prolífera obra. De ella, tomé los libros Ciudades, provincias, Estados: Orígenes de la Nación Argentina y el más reciente Nación y Estado en Iberoamérica, donde se encuentran expuestas en forma articulada sus principales hipótesis que aparecieron previamente como ensayos publicados en revistas especializadas o son resúmenes o reescrituras de aquellos. Además de estos libros, los artículos más importantes para nuestro trabajo son: El mito de los orígenes en la historiografía latinoamericana y “Formas de identidad en el Río de la Plata luego de 1810”.
Chiaramonte señala que la
diferencia de identidades entre los americanos y los europeos no debe
confundirse con el fenómeno de la identidad nacional de mediados del siglo XIX,
que es otra cosa. Esta última es un fenómeno producido aproximadamente en 1830
“por la tendencia general a la formación de estados independientes que
buscarían legitimar su aparición concibiéndola ideológicamente como
necesaria derivación de grupos étnicamente diferenciados.”
Estima que a fines del período colonial, los habitantes del Río de la Plata compartían diversos sentimientos de pertenencia: el correspondiente a la nación española, el de español americano, y el regional, circunscripto frecuentemente al núcleo urbano, destacando el papel central de la ciudad hispanocolonial en el origen de las formas de identidad política posteriores a la Independencia.
Chiaramonte explica su visión de las Provincias Unidas del Río de la Plata durante la primera década revolucionaria:
En
la historiografía argentina se suele dar por supuesto que entre 1810 y la
llamada "anarquía del año 20" existieron una nación y un
correspondiente Estado argentino o rioplatense que justamente se habría
derrumbado en el fatídico año 1820, en un proceso de anarquía del que
emergieron los gobiernos autónomos de las provincias.
En
El mito de los orígenes en la historiografía latinoamericana se refiere
expresamente a los autores que comenzaron con el “mito” de colocar la nación
al inicio: Son Bartolomé Mitre y Vicente Fidel López.
Por
lo que vimos de las ideas históricas de Mitre, creo que esto es, al menos,
cuestionable.
Distintas críticas y comentarios se han realizado a los trabajos de Chiaramonte. Algunos coinciden con sus tesis y otros les ponen reparos.
Noemí Goldman, junto con Nora Souto, en su ensayo: “De los usos de los conceptos de “nación” y la formación del espacio político en el Río de la Plata”, estudian el uso del vocablo nación en los discursos de las dos décadas posteriores a la Revolución de Mayo. Pero, no sólo en los textos legales, como lo hizo Chiaramonte, sino en “gran variedad de textos de origen diverso: discursos, decretos, bandos, proclamas, correspondencia, etc.” Esto permitió a las autoras “descubrir polisemias y deslizamientos de sentido que revelaban una conflictiva coexistencia: la de diferentes concepciones doctrinarias y la de diversas formas de identidad política en el Río de la Plata.” El término nación puede remitir a “la totalidad de los pueblos y provincias americanas como a los del ex virreinato del Río de la Plata.” Sin embargo, hallan que con la ruptura del vínculo con España, luego de la declaración de la Independencia en 1816, si bien nación tenía una característica polisémica, a partir de allí se asocia en forma predominante a las Provincias Unidas del Río de la Plata.
Jorge Myers, en su reseña el libro Ciudades, provincias, Estados, Orígenes de la Nación Argentina, encuentra “tres deslices metodológicos”. El primero es que “resta importancia a la ambigüedad de los fenómenos históricos” especialmente al orden de lo cultural. El segundo consiste en que privilegia únicamente “la producción discursiva de un sector de la sociedad”, el de los letrados y jurisconsultos, dando por sentado que estos discursos pueden servir como evidencia válida para el resto de la sociedad. El tercero consiste “exigirle a la metodología empleada que dé respuesta a interrogantes para cuyo estudio ella no es la más apropiada.”
Pilar Gonzáles Bernaldo en su artículo: “La ‘identidad nacional’ en el Río de la Plata post-colonial...”, coincide con Chiaramonte en que hasta mediados del siglo XIX no había en el territorio del Río de la Plata ni estado ni nación “en el sentido que hoy damos a estos dos conceptos.” Pero la autora considera que “al denunciar un anacronismo, se podría estar cometiendo otro, que consiste en suponer que el modelo de nación identitaria que se da hacia fines del siglo XIX es el único que permitió la identificación con la idea de nación.” Se tiende a confundir la cuestión de las identidades colectivas con el discurso acerca de la nación.
Resumiendo: analicé en esta tesis la historiografía referida a la identidad nacional, la creación de la nación moderna y la formación de los estados-nación, tanto en la historiografía general como en la especifica para el Río de la Plata. Las definiciones de los términos referentes a la identidad y a la nación. La evolución de los Estados hacia su forma de estado-nación moderna, comenzada a fines del siglo XVIII, se completa para los países de Iberoamérica en la segunda mitad del siglo XIX.
Vimos que la identidad nacional se refiere a representaciones que se producen en la psiquis de los individuos, y que pueden no ser idénticas entre los miembros de una misma nación, sino variar de persona a persona.
En la última década del periodo colonial se percibían claramente dos formas opuestas de identidad en la población del Virreinato del Río de la Plata: la identidad de español americano, o simplemente americano, y la de español europeo. En la primera década independiente, además de la identidad americana, se hace evidente una fuerte identidad localista, referida a la patria como la ciudad de origen. En cambio, es más complejo definir las identidades que abarcaban regiones territoriales mayores que la ciudad colonial y su área de influencia.
En cuanto a la polémica en torno a la creación de las naciones, vimos que existen dos posturas: los primordialistas y los modernistas.
Uno de los factores que determinaron la formación de las naciones hispanoamericanas fueron las estructuras administrativas del régimen colonial: los virreinatos, las gobernaciones o los llamados reinos.
Mitre, en lo que denomina el “hilo conductor” de su Historia de Belgrano, nos relata cómo las ideas de la Revolución de Mayo, caracterizadas por las representaciones de la Ilustración y de la Revolución Francesa, se transmitieron por el Virreinato del Río de la Plata y más allá de sus fronteras, llevadas por las proclamas militares, los nuevos periódicos, los discursos, las arengas y los pasquines. Además, encontramos en Mitre la idea moderna de la “construcción de la nacionalidad” aunque no profundizó en su estudio teórico.
Fueron Ricardo Levene y José Luis Romero quienes postularon expresamente la preexistencia de la nacionalidad argentina durante el periodo colonial. Levene consideraba que ésta ya existía, y que la tarea del historiador simplemente consistía en develarla, que eran las influencias hispánicas las inspiradoras de la Revolución de Mayo, en oposición a la historiografía anterior, que privilegiaba las influencias extranjeras de la Ilustración y la Revolución Francesa. Pero Levene atribuye la idea de la preexistencia de la nacionalidad a Mitre. Intentamos mostrar que atribuir la idea de la preexistencia de la nacionalidad argentina a Mitre, al menos es cuestionable.
José Carlos Chiaramonte discute la visión primordialista de la nacionalidad. Entiende que no existía la identidad ni la Nación Argentina en la primera década posterior a la Independencia. Lo que existía eran las ciudades que, proclamaban su autonomía, primero frente a España y luego frente a la supremacía de la Capital del antiguo Virreinato. Estas ciudades, convertidas luego en provincias al suprimirse el régimen colonial de las intendencias, se unieron, como estados independientes, en un sistema político de confederación.
Frente a la esta tesis de Chiaramonte, estimamos pertinentes las objeciones presentadas por Jorge Myers, y los reparos de Pilar González Bernaldo. La tesis de Chiaramonte es válida cuando destaca que no existía una nación al comienzo del siglo XIX como las conformadas al final de esa centuria, pero, cuando se trata de la identidad, se está hablando de sentimientos en las psiquis de los habitantes, en nuestro caso, del extinto Virreinato del Río de la Plata.
Queda entonces sin respuesta la pregunta acerca de si existía simultáneamente un cierto sentimiento de identidad mayor que la local, sentimiento que tal vez no estuviera expuesto como el de pertenencia a una nación, que, por supuesto, no estaba conformada, sino el sentimiento de ser protagonistas del proyecto de construcción de una nueva nación.
[1] en especial sus dos últimos libros: Ciudades, provincias, Estados: Orígenes de la Nación Argentina (1800-1846) y el más reciente Nación y Estado en Iberoamérica,
[2] Ernest Gellner, Nations and Nationalism, 1984. Eric Hobsbawm, Naciones y nacionalismo desde 1780, 1990. Benedict Anderson, Comunidades Imaginadas, Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo, 1993. Anthony D. Smith, La identidad nacional, 1997.
[3]
Walker Connor, Ethnonationalism,
The Quest for Understanding, 1994. Adrian Hastings,
La construcción de las nacionalidades. Etnicidad,
religión y nacionalismo,
2000. Liah
Greenfeld,
Nationalism, Five Roads to Modernity, 2001.