Entrevista: Mi deseo de Vivir, Parte II

Índice

Fe en el hombre
Selección
Emoción
Salida del campo

 

Fe en el hombre

Liliana:

—¿Vos sos un hombre de fe?

Haim:

—No, fe en el hombre y no en las alturas, en el ser humano. Porque yo no vi la intervención del que llaman Dios, lo digo como lo pienso, porque finalmente, cuando me deportaron a mí, había en el tren 400 criaturas. Yo tenía veinte años, nosotros podríamos pecar…

—¿Pecar que quiere decir?

—Es lo que los hombres religiosos llaman pecado, y un rabino un día me dijo: "Si tú fuiste deportado es que pecaste". No quiero decirlo todo, pero no estoy de acuerdo con esa manera de ver.

—Pero vos decís que tenés fe en el ser humano, en este caso los humanos, los nazis, te llevaron a vivir una situación límite.

—Sí, porque eso significa que las condiciones hacen al ser humano. Yo veía, de vez en cuando, a un ser humano que era como una bestia, y, si las condiciones se iban mejorando se hacía Ben Adam, —humano, como decimos nosotros— es decir que finalmente las condiciones hacen al hombre. Normalmente, en un campo de concentración, con la ración que teníamos, podíamos vivir tres meses. A los tres meses había selección y los mandaban a la cámara de gas.

—Vos confías en el ser humano, el ser humano te llevó a una situación límite… ¿Te acordás de vos en esos momentos?

—Sí, la cosa está totalmente viva en mi cabeza. Cuando allá en la rampa yo salí con los bastones de los SS y con los perros. Los hombres de una parte, los viejos, las mujeres, las criaturas por otra parte. Después, pasaban los SS delante de nosotros y preguntaban: "¿Usted ha estado enfermo?" Yo dije: "No, no". Dos hombres que estaban a mi lado, que tenían cuarenta años, que tenían ya experiencia en el servicio militar, y que sabían que en él, cada uno trata de "tirarse", vamos a decir, ellos dijeron que sí, y fueron inmediatamente seleccionados para las cámaras —lo supe después—. Eso significa que no lo sabían, porque si no nunca hubieran dicho: "Sí, yo estuve enfermo".

—¿Esa selección cómo era?

—Se hacía muy rápido, pasaban uno detrás de otro, a mí me preguntaron: "Sind sie kranken wesen?", y yo respondí: "nie, nie."

-¿Esto que quiere decir?

—"¿Usted estuvo enfermo?", y les contesté: "Nunca." Con toda mi cara, con toda mi fuerza, con todo mi deseo de vivir.

 

Selección

Liliana:

—Estábamos en el tema de que vos confias en el ser humano. Sin embargo, el ser humano te llevó a una situación límite.

Haim:

—Sí, sí, dije que sin suplemento, un detenido sólo podía vivir tres meses. A los tres meses se hacía la selección, y aquí decía que yo luché contra la selección, porque me escogieron, y entonces ya sabíamos lo que pasaba, porque los que eran los elegidos, no de Dios aquí, bueno, éstos tenían que ir a otra parte del campo y les tomaban el número. Pero yo no fui hasta el escritorio este. Di la vuelta y volví a la fila que fue seleccionada. Hasta tuve que luchar con los que no fueron seleccionados, porque ellos creían que si yo volvía, iban a hacer de nuevo la selección. Eso es la lucha por la vida.

—¿Cómo es que llegabas hasta casi el final de la selección y volvías?

—No, no iba hasta allá. Porque cada barraca tenía sus hombres, muchas filas, y yo pasaba por las filas, mientras la selección se hacía por una fila en las otras no. Yo no iba hasta allá, pasaba de este modo. Pero esto me ocurrió dos o tres veces, nada más.

Me acuerdo también, de vez en cuando había una llamada general, al lugar que llamaban "La Place D´Appel". Y aquel día teníamos que mirar lo que hacían los SS con unos detenidos que habían tratado de huir; y a ellos los colgaban.

Y eso lo vi también. Teníamos que presenciarlo. Y cuando los que iban a ser colgados gritaban o cantaban, había una orquesta que hacía música para que no se entendieran las voces de los reos, de los condenados.

 

Emoción

Liliana:

—Es muy fuerte escucharte contar estas cosas, es angustiante. Imágenes inevitables de ver…

Haim:

—Pero trato de hacerlo sin emoción… Cuando es posible… De vez en cuando me sale la emoción.

(Llora y se cubre la cara con las manos)

—Por suerte.

—Pero trato de hacerlo de manera directa.

—Es buena la emoción, es noble, significa que estás vivo, y además, que lo podés transmitir.

—Es lo que quiero, es por eso que lo hago, dominando mi emoción.

—Sería muy terrible que vos pudieras contar esto sin emoción, implicaría que una parte de tu corazón está muerto.

—Endurecido, pero no lo es, pero para poder hablar como lo hago tengo que endurecerlo, pero aparentemente. No dejar…

—No, no diluirte en la emoción para poder trasmitir, para que la experiencia trascienda. No es que estas contando algo que no nos concierne.

 

Salida del campo

 

Liliana:

—Vos te acordás el día cuando saliste del campo. ¿Cómo fue tu liberación?

Haim:

—Hay que decir que cuando llegaron los rusos a Auschwitz, los SS nos tomaron y nos deportaron mas allá, pues no querían que nos quedemos en estos campos que iban a ser liberados por los rusos.

De modo que en pleno invierno, en el mes de enero de 1945, nos llevaron por la nieve caminando, caminando...

...y cada uno tenia que seguir, seguir, y si se paraba, ya sea para mear, lo que es una necesidad humana, ya estaba el SS con el revolver diciendo presto, presto, y hasta no tenias tiempo de abotonarte, y sino te dejaban en el camino.

Esto durante tres o cuatro días, hasta que después nos llevaron en trenes con vagón abierto. Había 161 personas, es decir que no había sitio para ninguna persona. Estabamos encajados piernas entre piernas. A los dos días, que digo, a las cuatro horas, ya había lucha entre nosotros. Yo conocí en este vagón verdaderamente el infierno.

 

Todos se peleaban por un pedazo de pan, y poco a poco los muertos los poníamos en una esquina del vagón, muy secos, hay que decirlo, secos, secos de hambre, y azules, sin ninguna podredura. Y en aquel momento tuve muchas mantas, colchas y pude en pleno invierno calentarme con las mantas de los muertos, y me puse por encima de los muertos para no quedar entre los combatientes allá, porque allá iba a perder la vida.

De modo que los cadáveres fueron mi suerte, mi vida, fueron mi supervivencia, y por encima de estos muertos yo hice los mejores sueños de mi vida. Sí, sueños de compensación. Esto era en enero, y ya sabia que era cerca de mi fecha de nacimiento, que es el 28 de enero, y yo me decía: "Pero Vidal, no vas a morir el día de tus 22 años". y para mí fue una especie de auto…

—Auto ayuda.

—Sí, auto ayuda. Hay que decir esas cosas, yo siempre digo que es como esta tela de Delacroix, no de Delacroix, de Géricault, "Le Radeaux de la Meduse", "La balsa del Medusa", toda hecha de troncos, donde están los sobrevivientes, Yo pensaba en esto porque conocía la tela, la pintura que está en el Louvre, con la imagen en el que uno está inclinado y es el retrato del pintor.

—La vamos a buscar a esa imagen. Esa imagen te acompañaba…

—Sí, toda mi vida.

—Mira que interesantes las paradojas, porque sobre los cadáveres vos pudiste soñar.

—Exactamente, y sobrevivir. Porque los vivos eran la muerte. Esta vez eran lobos verdaderamente.

—Pero hubo una cosa de mucha intuición.

—Sí, sí, fue una manera intuitiva de defenderse, como lo que hace un gato cuando quieres atacarlo, exactamente lo mismo.

—Todo esto tiene que ver con el comienzo de la entrevista donde vos dijiste que preferiste haber ido solo y no con tu padre a Auschwitz. Esto te fortaleció.

—Si, es por esto que nunca quiero hablar a mi hermano, que fue deportado con mi padre, y mi padre murió en el campo. Y sé que son cosas muy dolorosas y no le hablo de ellas. Mi hermano habla, pero poco de mi padre. Porque mi padre murió a su lado de tifus, mi padre conoció la liberación del campo de Dachau pero al día siguiente murió. Mi hermano también tenia el tifus de modo que no vio a mi padre morir, y un sacerdote belga le dijo después, mira que tu papa murió.

—¿Vos donde estabas en ese momento?

—Yo estaba en Alemania, en el campo de Bergen-Belsen, es decir que de Alta Silecia. Desde Auschwitz y los demás campos nos llevaron a Alemania y yo estuve en un campo grande, parecido al de Buchenwald, que se llamaba Dora, cerca de una ciudad que se llama Mauthausen, y cuando los norteamericanos llegaron nos llevaron al campo de Bergen-Belsen. Al lado del de Ana Frank, pero no el mismo.

—¿No la conociste a Ana Frank?

—No.

 

 Continua la entrevista en parte III

 


 

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