Cervantes y lo judío
Pablo A. Chami
Índice
Indicios judío-conversos dejados por Cervantes en el
Quijote
Algunas cuestiones antes de iniciar el análisis del
texto
Análisis
de la portada y el título
Prólogo
y poesías que encabezan la obra
En el año 2005 se cumplieron 400 años de la publicación de
la primera parte del Quijote. En esa oportunidad se publicaron numerosos
trabajos acerca de la obra y del autor. En algunos de ellos se señaló el
posible origen judeoconverso de Miguel de Cervantes Saavedra. A pesar de todos
estos libros y ensayos, no hay ninguno que haya analizado el texto del Quijote
desde el punto de vista de un judío expulsado de España, de un converso o de
alguien que conozca en profundidad la cultura y la historia de Sefarad.
Toda novela, toda obra de arte necesita de un autor pero
está dirigida a un lector, a un observador. Cada lector interpreta la obra
según sus conocimientos y según sus circunstancias. Como descendiente de una
familia de esos judíos que optaron por el Exilio en 1492, y durante siglos
conservaron la cultura y la lengua española, y además, como estudioso de esa
cultura, de los siglos XV y XVI de España, de los genocidios de la Inquisición,
puedo hacer una lectura del Quijote parecida a la de los judíos y conversos que
leyeron la novela en España y el resto de Europa.
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Para muchos españoles, el hecho de que el máximo exponente
de su literatura en prosa del Siglo de Oro perteneciera a una familia de origen
judío y, además, que en su obra dejara numerosos indicios que pudieran llevar a
esa conclusión a sus correligionarios, no es muy aceptado. En las palabras de
Américo Castro:
Me doy Cuenta de los obstáculos con los cuales ha de enfrentarse
quien se propone encajar la obra Cervantina en sus auténticas circunstancias.
Circunstancias hay siempre, por de contado, pero muchos lectores rehuirán
enfrentarse con las de Cervantes —aunque salten a la vista y quiebren los
ojos—, por el mismo motivo que muchos también se niegan a parar mientes en la,
según algunos, auténtica realidad de los españoles. La de éstos y la del
trasfondo de su literatura es antipática para muchos eruditos y para ciertos
hispanólogos extranjeros. [1]
Los estudiosos de Cervantes y su obra proponen muchas
hipótesis acerca de su origen. Hay autores como Antonio Medina que asegura que
una rama de su familia era de origen morisco.[2] Otros, como Luis Lopez Pombo y Lugo,[3]
aseguran que su origen era de Galicia, en las montañas de León, aunque no lo
considera de origen converso. Algunos niegan expresamente la ascendencia judía
de Cervantes, es el caso de Krzysztof Sliwa, que en su libro Vida de Miguel de Cervantes Saavedra,
considera equivocados a los que sostenemos una posible ascendencia judía de
Cervantes.[4]
En cambio el especialista cervantino, Daniel Eisemberg, entiende que Cervantes
era judío converso, y proporciona ciertos indicios importantes.[5]
Entre estos eruditos en la literatura de Cervantes se produjo una acalorada discusión
acerca del posible origen converso de Cervantes. Puede leerse en Internet en el
sitio del Coloquio Cervantes, dirigido por Kurt
Reichenberger & A. Robert Lauer.[6]
Pero en este trabajo no voy a reseñar esa larga disputa sino
que tomaré otro camino. Se trata de descubrir dentro del texto del Quijote las
huellas dejadas por el autor que, ante una lectura atenta permite determinar
pautas e insinuaciones que podrían denotar su ascendencia judía.
Caben entonces las siguientes preguntas:
¿Era Cervantes originario de una familia conversa? En caso
afirmativo, ¿dejó claves en el Quijote para que otros judíos, conversos o no,
las reconocieran? Es decir: ¿Hay en el
Quijote un mensaje para los judíos y conversos de su época y también para la
posteridad? ¿El gran éxito que tuvo la publicación del libro, pudo ser, en
parte, debido a la identificación de estos judíos y conversos con lo escrito
por Cervantes? ¿Hay en esta novela un mensaje críptico, reconocible sólo para
algunos entendidos? ¿Hay en el Quijote cierto humor satírico hacia los valores
de la España del siglo XVII? ¿Por qué querría Cervantes ocultar su ascendencia
judía?
Intentaré en este trabajo responder a estas preguntas.
Además, intentaré ordenar las menciones aisladas que surgen en distintos
capítulos del texto, dejadas como indicios ocultos y disimulados al lector
ingenuo, pero que saltan a la vista para un conocedor de la cultura sefardí y
también, evidentemente, para los judíos y conversos que lo leyeron en la época
en que se publicó.
Leí la obra luego de muchos años. Había leído partes de ella
en los cursos de literatura de la escuela secundaria. Desde el comienzo vislumbré
esas claves. Otras me fueron indicadas por amigos[7],
y por las lecturas de los que me precedieron en señalar estas sospechas.
Me basaré en la Teoría de los Indicios, esbozada por el
historiador italiano, Carlo Ginzburg.[8]
Consiste en que, acumulando una suma de indicios, que muestran una realidad
oculta o que se quiere ocultar, se puede estar cerca de la verdad. Reconociendo
que esa verdad absoluta no existe y que nuevas pruebas, conocimientos o
descubrimientos, pueden alterarla.
Voy a
dar una somera relación de los hechos que concernieron a los judíos de España
durante los siglos XV a XVII. A instancias de Tomás de Torquemada y de los
reyes de España, Fernando e Isabel, el papa Sixto IV expidió una bula en
noviembre de 1478 que autorizaba a los reyes de España a nombrar inquisidores y
removerlos a perpetuidad. El primer inquisidor, como todos conocemos, fue el
mismo Torquemada.
En el
año 1492, el del descubrimiento de América por los europeos, los judíos fueron
obligados a convertirse al catolicismo y los que no aceptaron tuvieron que emigrar
a otras tierras. La fecha última para la
permanencia de judíos en España fue el 3 de Agosto. Los judíos que
permanecieron en España dieron lugar a la estirpe de judíos conversos o, como
los llamaban socarronamente, cristianos nuevos, a diferencia de los cristianos
viejos, que podían demostrar su cristianismo en base a sus antepasados.[9]
Es importante saber que estos cristianos nuevos tenían impedido el acceso a múltiples actividades en España. Era por los llamados Estatutos de limpieza de sangre.[10] Por este motivo, para acceder a ciertas posiciones, tanto en la corte, como en las armas o la religión, se debía probar la limpieza de sangre por varias generaciones. En general, para hacer estas probanzas era necesario recurrir a las iglesias en las que fueron bautizados y pedir a los sacerdotes y a los notables del pueblo referencias acerca de que el interesado no tenía ascendientes por varias generaciones de moros o judíos.
Por ese motivo, muchos conversos intentaban ocultar su origen y también fraguaban las probanzas de limpieza de sangre. Esto responde a la pregunta de por qué Cervantes intentaba ocultar de alguna forma su origen. Porque de otra manera no podían acceder a puestos en el ejército y carecerían de estima entre sus pares. Muchos de estos conversos practicaban la religión judía en secreto. La Inquisición entonces intervenía, detectaba a los judaizantes, los encarcelaba, los torturaba y finalmente, muchos de ellos perecieron en la hoguera. Durante los siglos XVI y XVII fue donde la Inquisición procesó y condenó en España a más conversos.[11] Esto explicaría, de ser Cervantes descendiente de judíos, el interés que tenía en ocultar sus orígenes. |
Américo
Castro pinta certeramente el mundo del Quijote, que es el mundo español que le
tocó en vida a Cervantes:
El mundo en torno: era vario y conflictivo: señores, letrados,
soldados valientes unos y fanfarrones otros, eclesiásticos, inquisidores que no
aparecen, pero están ahí, cristianos viejos y nuevos, escritores, vulgo
ciudadano y campesino, pastores, bandoleros, jueces y cuadrilleros, cautivos de
Berbería, chusma venteril...; y amén de todo ello, ordenaciones ―en libros de
uno u Otro tipo— de todo ese mundo y del extramundo de la fantasía.[12]
Entre
la primera edición del quijote en 1605 y la segunda en 1615, se produjo la
expulsión de los moriscos, que eran los moros conversos al cristianismo. Este
suceso histórico es relatado por Cervantes en la segunda parte del Quijote,
como veremos más adelante.
Nació en Alcalá de Henares el 29 de septiembre de 1547, aunque algunos autores cuestionan este dato.[13] Su padre, Rodrigo de Cervantes, médico, llevó una vida errante residiendo en Córdoba y Valladolid. En 1566 residía en Madrid donde estudió poesía y gramática en el Estudio de la Villa.
En 1569 Miguel de Cervantes viajó a Italia escapando de una
condena. Tal vez allí conoció los escritos de León el Hebreo, que menciona en
el prólogo de la primera parte. El 7 de octubre de 1571 participó en la batalla
de Lepanto, donde fue vencida la flota Otomana. Allí recibió una herida en la
mano izquierda que le valió el apodo de Manco
de Lepanto. Siguió su vida militar hasta el año 1575 en que fue tomado prisionero y llevado a Argel. Estuvo cautivo cinco años. Ensayó varios intentos de fuga que fracasaron. Recién en 1580 fue pagado el rescate de 500 escudos y pudo regresar a España. Seguramente conoció allí a judíos expulsados de España que practicaban su religión sin inconvenientes y escuchó hablar en ladino, idioma que menciona en forma críptica en la novela, que, como veremos, usa esta forma de comunicar a los entendidos. |
Entre 1590 Cervantes escribió una serie de novelas cortas
que fueron editadas recién en 1613 como Novelas
Ejemplares. En 1615 publicó la segunda parte del Quijote, poco antes de su
muerte el 22 de abril de 1616.
La vida de Cervantes fue plena de aventuras, desde su lucha
en la batalla naval de Lepanto hasta su prisión en Argel y sus intentos de
fuga. Esta vida llena las páginas del Quijote. El contexto en que trascurre la
España del siglo de Oro, el conflicto entre cristianos viejos y nuevos, la
lucha entre los turcos y la cristiandad, es el trama que subyace en las páginas del Quijote.
Comencemos por el origen de Cervantes. La tradición nos dice
que nació en Alcalá de Henares en 1547, pero estudios actuales nos indican que
la inscripción en los libros de la iglesia fue falsificada.[14]
Esta es una discusión todavía no resuelta
por los académicos. Muchas ciudades y regiones de España disputan por
determinar el lugar de nacimiento de Cervantes. Lo que interesa para este
estudio es que la fecha y el lugar de su nacimiento si no son inciertos o, al
menos, están sujetos a discusión.
Pero veamos lo que nos dicen los conocimientos acerca de los
apellidos que adoptaron los judíos españoles. Todos sabemos que muchos tomaron
nombres de las ciudades o de los lugares de origen. Buscando en los mapas,
encontré que en el Norte de España, en Sanabria, existen dos pequeños pueblos
muy próximos que, casualidad, uno se llama Cervantes y el otro Saavedra. Esto
es un indicio que podría señalar el verdadero de origen de la familia de
Cervantes. Esta tesis la sostienen, entre otros, los historiadores Santiago
Trancón y César Brandariz.[15]
Cervantes vivió en España durante la época de máxima
persecución a los conversos por la Inquisición y la plena vigencia de los
Estatutos de Limpieza de Sangre. Esto era motivo para que muchos ocultaran su
origen. Pero yo sostengo que Cervantes escribió en los párrafos del Quijote,
gran cantidad de indicios, colocados exprofeso, para que los judíos y conversos
los comprendieran. El sistema de ocultamiento de esos indicios es muy sencillo,
le bastaba colocar las frases que le importaban en un contexto diferente. Es
menester separar las frases en sí mismas y descontextualizarlas.
Doy dos ejemplos que trataré en extenso más adelante. En el
famoso primer párrafo, dentro de una enumeración de alimentos coloca el
conocido: “duelos y quebrantos los
sábados”, y el otro, que fue el primero que me llamó la atención, son los
capítulos en los que se procede a la quema de los libros de caballería que leía
don Quijote, pero es una parodia de la quema de herejes que condenaba la Inquisición.
Es decir que coloca las frases y los ejemplos que quiere decir, disimulados en
un contexto distinto. Además, si nos quedaban dudas, luego de esos indicios
coloca, párrafos más adelante, una palabra clave que confirma lo dicho
anteriormente. En los ejemplos que mencioné, coloca la pena de los conversos al
no poder guardar los sábados, como indica la ley judía, dentro de un listado de
comidas. La quema de conversos se esconde tras una quema de libros. Es decir
que para comprender lo que Cervantes quería decir tenemos que leer las frases
fuera de contexto. Extraerlas de la anécdota, de la aventura o del personaje
que las pronuncia, sin que importe quién o en qué situación las colocó
Cervantes. Leer solamente esas expresiones sueltas, como los mensajes secretos
de los espías, disimuladas dentro de toda la trama de la novela.
Pero además, toda la novela es una enorme sátira a la España
de su época. Con la excusa de ironizar acerca de los libros de caballería,
ironiza la España toda. Es una excusa para gritar a los judíos y conversos,
usando el humor, la tragedia de esos pueblos.
Esto tiene, en mi opinión, una importancia enorme porque
cambia toda la perspectiva de las lecturas del Quijote. Entonces, en contra de
lo que estiman algunos eruditos, sí tiene importancia determinar si la estirpe
de Cervantes era de origen judío. Es porque la novela que marcó un rumbo a la
literatura de España y de Occidente, esconde en su interior, otro mensaje
distinto del que comúnmente se conoce y hay que decodificar.
Este estudio lo encararé como un análisis del texto en el que buscaré indicios ocultos o disimulados dejados por el autor, que me llevaron a pensar que Cervantes pertenecía a una familia de judíos conversos. Al final de la lectura, los indicios fueron tantos, como veremos a lo largo de este trabajo, que me permiten afirmar con cierta certeza que Cervantes provenía de una familia de judíos conversos.
En efecto, ya en la portada de las primeras ediciones aparece
un escudo que pertenece al editor, Juan de la Cuesta. En él hay una inscripción
en latín que es una cita del Antiguo Testamento, del libro de Job, Capítulo
XVII, versículo 12: post tenebras spero
lucem. Es decir, después de las
tinieblas espero la luz.[16]
Hay dos indicios. El primero es la elección de la cita del Libro de Job, libro
que refleja el sufrimiento de un judío, y en segundo lugar la cita en sí. Los
conversos estaban en tinieblas, no podían leer el antiguo testamento cuya
lectura en lengua romance o en hebreo estaba prohibida por la Inquisición pero
tenían la esperanza que después de ese sufrimiento pudieran ver la Luz, la Luz
de la Torá[17]. El ejemplar que usé es el publicado por la editorial Porrua,
México, 1999[18].
En las citas daré la parte y el capítulo donde se encuentran los textos citados,
no las páginas de mi edición, así, los lectores los podrán encontrar en
cualquier edición que posean. |
Sabemos que los significados de las palabras cambian con el
tiempo. Por eso es necesario, a veces, consultar los acepciones de los vocablos
que se usaban en la época de la escritura del Quijote.
En el caso del vocablo ingenio,
la acepción que da Nebrija, que consta en el Diccionario etimológico de
Corominas,[19] es
“fuerza interior del ánimo con que muchas
veces inventamos lo que de otra [forma] no aprendimos.” Pero también se usaba, según Nebrija, como engañoso, e ingeniar como engañar.[20]
La primera definición alude a la invención o imaginación de Cervantes y a la
locura del Quijote pero en la segunda, engañoso
o engaño, comenzamos a ver el doble
sentido que tienen muchas de las expresiones que Cervantes usa en su novela, de
las cuales encontraremos numerosos ejemplos en este estudio. Ya en el título
nos dice que en la obra hay un engaño.
También curioso es el origen de la palabra hidalgo, ya usada en el Cid como fijo dalgo,
que comúnmente se relaciona con señorío o nobleza. Pero Corominas establece otro significado.
Entiende que la palabra hijo de algo es un derivado del árabe como ibn para masculino y en femenino bint y que derivan del hebreo ben. Escribe que “yo no interpretaría etimológicamente como ‘hijo de persona de
valer’ […] sino como ‘persona
con bienes de fortuna’, paralelamente a rico
hombre, que sería primitivamente su sinónimo.” Y continúa más
adelante: “algo en este compuesto
aparece, pues, en el sentido de ´riquezas, bienes´,[21] Es decir que el vocablo hidalgo tenía
en la época en que se escribió el Quijote un significado distinto del que
conocemos hoy. Hidalgo, en el título del Quijote, quiere decir que posee
ciertos bienes o hacienda, lo que no equivale a noble. Para que no queden dudas
de esto, Cervantes aclara lo que interpreta por hidalgo en varios capítulos que veremos más adelante.
En cuanto al vocablo Mancha,
puede ser usado de dos formas. La primera sería como lugar geográfico de España.
En realidad, en España además de la Mancha situada en Castilla, existen varios
lugares conocidos como La Mancha, los hay en Aragón y en Galicia. Para la
segunda interpretación, busqué el significado primitivo de la palabra. Mancha
quería decir, según Corominas: “parte de
un cuerpo de distinto color que el general”.[22]
También, en sentido figurado quiere decir según el diccionario de la Real Academia:
“deshonra”. O sea que ya en el título
de la obra se alude a la mancha, como que se trata de un hidalgo manchado. O
sea que el término manchado también aludía a los conversos, es decir que eran
cristianos pero portaban la mancha de su judaísmo en su ascendencia.[23]
Recordemos que para tener un puesto en la corte, para viajar a América, para
ser militar o sacerdote, era necesario tener un certificado de limpieza de
sangre, sin mancha judía.
Como ya vimos, en un principio, Cervantes escribió un título
más sugestivo, El Ingenioso hidalgo de la
Mancha, donde puede leerse un título más ambiguo, en el que se lee más
fácilmente que el hidalgo tiene una mancha. Pero, para que no nos olvidemos, en
el último capítulo de la segunda parte, primero cuerdo y luego muerto don
Quijote, el narrador nos recuerda que “Este
fin tuvo el Ingenioso Hidalgo de la
Mancha, cuyo lugar no quiso poner Cide Hamete puntualmente, por dejar que
todas las villas y lugares de la Mancha contendiesen entre sí…” Es decir
que sigue con el engaño de la doble acepción de la palabra mancha, omite el
nombre de Quijote pero luego disimula volviendo a la acepción geográfica cuando
prevé una disputa por el lugar de origen del Quijote, cosa que realmente sucede
en la España actual. Muchos lugares de La Mancha y otros de España, se disputan
como el lugar de nacimiento del Quijote y el lugar donde comenzaron las
aventuras del famoso hidalgo.
Es decir que, tomando el segundo sentido de las palabras del
título: El ingenioso hidalgo de la Mancha,
podemos escribir: El engañoso rico judío.
Como conclusión podemos decir que, ya con el título y la
portada, Cervantes da indicios el posible origen de su linaje.
También en el prólogo Cervantes sigue incluyendo indicios: cita
al poeta León el Hebreo con esta frase: “Si
tratáredes de amores, con dos onzas que sepáis de la lengua toscana topareis
con León Hebreo, que os hincha las medidas”. ¿Quién era este poeta? Su
nombre real era Judá Avravanel, hijo de Isaac Avravanel, quien junto con
Abraham Señor habían sido consejeros de los reyes de España, Fernando e Isabel,
hasta el momento de la expulsión. La
historia nos dice que habían rogado a los reyes que dejaran sin efecto al Edicto
de Expulsión sin conseguirlo. Entonces
fueron obligados a emigrar o abrazar la religión cristiana. Abraham
Señor se convirtió en presencia de los reyes y la familia Abravanel decidió emigrar a Italia conservando
su religión. Judá Abravanel, con el seudónimo de León Hebreo Medico, escribió
los Diálogos de Amor que cita
Cervantes en el prólogo. Este libro fue muy apreciado durante el siglo XVI y
Cervantes lo pudo conocer en su viaje por Italia. Estaba prohibido por la
Inquisición. Vemos acá las dos posibilidades que les quedaban a los judíos
luego del Edicto de Expulsión. Convertirse o emigrar. Esto constituye el
trasfondo de la novela y la vida de Cervantes.
En los versos que anteceden a la novela, Cervantes menciona a
Álvaro de Luna, personaje histórico del siglo XV que, bajo el reinado de Alfonso
V de Aragón, defendió a los judíos. Por ese motivo cayó en desgracia en la
corte. En otro poema dedicado a Sancho Panza, alude a La Celestina diciendo que es “libro,
en mi opinión divino,” cuyo autor, Fernando de Rojas también era converso y
su familia había sido perseguida por la Inquisición. Son versos que le faltan
la última sílaba y que incluí entre paréntesis:
Según siente Celesti-,
(na)
Libro, en mi opinión divi-, (no)
Si encubriera más lo huma-.
(no)
En otro poema dedicado al caballo de don Quijote, Rocinante,
cita al Lazarillo de Thormes, que era un libro que figuraba en el Index[24]
de libros prohibidos por la Inquisición:
No se me escapó ceba- (da)
Que esto saqué a Lazari- (llo)
Cuando, para hurtar el vi- (no)
Al ciego, le di la pa- (ta)
Las sugerencias en el prólogo, en el título y en los poemas que
Cervantes menciona en el comienzo del Quijote acerca de lo judío son numerosas
y sugestivas, fue lo primero que despertó mi curiosidad y comencé a prestar
atención en busca de otras pistas que surgieran más adelante.
Comienzo a analizar el texto de la novela. Reproduzco el
famoso primer párrafo del Quijote, que muchos aprendimos de memoria en la
escuela: En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un
hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados,
lantejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las
tres partes de su hacienda. Este párrafo ha dado mucho que hablar. Primero dice que no
quiere acordarse del lugar dónde vivía don Quijote.
Es decir que se acuerda pero hace un esfuerzo por no acordarse. ¿Será para que
el lugar quede en la ambigüedad, o será que la añoranza es tanta que quiere
borrarla de su mente? Seguimos con la frase “duelos y quebrantos los sábados” Me hace pensar en un lamento por
no poder celebrar los sábados como indica la fe judía y no de un plato especial
de comida, es decir que, para disimular, el duelo de los sábados de los judíos
lo encubre en una enumeración de comidas. Los conversos que profesaban su
judaísmo en secreto, estaban los sábados de duelo
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Cervantes esconde lo que intenta expresar dentro de otro
contexto. Esta técnica de poner sus ideas y pensamientos más íntimos, ocultos
en un texto que indica otra cosa, es usada por Cervantes a lo largo de toda la
novela. Es decir que para comprender el mensaje oculto debemos leer los
párrafos o los indicios en forma descontextualizada.
En este primer capítulo encontramos otra pista. Es cuando don
Quijote se nombra a sí mismo:
Puesto nombre, y tan a su gusto, a su caballo, quiso ponérsele a
sí mismo y en este pensamiento duró otros ocho días, y al cabo se vino a llamar
don Quijote; de donde, como queda dicho, tomaron ocasión los autores desta tan
verdadera historia que, sin duda, se debía de llamar Quijada, y no Quesada,
como otros quisieron decir. Pero, acordándose que el valeroso Amadís, no sólo
se había contentado con llamarse Amadís a secas, sino que añadió el nombre de su reino y patria, por
hacerla famosa, y se llamó Amadís de Gaula, así quiso, como buen caballero,
añadir el nombre de la suya y llamarse don Quijote de la Mancha, con que a su
parecer, declaraba muy al vivo su linaje y patria, y la honraba con tomar el
sobrenombre della.
Pero Quijada es el ascendiente judío-converso de su esposa,
Leonor Cortinas, otro indicio que Cervantes recuerda en el último capítulo de
la Segunda Parte.[25]
Analizaré en conjunto los capítulos V, VI y VII. Estos capítulos son alucinantes
porque Cervantes parodia los procedimientos de la Inquisición, en especial la
quema de libros.
En el capítulo quinto, luego de la primera salida, don
Quijote vuelve a su casa apaleado y lo reciben su Ama, su Sobrina, el Cura y el
Barbero del pueblo. Mientras don Quijote duerme, estos personajes se dedican a
quemar libros de caballería de la biblioteca, porque entienden que la locura
proviene de leer todos esos libros. La Sobrina dice:
—Mas yo me tengo la culpa de todo, que no avisé a vuestras
mercedes de los disparates de mi señor tío, para que lo remediaran antes de
llegar a lo que ha llegado, y quemaran todos estos descomulgados libros; que tiene muchos
que bien merecen ser abrazados, como si
fuesen de herejes.
Era costumbre, en especial en los Familiares del Santo
Oficio, denunciar a presuntos conversos judaizantes, que muchas veces
terminaban en la hoguera. Además, asimila los libros con los herejes, los
judaizantes. El Cura responde diciendo que “no
se pase el día de mañana sin que de ellos no se haga acto público, y sean condenados al fuego.” Se refiere a la quema como acto público de la Inquisición,
los llamados Autos de Fe, en los que se quemaban los herejes y también los
libros prohibidos.
En el capítulo VI se procede a arrojar por la ventana del
patio, los libros seleccionados formando una pila a la que luego prenderán
fuego. La Sobrina opina que hay que quemarlos a todos. Cervantes
continúa el diálogo de esta forma: “Lo
mismo dijo el Ama: tal era la gana que las dos tenían de la muerte de aquellos inocentes;” Una
alusión a que los quemados por la Inquisición, como esos libros de caballería, eran
inocentes.
Pero el cura dice que primero habría que leer los títulos. Cervantes
aboga por decir que no todos los quemados son culpables de herejías. Comienza
entonces un inventario de los libros de caballería de la época y empezaron a
tirarlos por la ventana al patio. Uno de los libros que se procede a quemar es “Don Olivante de Laura”, escrito por
Antonio de Torquemada, escritor del siglo XVI que nada tiene que ver con el
célebre inquisidor, pero la alusión al nombre existe.
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Cuando encontraron el libro:
“El caballero de la Cruz”, el cura
dice: “Por nombre tan santo como este
libro tiene se podría perdonar su ignorancia; mas también se suele decir, ‘tras la cruz está el diablo’. Vaya al
fuego.” En este párrafo
es evidente que alude a los conversos que asisten a misa pero judaízan en secreto.
En otro libro que le interesa al Barbero, el cura le dice
algo que estilaba a hacer la Inquisición, le otorgaba a un individuo permiso
para leer un libro prohibido pero con la condición de que: “no los dejéis leer a ninguno”.
Cuando llegan a los libros de poesía, (la moda en esos
tiempos era la poesía pastoril), la Sobrina dice que hay que quemarlos igual,
no sea que su tío deje la caballería y se haga pastor. También la poesía es
condenada. Cervantes utiliza una frase que usaba la Inquisición cuando un
hereje era condenado. Una vez juzgado y condenado como hereje por la Iglesia,
se usaba el eufemismo de entregar al reo al “brazo secular”, es decir, a la justicia del rey, y esa justicia era
la que quemaba a los herejes en la hoguera. Cervantes escribe el siguiente
párrafo:
—Pues no hay más que hacer —dijo el Cura— sino entregarlos al brazo seglar del Ama; y no se me
pregunte por qué, que sería nunca acabar.
Acá también Cervantes juega al establecer como responsable
de la quema al Ama, no al Cura, parodiando a que el que quemaba a los reos no
era la Iglesia o la Inquisición. La Inquisición condenaba por herejía y enviaba
a los condenados a lo que llamaban “el brazo secular”, es decir, el Rey y sus
verdugos quienes cumplían con la ejecución. En este caso es el Ama que quiere
quemar los libros, no el Cura.
En el capítulo siete el Ama prendió fuego a la pila de
libros y Cervantes acota: “tales debieron
de arder, que merecían guardarse en perpetuos archivos; mas no lo permitió la
suerte y la pereza del escudriñador, y así, se cumplió el refrán en ellos de
que pagan a las veces justos por
pecadores.”
Insinúa que muchos de los quemados por la Inquisición ni siquiera
eran culpables de herejía.
Estos tres capítulos de la Primera Parte fueron los que más
me impresionaron y me llamaron la atención. Si imaginamos que en lugar de
libros se tratara de conversos, que en realidad, durante el siglo XVI fue donde
más Autos de Fe se realizaron en España y los conversos llenaban las cárceles de
la Inquisición y muchos de ellos fueron quemados, resulta muy significativa
esta frase de Cervantes donde pagan los justos (los judíos) en lugar de los
pecadores.
Sigo con el capítulo IX. En este capítulo, Cervantes detiene
el desarrollo de la novela y cambia de narrador. El primer narrador, que relata
en primera persona, cuenta que se había acabado el manuscrito en el que había
encontrado el relato de las aventuras del Quijote y, desolado, quería leer más.
Se encontraba un día en la calle de los mercaderes de Toledo cuando halló un
manuscrito en árabe. Como no sabía leer esa lengua buscó a un morisco que la
supiera leer. Acá intercala un párrafo muy citado donde dice:
[…] y vile con caracteres arábigos. Y puesto que aunque los
conocía no los sabía leer, anduve mirando si parecía por allí algún morisco
aljamiado que los leyese, y no fue muy dificultoso hallar intérprete semejante,
pues, aunque le buscara de otra mejor y
más antigua lengua, le hallara.
Es evidente que la mejor y más antigua lengua escrita en
caracteres no latinos se trataba del hebreo, y no la podía hallar pues los
judíos habían sido expulsados de Toledo y de España.
El nuevo narrador es Cide Hamete Benengeli, que recogió la
historia del Quijote y la escribió en árabe. Entonces, Cervantes, o el primer
narrador, hace traducir estos papeles del árabe al castellano, y a partir de
este punto de la novela, es el relator árabe quien asume la terea de continuar
con la narración.
Pero lo que me llama la atención es que en el año 1609, pocos
años después de ser publicados estos párrafos, los moriscos, que eran los
árabes musulmanes convertidos al cristianismo, fueron expulsados de España como
habían sido los judíos, con la diferencia de que los moriscos ya eran conversos
al cristianismo.
La historia continúa a lo largo de muchos capítulos sin
indicios importantes, hasta que llegamos al capítulo XXI. Al final de este
largo capítulo se produce un diálogo entre el Quijote y Sancho Panza. Quijote
fantasea con casarse con una princesa pero resulta que él no es noble, entonces
dice: “no sé yo cómo se podría hallar que
yo sea de linaje de reyes, o, por lo menos, primo segundo de emperador”. Y
prosigue poco más adelante: “Bien es
verdad que yo soy hijo-dalgo de solar
conocido, de posesión y propiedad.” Es decir que Cervantes entiende la
hidalguía del Quijote de la forma como la definió Corominas y que comenté en la
parte que analizo el título del libro. Él no es noble sino propietario.
Poco más adelante y antes de terminar el capítulo se produce
el siguiente diálogo entre Sancho y el Quijote:
—Sea par Dios —dijo Sancho—; que yo cristiano viejo soy, y para ser conde esto me basta.
—Y aun te sobra —dijo don Quijote—, y cuando no lo fueras, no
hacía nada al caso; porque siendo yo el rey, bien te puedo dar nobleza, sin que la compres ni me sirvas con
nada.
Aparece en este
diálogo nuevamente la expresión cristiano
viejo. Además, la sorna de Cervantes al denunciar que era factible acceder
a la nobleza y a la limpieza de sangre comprando el título o pagando por las
pruebas de limpieza.
En muchos capítulos del libro, Sancho proclama su condición
de cristiano viejo. Lo notable es que don Quijote no lo hace nunca.
En el capítulo siguiente, el XXII, Cervantes escribe una de
las anécdotas más notables del libro, cuando don Quijote libera a un grupo de
prisioneros que estaban condenados a galeras y, en un diálogo con uno de los
liberados, alaba nuevamente al Lazarillo
de Tormes, libro que, como ya sabemos, estaba prohibido por la Inquisición.
La frase es la siguiente, puesta en boca del delincuente Ginés de Pasamonte: —¿Tan
bueno es? —dijo don Quijote. Además, este galeote liberado, que se llamaba Ginés de
Pasamonte, que en realidad parodia a un conocido de Cervantes que realmente
sirvió como galeote de las naves turcas durante muchos años y que se llamaba
Jerónimo de Pasamonte. Esta mención traerá algunas complicaciones a Cervantes
que detallaremos más adelante, en la Segunda Parte, cuando apareció un año antes de la publicada
por Cervantes, una segunda parte del Quijote escrita por Alonso Fernández de Avellaneda. |
En el capítulo XXV Cervantes introduce un extenso monólogo
de don Quijote en el que alaba la belleza, buena fama y honestidad de Aldonza
Lorenzo, que para don Quijote es su amada, Dulcinea del Toboso, Cervantes
intercala la siguiente frase: “y en lo
del linaje, importa poco; que no han de ir a hacer la información del para
darle algún hábito,” nuevamente alude acá las probanzas que se hacía de
limpieza de sangre, en este caso para ingresar a la Iglesia, para demostrar que
no tenía antepasados judíos.
Capítulo XXVIII. En este capítulo Cervantes nuevamente
ratifica el significado de hidalgo según lo que definió Corominas. Una doncella
hermosa y de familia rica estaba enamorada del hijo de un duque pero cuenta su
desgracia por no ser sus padres de condición noble:
Ellos, en fin, son labradores, gente llana, sin mezcla alguna de
raza mal sonante y como suele decirse, cristianos viejos ranciosos; pero tan ricos, que su riqueza y magnífico trato
les va poco a poco adquiriendo nombre de
hidalgos, y aun de caballeros.
Este párrafo es muy significativo porque muestra nuevamente lo
que interpreta Cervantes por hidalgo, es decir, cómo por medio de la riqueza se
convierte una familia en hidalga, agregando que hasta caballeros, como don Quijote.
Basta tener dinero y sangre de cristiano viejo.
Capítulo XXIX. En
este capítulo Cervantes nos proporciona un indicio del posible origen de sus
apellidos. Ya mencioné que los judíos de Sefarad tomaban sus apellidos de los
lugares de su nacimiento. Son conocidos los apellidos judíos Toledo, Soriano, Jaén,
Hervás, tomados de ciudades o parajes de España.
Quijote se encuentra con una princesa de un reino de Guinea,
cuyo nombre es Micomicona y su reino se denomina Micomicón. Trascribo el
parlamento de Sancho:
—No hay duda en eso —respondió Sancho—, que yo he visto a muchos
tomar el apellido y alcurnia del lugar donde nacieron, llamándose Pedro de
Alcalá, Juan de Úbeda, y Diego de Valladolid, y esto mesmo se debe de usar allá
en Guinea: tomar las reinas el nombre de sus reinos.
Si faltaba algo, he acá la explicación de sus apellidos
expresada por Cervantes en la boca de Sancho.
En el capítulo XXXII,
se cuenta nuevamente un intento de quemar libros y, además, Cervantes ironiza
con la forma de revisar la publicación de los libros por el Consejo Real,
podría ser una burla a los que permitieron la publicación del Quijote sin
reparar en las ironías contra la Inquisición y su posible origen converso.
Estando don Quijote, Sancho, el Cura y el Barbero en una
venta, a la que don Quijote cree que es un castillo. Mientras don Quijote
duerme, se origina un diálogo acerca de la locura del Quijote, producto de la
lectura de los libros de caballería. El ventero dice que posee varios de esos y
que, cuando llega alguno que sabe leer, se leen algunos capítulos que divierten
sobremanera a los parroquianos. El Cura pide que le traigan los libros y al
verlos dice al Barbero:
—Falta nos hacen aquí ahora el ama de mi amigo y su sobrina.
El Barbero señala la chimenea con intención de quemarlos.
—Pues ¿por ventura —dijo el ventero—, mis libros son
herejes o flemáticos, que los quiere quemar?
—Cismáticos quereis
decir, amigo —dijo el Barbero—; que no
flemáticos.
El ventero se opone a quemar los libros preguntando si sus
libros son herejes. Se produce entonces una discusión acerca de si esos libros
reproducen historias reales o son obras de ficción. Es entonces que Cervantes
pone en boca del ventero la frase que ironiza acerca de la censura.
¡Bueno es que quiera darme vuestra merced a entender que todo
aquello que estos buenos libros dicen sea disparates y mentiras, estando
impreso con licencia de los señores del Consejo Real, como si ellos fueran
gente que habían de dejar imprimir tanta mentira junta, y tantas batallas, y
tantos encantamientos que quitan el juicio!
En el capítulo XXXIII, que incluye un cuento picaresco
dentro de su novela: La Novela del
curioso impertinente. Relata que dos amigos, uno de ellos casado con una
bella mujer, induce al otro a que intente conquistarla de modo de probar la
fidelidad de ésta. En un pasaje incluye una cita en latín de los conocidos
adagios de Erasmo, autor que estaba incluido en el Index de Libros Prohibidos
por la Inquisición:
[…] porque los buenos amigos han de probar a sus amigos y
valerse de ellos, como dijo un poeta, usque
ad aras, [amicus] que quiso decir que no se habían de valer de su amistad
en cosas que no fuesen contra Dios. Pues si esto sintió un gentil de la
amistad, ¿cuánto mejor es que lo sienta el cristiano?
La traducción de la
frase en latín significa: “amigos hasta que no estemos en contra de la
religión.” Lo notable es que Cervantes se atrevió a incluir en su novela un
adagio de un autor prohibido por la Inquisición, sin que los censores lo
advirtieran .
El capítulo XXXIX es muy importante porque Cervantes pone en
boca de un personaje, en este caso el Cautivo, sus rasgos autobiográficos y
episodios de su cautiverio en Argel, mezclados con sucesos de su imaginación, y
además, coloca en el personaje del galeote Ginés de Pasamonte, una anécdota
real que le había sucedido a Jerónimo de Pasamonte, también militar, que
participó en la batalla de Lepanto y fue luego prisionero de los turcos y
condenado a remar en galeras. Algunos autores sostienen que Pasamonte, con el
seudónimo de Alonso Fernández de Avellaneda, fue el que
escribió una segunda parte del Quijote, con el título de Segundo
tomo del ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, publicada en
1614, un año antes que la segunda parte de Cervantes, en 1615.[26]
El primer párrafo de
este capítulo es sumamente significativo porque nos lleva al lugar donde nace
el linaje de Cervantes, que coincide con indicios que señalamos antes. Pero las
palabras de la frase con que comienza este capítulo son las mismas con las que
comienza la novela. Recordemos: “En un
lugar de la Mancha,”
En un lugar de las montañas de León tuvo principio mi linaje, con quien fue más agraciada y liberal la naturaleza que la fortuna, aunque en la estrecheza de aquellos pueblos todavía alcanzaba mi padre fama de rico… |
Hay una coincidencia entre los pequeños pueblos de Cervantes
y Saavedra, que se encuentran cerca de las montañas de León, como ye vimos, y
esta aventura, que es en parte autobiográfica, con detalles que conoceremos a
continuación. Nuevamente Cervantes esconde el lugar de origen de su familia
poniéndolo en boca del Cautivo. Además, dice que su padre tenía fama de rico en
relación a la pobreza de esos pueblos.
Relata su paso por Italia donde sirvió con el capitán Diego
de Urbina y, con el cargo de capitán de infantería, peleó en la batalla de
Lepanto (1571), en la que fue herido en la mano izquierda. El relato se aparta
de la autobiografía al contar que en esa batalla fue tomado prisionero por los
turcos. En realidad su galera fue capturada por los turcos en 1575 y estuvo
prisionero en Argel. El que fue capturado luego de la batalla fue Jerónimo de
Pasamonte.
En el capítulo
cuarenta y uno prosigue la historia del Cautivo. El Cautivo se enamora de una
mora, Zoraida, bella, que quiere convertirse al cristianismo. Intenta entonces
rescatarla. Se encuentra con el padre de la mora y habla de la lengua con la
cual se entendían en todo el Mediterráneo dominado por los turcos. Sin decirlo
expresamente, sabemos que esa lengua era el judesmo o judeo-español,
vulgarmente ladino. Veamos el párrafo de Cervantes:
La primera persona que encontré fue su padre, el cual me dijo en
lengua que en toda la Berbería, y aún en Constantinopla, se habla entre
cautivos y moros, que ni es morisca, ni castellana, ni de otra nación alguna,
sino una mezcla de todas las lenguas, con la cual todos nos entendemos…
No he visto mejor definición del ladino que esta que expresa
Cervantes. Me llenó de emoción. Como acostumbra a hacer Cervantes, nos aclara
en otro párrafo que escribe poco más adelante a qué se refiere, agregando una
palabra clave por si nos quedaba alguna duda:
Servíanos de intérprete a
las más destas palabras y razones el padre de Zoraida, como más ladino; que aunque ella hablaba la
bastarda lengua, que, como he dicho, allí se usa,…
Es evidente la intención de Cervantes, al
escribir la palabra ladino, refiriéndose a la lengua, en el mismo capítulo, lo
que confirma mi interpretación. Veremos cómo usa varias veces este recurso. Es
decir, escribir una frase que puede parecer ambigua o tener varios sentidos o
interpretaciones y luego aclararla en otra frase, pocas líneas más adelante, en
apariencia desconectada.
En la primera parte no encontré más indicios. Pero puede
haber otros que no he podido identificar.
Han sucedido acontecimientos históricos importantes en
España en el lapso de diez años, 1605 y 1615, entre la publicación de la
primera y la segunda parte del Quijote. En especial me refiero a la expulsión
de los moriscos.
El 9 de abril de 1609, Felipe III de España decretó
la expulsión de los moriscos, que eran los descendientes
de los derrotados luego de la toma de la ciudad de Granada en 1492, de religión
musulmana, convertidos al cristianismo. (Recordemos que el narrador del Quijote
era Cide Hamete Benengeli, un morisco). Esbozo una interpretación de este
curioso nombre.[27]
A partir de 1608, el Consejo de Estado de España comenzó
a considerar la opción de la expulsión de los moriscos, y en 1609 recomendó al rey adoptar dicha medida. El 9 de
abril de 1609 se tomó la decisión de expulsar a los moriscos. Se hizo en varias
etapas, comenzó por Valencia, donde la población morisca era mayor. Los
preparativos fueron llevados en el más estricto secreto. A principios de 1610 se realizó la expulsión de los
moriscos aragoneses y en septiembre la de los moriscos catalanes. Esto produjo
gran impresión en Cervantes como veremos más adelante.
Ya en el prólogo de esta segunda parte, Cervantes, enojado
por la publicación de una segunda parte del Quijote, que había sido editada el
año anterior, en la que, el presunto autor, Alonso
Fernández de Avellaneda, escribió agravios hacia Cervantes y, lo importante
para este trabajo, es que insinúa su ascendencia conversa. Copio el párrafo del
Quijote de Avellaneda:
Pero quéjese de mi trabajo por la
ganancia que le quito de su segunda parte, pues no podrá, por lo menos, dejar
de confesar tenemos ambos un fin, que es desterrar la perniciosa lición de los
vanos libros de caballerías, […] pues él tomó por tales el ofender a mí, y
particularmente a quien tan justamente celebran las naciones más extranjeras y
la nuestra debe tanto, por haber entretenido honestísima y fecundamente tantos
años los teatros de España con estupendas e innumerables comedias, con el rigor
del arte que pide el mundo y con la seguridad y limpieza que de un ministro del
Santo Oficio se debe esperar.[28]
Es decir: Avellaneda está limpio de sangre, al igual que
el que escribe comedias, tal vez se refiere a Lope de Vega, Cervantes no. Posiblemente,
si como los últimos estudios lo indican, el autor que escribió con el seudónimo
de Avellaneda, es Jerónimo de Pasamonte,
la ofensa a él se debió a las alusiones que Cervantes hace en los personajes
del Galeote y el Cautivo, como vimos en párrafos anteriores. Pero también
menciona a otro ofendido que es: “quien
tan justamente celebran las naciones más extranjeras y la nuestra por haber
entretenido los teatros de España,” Con esta frase, Avellaneda hace alusión
posiblemente a Lope de Vega,[29]
a quien considera limpio de sangre: habla de limpieza y de familiar del
Santo Oficio. Evidentemente señala que Lope de Vega es cristiano viejo y
Cervantes no, además es conocido que Lope de Vega era familiar de la Inquisición.
Hay otros autores que entienden que el prólogo del Quijote de Avellaneda lo
escribió el mismo Lope de Vega, que mantenía una disputa con Cervantes.[30]
Continúa el prólogo del Quijote de Avellaneda:
Santo Tomás, […]
enseña que la envidia es tristeza del bien y aumento ajeno, dotrina que la tomó
de san Juan Damasceno. A este vicio da por hijos san Gregorio, en el libr. 31,
capít. 31, de la exposición moral que hizo a la historia del santo Job, al
odio, susurración, detracción del prójimo, gozo de sus pesares y pesar de sus
buenas dicha; y bien se llama este pecado invidia a […] efectos todos tan
infernales como su causa, tan contrarios a los de la caridad cristiana, […] [31]
Es decir, tilda a Cervantes de envidioso.
Cervantes le responde a Avellaneda en el
prólogo de la segunda parte con esta frase:
He sentido también que me llame
invidioso, y que como ignorante, me describa qué cosa sea la invidia; que, en
realidad de verdad, de dos que hay, yo conozco sino a la santa, a la noble y
bien intencionada; y siendo esto así, como lo es, no tengo yo de perseguir a
ningún sacerdote, y más si tiene por añadidura ser familiar del Santo Oficio;
Cervantes dice que no tenía por qué
perseguir a sacerdotes para obtener el certificado de limpieza de sangre, y
critica a Lope de Vega por ser familiar
de la Inquisición.
En el capítulo III, Cervantes usa un
recurso retórico novedoso. Muchos personajes del libro ya han leído la primera
parte del Quijote y la segunda parte apócrifa escrita por Avellaneda. Don
Quijote y Sancho Panza son personajes famosos. Entonces, al presentarse en
distintos lugares, son reconocidos
inmediatamente por los que los encuentran en el camino. Cervantes, en este
capítulo aprovecha para hablar de su libro, de otros contemporáneos en la vida
real y de los sucesos históricos recientes.
La primera noticia la recibe Sancho del
Bachiller Sansón Carrasco, personaje que ya había aparecido en la primera parte
y que ya los conocía. Cervantes lo describe socarronamente diciendo que era “no
muy grande decuerpo”. Es una broma pues el Sansón de la Biblia era
muy grande y fuerte. El Bachiller Sansón
le dice al Quijote que el libro fue escrito por Cide Hamete Benengeli, en árabe
y traducido al castellano. Nos cuenta un dato interesante, es que ya hay más de
doce mil libros impresos de la primera parte del Quijote, y varias traducciones.
Pero lo importante para nuestro trabajo es la enumeración que hace Cervantes de
las ciudades en las que se lee la primera parte del Quijote, y da la casualidad
que, alguna de ellas, son ciudades a las que emigraron los judíos expulsados y
que, por supuesto, lo podían leer en castellano. Veamos la enumeración:
—Es tal verdad, señor —dijo Sansón—, que tengo para mí que el día de
hoy están impresos más de doce mil libros de la tal historia; si no, dígalo
Portugal, Barcelona y Valencia, donde se han impreso; y aún hay fama de que se
está imprimiendo en Amberes, y a mí
se me trasluce que no ha de haber nación ni lengua donde no se traduzca.
Lo que me llama la atención es la mención
de la ciudad de Amberes, que en ese tiempo formaba parte de los Países Bajos. Allí
habían emigrado muchos judíos expulsados de España y donde podían profesar
libremente su religión.
Algo más adelante en este capítulo, Sancho,
una vez más, hace gala de su condición de cristiano viejo. A continuación,
Sansón comenta que la novela es muy leída y comentada por todo tipo de gentes y
agrega: “finalmente, la tal historia es del más gustoso y menos perjudicial
entretenimiento que hasta ahora se haya visto, porque en toda ella no se
descubre, ni por semejas, una palabra deshonesta ni un pensamiento menos que
católico.” Nueva ironía de Cervantes que posiblemente aluda a los indicios
que hasta este momento señalé, pero completa el párrafo con lo siguiente:
—A escribir de otra suerte —dijo don Quijote—, no fuera escribir
verdades, sino mentiras; y los historiadores que de mentiras se valen habían de
ser quemados, como los que hacen moneda falsa;
Nueva alusión a la Inquisición y a la edición del Quijote de
Avellaneda. La acepción de la palabra historiadores es la antigua, la del que
cuenta cuentos, narración imaginativa.
En el capítulo IV, don Quijote prepara una nueva salida,
esta vez rumbo a Zaragoza, donde supo que se realizarían justas de caballería.
Nuevamente Sancho hace alusión de su condición de cristiano viejo al contestar
a una observación del Bachiller Sansón Carrasco:
—Eso allá se ha de entender —respondió Sancho— con los que
nacieron en las malvas, y no con los que tienen sobre el alma cuatro dedos de
enjundia de cristianos viejos, como yo los tengo.
La expresión “nacer en
las malvas” significa de condición humilde. La expresión los “cuatro dedos” podría querer decir
cuatro generaciones o mencionar sus cuatro abuelos, todos de sangre de
cristianos viejos.
En el capítulo V, cuando Sancho se despide de su mujer para
acompañar a don Quijote, con la esperanza de ser gobernador de una ínsula, la
mujer se refiere a don Quijote de la siguiente forma: “y no sé, por cierto, quién le puso a él el don que no tuvieron sus
padres ni sus abuelos.” Es decir que la supuesta alcurnia del Quijote es
reciente.
Sancho le contesta:
—Ahora digo —replicó Sancho— que tienes un familiar en ese
cuerpo.
Evidentemente se refiere a un familiar de la Inquisición,
cuya tarea era averiguar acerca de los orígenes judíos de los habitantes de los
pueblos de España. Acá se cuestiona la calidad de don, en el sentido de noble,
de don Quijote y su posible ascendencia judía. Es que la mujer de Sancho Panza
refleja las habladurías del pequeño pueblo de donde proviene don Quijote. Es
evidente el juego que hace Cervantes acerca del origen de don Quijote y me
lleva a pensar acerca del origen del mismo Cervantes. El personaje es de linaje
dudoso.
En el capítulo VI, el Ama y la Sobrina intentan impedir la
tercera salida de don Quijote. La Sobrina le dice al Quijote:
Advierta vuesa merced que todo eso que dice de los caballeros
andantes es fábula y mentira, y sus historias, ya que no las quemasen, merecían que a cada una se les echase un sambenito, o alguna señal en que fuese
conocida por infame y por gastadora de las buenas costumbres.
Nueva referencia a los castigos que sufrían los conversos
acusados por la Inquisición. La pena mayor era ser quemados, pero entre las
menores era que debían vestir un sambenito, que era un hábito en el que se le
pintaban cruces de fuego, según había sido la pena. En capítulos próximos
Cervantes hace que le coloquen, en una burla, un sambenito a Sancho Panza.
Más adelante la Sobrina pone nuevamente en duda la hidalguía
de don Quijote: “y sobre todo, que es
caballero, no lo siendo, porque aunque lo puedan ser los hidalgos, no lo son
los pobres.”
Nueva referencia a que el “don”, del Quijote, se refería a
la riqueza y no a la hidalguía.
A esto responde don Quijote con una frase enigmática pero
sugerente:
—Tienes mucha razón, sobrina, en lo que dices —respondió don
Quijote—, y cosas te pudiera yo decir acerca de los linajes, que te admiran;
pero para no mezclar lo divino con lo humano, no las digo.
Sin comentarios.
Ya su tercera salida, en el capítulo VIII, don Quijote y
Sancho se dirigen al Toboso para ver a Dulcinea. En el camino se entabla uno de
los tantos diálogos entre ellos. Don Quijote entiende que en el libró apócrifo
escrito por Avellaneda, por envidia, el autor escribe acciones que no son
reales y que el autor es algún sabio encantador y enemigo. Sancho dice lo
siguiente acerca de esta historia falsa y se preocupa por temor a haber dicho
algo impropio o condenable. Entonces reafirma su creencia en Dios:
…y cuando otra cosa no tuviese sino el creer, como siempre creo,
firme y verdaderamente, en Dios y en todo aquello que tiene y cree la santa
Iglesia Católica Romana, y el ser enemigo mortal, como lo soy, de los judíos,
debían los historiadores tener misericordia de mí y tratarme bien en sus
escritos.
Es decir que Sancho se proclama enemigo de los judíos, pero don Quijote no.
Un poco más adelante, Cervantes pone en boca de don Quijote
una observación interesante acerca de la autocensura de tenían los escritores con
respecto a los dogmas religiosos: “¡Oh
Sancho! Que nuestras obras no han de salir del límite que nos tiene puesto la
religión cristiana, que profesamos.”
Por último, en este interesante capítulo, advertimos algo
que se da un par de veces en la novela. Cervantes nunca nombra a Cristo como
dios. Pero acá hace un rodeo para señalar su fama sin nombrarlo, usando
eufemismos:
—¡Cogido lo
tengo! —dijo Sancho—. Luego la fama del que resucita muertos, da vista a los
ciegos, endereza a los cojos y da salud a los enfermos, y delante de sus
sepulturas arden lámparas, y están llenas sus capillas de gentes devotas que de
rodillas adoran sus reliquias, mejor fama será, para este y para el otro
siglo,
Luego de muchos capítulos de esta segunda parte sin indicios
importantes encontré, en el capítulo XXXV, una referencia a las hogueras de la
Inquisición en boca de Sancho, este diálogo:
—Señora, donde hay música no puede haber cosa mala.
—Tampoco donde hay luces y claridad —respondió la Duquesa.
A lo que replicó Sancho:
—Luz da el fuego, y claridad las hogueras, como lo vemos en las
que nos cercan, y bien podría ser que nos abrasasen, pero la música siempre es
indicio de regocijos y fiestas.
Al decir que las hogueras podrían quemar a personas, refleja
el temor de los conversos a las hogueras de la Inquisición. El fuego puede
hacer el mal, la música no.
En el capítulo XXXVII, hay una clara referencia a una
oración católica: “Gloria sea en las
alturas, y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad”. A
continuación cita los evangelios y la voz de Cristo sin nombrarlo, usando nuevamente
un eufemismo y poniendo en evidencia los saludos judíos:
…y la salutación que el mejor maestro de la tierra y el cielo
enseñó a sus allegados y favoritos fue decirles que cuando entrasen en una
casa, dijesen: “Paz sea en esta casa”; y otras muchas veces les dijo: “Mi paz
os doy; mi paz os dejo; paz sea con vosotros”, bien como joya y prenda dada y
dejada de tal mano: joya, que sin ella, en la tierra ni en el cielo puede haber
bien alguno.[32]
Cervantes alude repetidas veces el saludo judío Shalom, que
significa paz, pronunciado por Cristo. También alude el origen judío de Cristo.
En el capítulo XLII, Cervantes critica los Estatutos de
Limpieza de Sangre.[33]
El Quijote le dice a Sancho:
Mira, Sancho: si tomas por medio a la virtud, y te precias de
hacer hechos, no hay para qué tener envidia a los que los tienen príncipes y
señores; porque la sangre se hereda, y la virtud se aquista, y la virtud vale
por sí sola lo que la sangre no vale.
Quiere decir que la virtud se adquiere, se conquista y vale
más que la limpieza de sangre heredada.
Llegamos al famoso capítulo, el XLV, del cuento que figura
en Talmud. Sancho Panza ya fue nombrado gobernador de su ínsula. Debe entonces
juzgar y determinar la razón de ciertas personas en sus disputas.
El cuento es así: Se presentaron dos hombres ancianos, uno
tiene un bastón y el otro no. El que no
tenía bastón le dijo a Sancho que le había prestado a su amigo diez escudos de
oro y que, aunque le había pedido la devolución del préstamo varias veces, el
amigo del bastón no lo había hecho. Entonces Sancho pidió al del bastón que
jurase por la cruz que era verdad que se los había devuelto. El hombre da el
bastón al acreedor para tomar la cruz que le extiende Sancho y jura que ha
devuelto los escudos de oro. El acreedor entonces, devuelve el bastón y se
retira diciendo que, si su amigo juró por la cruz, como buen cristiano, sería
cierto que había devuelto el dinero y que, tal vez él se hubiera olvidado.
Entonces Sancho pide el bastón, y lo rompe. Salen dentro de
él las monedas de oro. Quedaron todos admirados y “tuvieron a su Gobernador por un nuevo Salomón.”
Poco más adelante Sancho recuerda haber oído contar una
historia similar al cura de su aldea.
En realidad, esta historia, tomada del Talmud, era narrada
habitualmente y figura en varios relatos medievales. Cervantes, no podía decir
que lo había tomado de la Biblia porque estaban prohibidas las lecturas de la
Biblia en romance, pero para que no nos queden dudas, el narrador usa
nuevamente el recurso de señalarnos el origen de la historia: nombra
expresamente a Salomón, que como sabemos, es el juez por antonomasia de los
judíos. Sancho aclara expresamente que oyó contar esa historia a un cura de la
aldea, pero de cualquier forma, es un nuevo indicio que se suma al resto.
En el capítulo LIV, Sancho había terminado la gobernación de
la ínsula y regresaba hacia el castillo de los Duques donde lo esperaba don
Quijote. Ve venir por el camino seis peregrinos que pedían limosna en legua alemana.
Como no tenía dinero Sancho les convidó con un trozo de pan y queso que tenía
en sus alforjas. En ese momento uno de los peregrinos lo reconoce y lo abraza.
El peregrino dice:
—¿Cómo es
posible, Sancho Panza hermano, que no conoces a tu vecino Ricote el morisco,
tendero de tu lugar?
Sancho lo reconoce y contesta:
—¿Quién diablos te había de conocer, Ricote, en ese traje de
moharracho que traes? Dime: ¿quién te ha hecho franchote, y cómo tienes atrevimiento
de volver a España, donde si te cogen y conocen, tendrás harta mala ventura?
Ricote le dice a Sancho que, si él no lo reconoció, que eran
del mismo pueblo, nadie lo haría.
Ricote pasa a contar la desdicha de la expulsión de los
moriscos, que, si cambiamos la idea de que habla un morisco y pensamos en un
judío, coincide con el sentimiento de ambas razas expulsadas de España.
Cervantes pone en boca del morisco, que
ingresa a España disfrazado, desafiando el edicto de expulsión, un párrafo
donde narra las penurias de los que fueron obligados a dejar España por la
fuerza, que me parece muy importante. Lo trascribiré completo:
—Bien sabes ¡oh Sancho Panza, vecino y amigo mío! cómo el pregón
y bando que su Majestad mandó publicar contra los de mi nación puso terror y espanto en todos nosotros; a lo menos, en mí le puso de
suerte, que me parece que antes del tiempo que se nos concedía para que
hiciésemos ausencia de España, ya tenía el rigor de la pena ejecutado en mi
persona y en la de mis hijos. Ordené, pues, a mi parecer, como prudente (bien
así como el que sabe que para tal tiempo le han de quitar la casa donde vive y
se provee de otra donde mudarse),
ordené, digo, de salir yo solo, sin mi familia, de mí pueblo, y ir a buscar
donde llevarla con comodidad y sin la priesa con que los demás salieron; porque
bien vi, y vieron todos nuestros ancianos, que aquellos pregones no eran sólo
amenazas, como algunos decían, sino verdaderas leyes, que se habían de poner en
ejecución a su determinado tiempo; y forzábame a creer esta verdad saber yo los
ruines y disparatados intentos que los
nuestros tenían, y tales, que me parece que fue inspiración divina la que
movió a su Majestad a poner en efecto tan gallarda resolución, no porque todos
fuésemos culpados, que algunos había cristianos firmes y verdaderos; pero eran
tan pocos, que no se podían oponer a los que no lo eran, y no era bien criar la
sierpe en el seno, teniendo los enemigos dentro de casa. Finalmente, con justa
razón fuimos castigados con la pena del
destierro, blanda y suave, al parecer de algunos; pero al nuestro, la más terrible que se nos podía dar. Doquiera que estamos
lloramos por España; que, en fin, nacimos en ella y es nuestra patria natural;
en ninguna parte hallamos el acogimiento que nuestra desventura desea; y en
Berbería, y en todas las partes de África donde esperábamos ser recibidos,
acogidos y regalados, allí es donde más nos ofenden y maltratan. No hemos
conocido el bien hasta que le hemos perdido; y es el deseo tan grande que casi
todos tenemos de volver a España, que los más de aquellos (y son muchos) que
saben (la lengua como yo, se vuelven a ella, y dejan allá sus mujeres y sus
hijos desamparados: tanto es el amor que la tienen; y agora conozco y
experimento lo que suele decirse: que es dulce el amor de la patria.[34]
Este párrafo me parece el más importante de los que me
llevaron a pensar el origen judío converso de Cervantes. No menciona ninguna
vez lo musulmán o lo moro. Está escrito de una forma general, es decir que
puede inerpretarse también como un lamento de los judíos exiliados, que
Cervantes debe haber conocido en Argel. Las expresiones marcadas por mí en
negrita: los de mi nación, nosotros, los
nuestros, nuestro, son todas
palabras usadas por los judíos sefardís expulsados de España y eran claves para
reconocerse. En este párrafo notable, Cervantes resume la nostalgia de los
expulsados y la pena de los conversos, tanto judíos como moriscos. Muchas veces
escuché a mi abuelo referirse a los judíos como los muestros, (con m). Decía: “fulano
es de los muestros.”
En el capítulo LXIX hay una parodia a los castigos que
imponía la Inquisición. Don Quijote y Sancho son conducidos al castillo del
Duque, donde ya habían estado alojados tiempo atrás. Había un tablado preparado
y una hermosa muchacha recostada sobre un túmulo, en apariencia, muerta. Había
dos sillas en las que estaban sentados el Duque y la Duquesa, como jueces.
Entonces a Sancho le colocan un sambenito como para ajusticiarlo. Trascribo el
párrafo completo:
Salió en esto, de través, un ministro, y llegándose a Sancho, le
echó una ropa de bocací negro encima, toda pintada con llamas de fuego, y
quitándole la caperuza, le puso en la cabeza una coroza, al modo de las que
sacan los penitenciados por el Santo Oficio, y díjole al oído que no descociese
los labios, porque le echarían una mordaza, o le quitarían la vida. Mirábase
Sancho de arriba abajo; veíase ardiendo en llamas; pero como no le quemaban, no
las estimaba en dos ardites. Quitóse la coroza; vióla pintada de diablos;
volviósela a poner, diciendo entre sí:
—Aun bien que ni de ellas me abrasen, ni ellos me lleven.
Luego de algunas torturas leves que le infligieron a Sancho,
como pellizcos, pinchazos con alfileres, la bella muchacha resucita. El Duque
manda a quitar el sambenito a Sancho pero éste le pide conservarlo. Es una
parodia a las torturas de la Inquisición.
En el último capítulo de la novela, el LXXIV, en el que
Cervantes relata muerte de don Quijote.
En su lecho, recupera la cordura y
dice: ―Dadme albricias, buenos señores, de que ya yo no soy don
Quijote de la Mancha, sino Alonso Quijano,
a quien mis costumbres me dieron renombre de Bueno. Ya soy enemigo de Amadís de
Gaula y de toda a infinita caterva de su linaje; ya me son odiosas todas las
historias profanas de la andante caballería; ya conozco mi necedad y el peligro
en que me pusieron haberlas leído; ya, por misericordia de Dios, escarmentando
en cabeza propia, las abomino.
Cervantes vuelve a recordarnos también el título primitivo
de la novela que ya analizamos al comienzo de este trabajo. Nos dice: Este fin tuvo el Ingenioso
Hidalgo de la Mancha, cuyo lugar no quiso poner Cide Hamete puntualmente,
por dejar que todas las villas y lugares de la Mancha contendiesen entre sí por
ahijársele y tenérsele por suyo,
|
En este párrafo del último capítulo Cervantes juega nuevamente
con los dos significados de la palabra Mancha, como región y como algo manchado.
Es la burla final de Cervantes, dejar que las ciudades y villas de La Mancha
disputen por su lugar de origen, mientras que ya había sugerido a lo largo de la
novela que su lugar de origen eran los montes de León.
Al leer el Quijote, me llamó la atención el uso de algunas
palabras, en especial a los nombres propios. Me refiero a su omisión en algunos
casos y su inclusión en otros.
Palabras referentes al cristianismo, que se empleaban
frecuentemente en los escritos de la época, Cervantes no las nombra o las nombra
como exclamación común en los diálogos en el Quijote: Jesús, Cristo, Jesucristo,
Trinidad, María, Virgen, Espíritu Santo, Inquisición. Sin embargo, en tantas
página escritas, nunca aparecen o aparecen como exclamaciones populares. Ya
vimos en los capítulos VIII y XXXVII, cómo emplea un eufemismo o un juego de
palabras para no nombrar a Cristo.
Pero lo que Cervantes cita muy a menudo son palabras
referidas al antiguo testamento y otras referencias a lo judío: doce Tribus, siete
Macabeos, Sansón, Escrituras, León el Hebreo, David, Eva, Adán, Lot, Matusalén,
Salomón.
Cervantes, en el comienzo del capítulo XLIV de la segunda
parte, al final de un párrafo muy interesante, en el que toma la palabra el
primer narrador y nos dice que Cide Hamete, segundo narrador de esta novela, “pide no se desprecie su trabajo, y que se
le den alabanzas, no por lo que escribe, sino
por lo que ha dejado de escribir.”
Nuevamente Cervantes nos proporciona otro indicio: que se
alabe lo que dejó de escribir, es decir, que observemos qué fue lo que omitió. Veremos
ahora cuáles son las palabras que ha dejado de escribir.
La palabra Cristo
no aparece en la primera parte. Recién Cervantes la usa en el Prólogo de la segunda parte:
Dile también que de la amenaza que me hace, que me ha
de quitar la ganancia con su libro, no se me da un ardite, que, acomodándome al
entremés famoso de La Perendenga, le
respondo que me viva el Veinte - cuatro,
mi señor, y Cristo con todos.
En este párrafo podría ser que Cervantes se refiera al
Génesis Capítulo 24 en la que Rebeca ve por primera vez a Isaac y pregunta al
siervo: “¿Quién es aquel hombre que viene
por el campo a nuestro encuentro? Y contestó el siervo: Aquél es mi señor.” Es
decir, nos indica que Cristo pertenecía a la casa de Israel.
En el capítulo LVIII de la segunda parte, se encuentra la
otra mención de Cristo:
Éste sí que es caballero, y de las escuadras de Cristo; éste se llama don San Diego
Matamoros, uno de los más valientes santos y caballeros que tuvo el mundo y
tiene agora el cielo.
Se refiere al apóstol Santiago, cuyo nombre deriva de Jacob
o Jacobo, el patriarca de Israel, Diego es una deformación de Jacob. Es
tradición española que Santiago se apareció en una batalla contra los moros
asegurando la victoria. Santiago es el símbolo de la España cristiana,
vencedora de los moros.
Lo curioso de este capítulo es que las imágenes de los
santos están cubiertas y don Quijote las descubre una a una. Es sabido que los
judíos no pueden representar a Dios en imágenes y por extensión a los santos.
En las sinagogas no hay imágenes.
A continuación Cervantes agrega:
Luego descubrieron otro lienzo, y pareció que encubría la caída
de San Pablo del caballo abajo, con todas las circunstancias que en el retablo
de su conversión suelen pintarse.
Cuando le vido tan al vivo, que dijeran que Cristo le hablaba y Pablo
respondía.
Es un episodio de los Evangelios cuando en camino a Damasco,
Saulo (luego San Pablo) se cae, del caballo, y Cristo le habla y Saulo se
convierte al cristianismo con el nombre de Pablo. Evidentemente está hablando
de conversión del judaísmo al cristianismo. Termina diciendo de San Pablo:
—Éste —dijo don Quijote— fue el mayor enemigo que tuvo la
Iglesia de Dios Nuestro Señor en su tiempo, y el mayor defensor suyo que tendrá
jamás.
Los Evangelios se mencionan una vez en un juramento que hace
don Quijote en el capítulo X de la primera parte:
Yo hago juramento al Criador de todas las cosas y a los santos
cuatro Evangelios
La palabra conversión aparece dos veces en el libro, en el capítulo
XIV de la primera parte considerándola amarga:
¡oh amarga conversión!
También en el episodio de las imágenes que ya vimos con la
conversión de Saulo.
El nombre de Jesús
no se menciona como Dios, vimos que para mencionarlo usa frases eufemísticas.
Aparece solo dos veces en el texto pero como exclamación coloquial.
En el capítulo XXVII de la segunda parte comienza con la
siguiente frase:
Entra Cide Hamete, coronista desta grande historia, con estas
palabras en este capítulo: ''Juro como católico cristiano...'';
Y el traductor aclara que como era moro, no podía jurar por
Cristo sino que juraba decir la verdad como los cristianos.
“Cristiano viejo”
aparece muchas veces, como ya señalamos, en boca de Sancho para asegurar su
identidad, pero nunca en boca del Quijote.
Dos veces escribe la palabra “Santísima Trinidad”. Santísima Trinidad de Gaeta: se refiere al
nombre de un santuario, no a la Santísima Trinidad del cristianismo.
Inquisición
aparece una vez en el episodio del Renegado, capítulo XLI de la primera parte,
aunque en muchos capítulos se refiere a ella sin nombrarla como ya vimos.
En cuanto a la Virgen
María, la nombra una vez en el capítulo XL de la primera parte: “Lela Marién quiere decir Nuestra Señora la
Virgen María''. Santa María se
usa sólo como expresión coloquial, igual a lo que sucede con Jesús.
En cuanto a los evangelistas no los nombra. Vimos entonces que Cervantes nos advirtió que
observemos todo aquello que el narrador no nombra.
Veremos ahora lo que sí nombra. Es notable que, ante las
pocas referencias al cristianismo y a los Evangelios, a negarse a mencionar a
Cristo como dios, Cervantes escribiera múltiples referencias a los mitos judíos
que aparecen en el Antiguo Testamento. En el capítulo XXIII de la primera
parte, Cervantes hace una broma entre la Santa
Hermandad, que era un poder de policía de España con las tribus de
Israel u los Santos Macabeos, considerándolos a todos “hermanos”:
...y para aguardar aquí solo, no solamente a la Santa Hermandad que
dices y temes, sino a los hermanos de los doce tribus de Israel, y a los siete
Macabeos, y a Cástor y a Pólux, y aun a todos los hermanos y hermandades que
hay en el mundo.
Sansón es mencionado una vez por su fuerza en el capítulo
XVIII de la primera parte y con sorna en el nombre del Bachiller Sansón.
León Hebreo, como ya mencioné, se menciona en el prólogo a
la primera parte:
Si tratáredes de amores, con dos onzas que sepáis de la lengua
toscana, toparéis con León Hebreo, que os hincha las medidas.
También se refiere a David en el mismo prólogo.
Una vez nombra a Eva y a Adán lo menciona varias veces como
en el capítulo XXXIII de la primera parte. Al Antiguo Testamento lo denomina
Divina Escritura:
…dice la Divina Escritura que infundió Dios sueño en Adán, y
que, estando durmiendo, le sacó una costilla del lado siniestro, de la cual
formó a nuestra madre Eva; y, así como Adán despertó…
Usa la expresión “ollas de Egipto” para expresar pesar por
un bienestar perdido. Se refiere a una parte de la conmemoración de Pesaj, la
pascua judía, que llevaban en el alma el posible bienestar de la esclavitud en
Egipto, además del cuidado que reñían las amas de casa en lavar las ollas para
que no tengan ni una pizca de pan. En el capítulo XXII de la primera parte:
…pero pensar que hemos de volver ahora a las ollas de Egipto,
digo, a tomar nuestra cadena y a ponernos en camino del Toboso,
En el capítulo XXI de la segunda parte:
…así se dejó atrás las ollas de Egipto, aunque las llevaba en el
alma;
En el capítulo XXVII de la primera parte menciona a Lot:
…sin despedirme dél subí en ella, y salí de la ciudad, sin osar,
como otro Lot, volver el rostro a miralla;
En el capítulo III, y el LXII de la segunda parte nombra a
Matusalén:
Más años que Matusalén:
También, para que no queden dudas, considera que Sancho
juzga como Salomón en el capítulo que ya mencionamos del cuento tomado del
Talmud.
Ante toda esta evidencia podemos decir que Cervantes
tenía un gran conocimiento del Antiguo Testamento y lo menciona gran cantidad
de veces y, en cambio, las referencias a la tradición cristiana son disimuladas
y usadas con reticencia o cautela.
Mencioné anteriormente la polémica que desató entre los
expertos en Cervantes, el libro de César Brandariz, Cervantes decodificado.[35]
Con el título de Enigmas cervantinos,
en el Coloquio Cervantes, en
Internet, se instaló un foro de discusión acerca del posible origen judeo-converso
de Cervantes. Transcribiré alguna de las ideas volcadas en ese coloquio y las
discutiré a la luz de lo hallado en los capítulos anteriores.
Darío Fernández-Morea
plantea el punto de discusión de la siguiente forma: “Distingamos en caso de que arguyamos, si hablamos de la ETNICIDAD o de
las creencias RELIGIOSAS y CULTURALES o, si nos atrevemos, de ambas cosas.”
Buen desafío el de Fernández-Morea, lo que plantea es en
realidad la pregunta ¿de qué judaísmo estamos hablando? Cabe entonces la aclaración
de que no había judíos en España luego de la expulsión de 1492. Lo que sí había
eran cristianos nuevos que provenían de familias judías puestos en la
disyuntiva de abrazar la religión católica o emigrar. Muchos de estos conversos
profesaban la religión judía en secreto y eran perseguidos, la más de las veces
condenados y muchos quemados por herejes.
El problema queda reducido a lo siguiente: Cervantes podría
pertenecer al grupo de familias de los conversos y podría practicar su religión
en secreto o no. Yo me inclino a pensar que provenía de una familia de
conversos y creo que no judaizaba en secreto. Era católico pero no muy
religioso, pero tenía nostalgia de lo judío. De esta nostalgia está impregnada
su novela. Lo apreciamos en la crítica a los procesos inquisitoriales como la
quema de libros, el uso del sambenito, la censura de los textos y la nostalgia
de los expulsados por la tierra donde vivieron sus antepasados. Todo esto lo
vimos en los capítulos que anteceden.
Pero sigamos con lo tratado en el coloquio. Joseph Ricapito
nos dice que “Hasta ahora no se ha
demostrado la posible ascendencia judía de Cervantes con documentos
fidedignos.” Esto es cierto, pero, dados los Estatutos de Limpieza de
Sangre, muchos judíos conversos disimulaban su ascendencia, fraguaban los
documentos de limpieza y destruían en lo posible, aquellos que los
comprometieran, cosa de la que se jacta Cervantes en la novela, como ya
señalamos.
El profesor A. Robert Lauer, uno de los coordinadores del
Coloquio nos dice:
Cuando Cervantes escribe ficción lo hace como el excelente
mentiroso que fue. Bien podría haber sido bautista o hindú, japonés o chino. No
creo que importe demasiado, salvo acaso para un inquisidor, y sólo si hubiera
escrito algún tratado teológico y hubiera hecho algún error en él.
Es decir que un budista o un hindú podría haber escrito el
Quijote. Creo que el comentario de Lauer es desafortunado. Lo judío en el
Quijote resuena en toda la novela, desde el título hasta el último capítulo, es
importante para su comprensión porque refleja la España post expulsión, con los
problemas que presentaba para los conversos y moriscos, en los cuales estaba
sumergida toda la sociedad, en especial en los siglos XV y XVI pero que todavía
persisten en la actualidad. Si no se tiene esto en cuenta, se pierde una parte
importante de lo que expresa Cervantes en el Quijote.
Benito Pelegrín coincide con Lauer y acota lo siguiente:
Quedé asombrado que aun en el siglo XXI volviera a rebotar un
biografismo del XIX. Una obra se enjuicia por su interior, en sí, y no por el
exterior, por la anécdota biográfica, por interesante que pueda ser tratándose
de autores que amamos. No veo que pueda ser relevante literariamente una
supuesta “herencia” judía.
En efecto, Pelegrín tiene razón, en Cervantes, lo judío está
dentro de la novela. Lo que sucede es que está disimulado, como ya mostré,
debido a las persecuciones y a los Estatutos de Limpieza. Una buena lectura del
Quijote, nos lleva a recrear la España del siglo XVI con todos los problemas
que habían dejado las expulsiones. Muestra a los españoles obsesionados por la
limpieza racial y religiosa. De todo esto trata la novela y es necesario
tenerlo en cuenta para comprenderla. Para comprender el Quijote hay que tener
en cuenta el contexto en el que fue escrito el texto.
Interviene entonces en la discusión Krzysztof Sliwa, Experto
de la literatura del Siglo de Oro español y biógrafo de Cervantes. Nos
proporciona otro indicio:
Contra Astrana Marín cree que los Quijadas de Esquivias eran
conversos. Por tanto lo sería la mujer de Cervantes, pariente de ellos, y
también de los descendientes de Frencisco de Rojas. Este argumento, y el de la
profesión médica del padre me parecen de alguna fuerza. En contra, puede
alegarse, no la información que obtuvo de limpieza de sangre […], pues ya
sabemos cómo se obtenía, sino el tono
despreciativo en que habla de los judíos. A título de ejemplo: “…y cuando otra cosa no tuviera sino el
creer, como siempre creo, firme y verdaderamente en Dios y en todo aquello que
tiene y cree la Santa Iglesia Católica Romana, y el ser enemigo mortal, como lo
soy, de los judíos, debían los historiadores tener misericordia de mí y
tratarme bien en sus escritos”
Sliwa nos da otro
indicio, la esposa de Cervantes, posiblemente tuviera ascendencia judía. Pero
lo que no se sostiene es lo de enemigo de los judíos. Vimos que en la novela,
Sancho, que representa el saber del común de la España post expulsión, proclama
numerosas veces su condición de cristiano viejo, como en esta cita. Don Quijote
nunca.
Poco más adelante, Sliwa enumera todos los documentos que
revisó en España perteneciente o relativos a Cervantes. Termina con la siguente
ironía:
En ningún trabajo mencionado de una investigación estricta y de
muchos otros […] encontré que Cervantes era judío, converso, moro, divorciado,
o como algunos “le buscan novios”, etc.
Entiende Sliwa que “hasta ahora no se conservó la menor prueba
documental que nos indique que Cervantes era Judío, converso,…” No se da
cuenta que la mejor prueba documental es el Quijote mismo.
Agrega que:
…suplico de todo corazón a los que desprecian a Cervantes en sus
trabajos […] que dejen de “desmontar al autor del elevado pedestal de su
estatua”, pues si tanto aman a Cervantes, […] pido que no se contradigan más […]. Recomiendo que mediten un poquito
estas palabras de oro antes de componer muchos disparates!!!
Es decir que para Sliwa, los que pensamos que Cervantes
expresa en su novela un pensamiento judeo-converso oculto, despreciamos a
Cervantes y que decimos disparates. En fin, esto habla de quien lo expresa.
En Argentina hay un dicho popular que se refiere a un ave, el
tero, que pone sus huevos en la tierra y los defiende gritando a quien se
acerca: “el tero grita en un lado y pone los huevos en otro.” Sliwa grita y mira
los documentos escritos (que en España eran generalmente ocultados o
adulterados, cosa que él admite) y no ve lo que tiene frente a sus ojos: el
texto y el contexto del Quijote.
Nos encontramos ahora en condiciones de responder las
preguntas que formulamos al comienzo de este trabajo. El hecho de que existan
en Galicia dos pueblos llamados uno Cervantes y el otro Saavedra situados
próximos a los montes de León, como Cervantes escribe. Usar como apellidos los
nombres de los pueblos de donde provenían sus familias fue una costumbre de las
familias conversas de España.
Vimos los numerosos indicios acerca de lo judío que
Cervantes dejó a lo largo del texto, y que señalé en este trabajo, pueden
decirnos que probablemente, Cervantes era de origen converso o, al menos,
conocía muy bien la cultura de los judíos y conversos.
Se aprecia en el texto de la novela una crítica a los
procedimientos de la Inquisición, la quema de libros y de herejes, el uso del
sambenito y la tortura.
También es de importancia la renuencia de mencionar a
Cristo como dios y usar eufemismos en lugar de nombrarlo. Es decir, se niega a
mencionar a Cristo por que no lo reconoce como Mesías.
En todos estos párrafos que señalemos y que se
refieren a tradiciones, acontecimientos y a la historia antigua y reciente del
pueblo judío, entiendo que Cervantes colocó esparcidos a lo largo de su novela,
son claves que los judíos o los conversos o cristianos nuevos pudieron entender
y regocijarse con ellas. Tal vez, parte del gran éxito inicial se debiera a
este hecho, como vimos en la edición holandesa que menciona en la segunda
parte.
Es decir que la suma de indicios que apuntan hacia el
origen converso de Cervantes, a su versación en historia judía y en literatura
escrita por judíos o conversos, es difícil de explicar de otra forma.
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En Internet:
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[1]
Américo Castro, Cervantes y los casticismos
españoles, Alianza Editorial, Madrid, 1974, p. 24.
[2]
Antonio Medina, Cervantes y el Islam, El
Quijote a cielo abierto, Editorial Carena, Barcelona, 2005.
[4] Krzysztof
Sliwa, Vida de Miguel de Cervantes
Saavedra, Editorial Reichberger, Kassel, Alemania, 2005, p. 227 y 239.
[5]
Daniel Eisemberg, La actitud de Cervantes
hacia sus antepasados judíos, Ponencia presentada en el congreso “Cervantes
y las religiones”, Universidad Hebrea de Jerusalén, 2005.
[7] La
noticia del cuento tomado del Talmud me la sugirió la profesora Graciela Tevah,
directiva del Cidicsef.
[8]
Carlo Ginzburg, Mitos, Emblemas e
Indicios: Morfología e Historia, Editorial Gedisa, Barcelona, 1989. Y El queso y los gusanos, El cosmos según un
molinero del siglo XVI, Ediciones Península,
Barcelona, 2008.
[9] En
mi página de Internet publiqué un curso de Inquisición que pronuncié en el
Cidicsef: http://www.pachami.com/Inquisicion/Index.html
[10] Albert A. Sicroff, Los Estatutos de Limpieza de Sangre, Taurus Ediciones S. A. Madrid,
1985.
[11]
Henry Kamen, La Inquisición Española, una
revisión histórica, Editorial Crítica, Barcelona, 1999, p. 193.
[12]
Américo Castro, Op. cit. p. 68.
[13]
César Brandariz, El hombre que “hablaba
difícil”, Ezaro ediciones, Madrid, 2011. De cualquier forma, esta es una
controversia que escapa al desarrollo de este trabajo.
[14] Krzysztof Sliwa, op., cit., p. 220.
[15]
César Brandariz, El hombre que “hablaba
difícil”, op. cit.
[16] Daniel
Eisemberg, op. cit.
[17]
En la Cábala, la luz significa la luz del Creador transmitida por la Torá.
[18] Cervantes, Miguel de, El
Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha, Editorial Porrua, México 1990.
[19]
Joan Corominas, José A. Pascual, Diccionario crítico etimológico castellano e
hispánico, Editorial Gredos, Madrid, 1992. Tomo III, p. 144.
[20]
La ortografía en todos los casos de este trabajo es actualizada.
[21]
Ibidem, Tomo III, p. 359-360.
[22]
Ibidem, Tomo III, p. 797.
[23]
Leandro Rodríguez, Don Miguel, judío de
Cervantes, Editorial Monte Casino, Zamora, 1992. p. 27.
[24] Tres índices expurgatorios de la Inquisición
Española en el siglo XVI, edición facsímil de la Real Academia Española,
Madrid, 1952.
[25] Krzysztof Sliwa, op. cit. p. 563.
[26]
Alfonso Martín Jiménez, El Quijote de
Cervantes y el Quijote de Avellaneda, una imitación recíproca, Ediciones
del Centro de Estudios Cervantinos, Madrid, 2001, p. 13.
[27] La palabra Cide significa señor, no hay dificultad. En
cuanto a Hamete, podría ser una deformación del nombre árabe Ahmad, que es una
forma corta de Muhammad, es decir Mahoma, que también significa amado,
preciado. En cuanto al apellido Benengeli, recordemos que Ben en hebreo es hijo
de, y engel, es ángel en alemán. O sea que podría ser que el narrador del
Quijote, es decir, Cervantes, se considerara un hijo de ángel. El nombre del
narrador sería entonces Señor Amado hijo de un Ángel. Es mi interpretación.
[28]
Alonso Fernández de Avellaneda, Segundo
Tomo del Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha. Tomado de Wikisource.
[29]
Alfonso Martín Jiménez, op. cit. p. 165.
[30]
Leopoldo de Trazegnies Granda, A los
leyenderos de Cervantes & Cía., Edición del autor, impreso en España,
2010, p. 139 y siguientes.
[31] Alonso
Fernández de Avellaneda, op. cit.
[32]
Lucas 10 y Juan 14 y 20
[33]
Citado por Américo Castro, op cit. p. 74.
[34]
Las negritas son mías.
[35]
César Brandariz, Cervantes decodificado,
Ediciones Martínez Roca, Madrid, 2005.