Año 1810 – La Revolución  

 

 

Acontecimientos del año 1810 que precipitaron las revoluciones de América Española

Durante los primeros meses del año 1810 se produjeron acontecimientos en España y en América Española que finalmente desembocaron en las revoluciones que fueron el inicio de las independencias de las colonias Españolas: en Caracas el 19 de abril y en Buenos Aires el 25 de mayo de 1810. Comenzaremos por describir los acontecimientos en España, luego su repercusión en América, y finalmente los sucesos de mayo de 1810 en Buenos Aires que terminaron en la deposición del Virrey Cisneros.

 

Durante el mes de enero de 1810, se produjo la invasión de Andalucía por las tropas francesas quienes en quince días ocuparon toda la región. El primero de febrero tomaron la ciudad de Sevilla que era la sede del gobierno de España. La Junta Central, ante la inminente invasión de las tropas de Napoleón, se había refugiado en la zona de Cádiz y estableció como sede la isla de León. El día 29 de enero delegó todas sus facultades en un Consejo de Regencia compuesto por cinco miembros, que se instaló el dos de febrero. En él, uno de los puestos se reservaba para un representante de las Américas.[1]

Las noticias de la caída de Andalucía llegaron a las colonias españolas de América del Sur en los meses de abril y mayo de 1810, en impresos de la Gaceta de Londres, transportadas en los navíos ingleses.[2]. También el Marqués de Casa Irujo, que era el embajador español en Río de Janeiro, le informó a Cisneros acerca de la retirada de la Junta Central a la isla de León.[3] Esto provocó mucha intranquilidad en la población de la ciudad de Buenos Aires.

Por este motivo, el virrey Cisneros no tuvo más remedio que publicar los informes acerca de la caída de Andalucía y el traslado de la Junta Central a la isla de León, en un bando dirigido a “los leales y generosos pueblos del Virreinato de Buenos Aires”, el día 18 de mayo. Indicaba que en el caso de “una total pérdida de la Península, y falta de Supremo Gobierno, no tomará esta superioridad determinación alguna que no sea previamente acordada en unión de todas las representaciones de esta Capital, a que posteriormente se reúnan las de sus Provincias dependientes.”[4]

Esta declaración de Cisneros abrió las puertas para los Cabildos abiertos que concluirían en la Revolución de Mayo.


 

 

Acciones revolucionarias a comienzos de 1810

Durante los primeros meses de 1810 continuaba la acción revolucionaria de los partidarios de la independencia de América Española. El 17 de enero de ese año, Francisco Miranda le escribía desde Londres a Felipe Contucci instándolo a continuar con los planes de independencia: “es necesario apresurarse a llevar a debido efecto el plan que me decía usted estaba ya acordado, para la independencia de esas provincias del argentino”.[5] También desde Córdoba, ciudad central del Virreinato del Río de la Plata, el 15 de febrero, el deán Gregorio Funes le escribía a la princesa Carlota que se había ocupado de preparar los ánimos de mis compatriotas a favor de una regencia de la princesa en Buenos Aires. Agregaba además que “yo he tenido el consuelo de ver alistados en el bando de V. A. cuantos son los que han podido escucharme.” Finalmente afirmó que “estas pequeñas conquistas [fueron] hechas en el silencio y la oscuridad.”[6] Vemos que en esta carta de comienzos del año 1810 que el deán Funes todavía abrigaba esperanzas en la posibilidad de una regencia de la princesa Carlota. Además nos transmite la forma sigilosa y encubierta en que debían realizar los patriotas su acción proselitista a favor de algún tipo de independencia pues de ser descubiertos podían ser llevados a prisión por las autoridades del virreinato o escapar al exterior como fueron los casos de Saturnino Rodríguez Peña y Juan Martín de Pueyrredón, prófugos en Río de Janeiro.

Por América española circulaban periódicos como El Colombiano, Publicado por Miranda en Londres y El Español, escrito por José Blanco White también desde en Londres, que aparecieron en los primeros meses de 1810. Estos escritos que instaban a la independencia llenaban de preocupación a las autoridades españolas. En una carta enviada al embajador español en Londres, Juan Ruiz de Apodaca, por Manuel Abella, le comunicaba que “en esta ciudad se había empezado a publicar un periódico español titulado El Colombiano, no para venderse en ella sino para enviarle a nuestras Américas exhortándolas a la independencia.”[7]

Manuel Belgrano recuerda en su Autobiografía los días previos a la Revolución de Mayo al conocerse la noticia de la caída de Andalucía en manos del ejército francés: “Muchas y vivas fueron nuestras diligencias para reunir los ánimos y proceder a quitar las autoridades” y continuaba más adelante “pues no hubiese un español que no creyese ser señor de América, y [a] los americanos los miraban entonces con poco menos estupor que los indios en los principios de sus horrorosas carnicerías, tituladas conquistas.[8]

Cornelio Saavedra, en sus memorias nos cuenta que ante la noticia de la caída de Andalucía, fue llamado por un grupo de americanos que le informaron de estos acontecimientos y le preguntaron si pensaba que todavía no era tiempo, a lo que contestó: “Señores, ahora digo que no sólo es tiempo, sino que no se debe perder una sola hora”[9]

 

Juan Ramón Balcarce, como ya vimos en párrafos anteriores, en su Relación Autobiográfica, nos informa que luego de las invasiones de los ingleses de 1807, “se ramifican más en Buenos Aires las ideas de la independencia” Los militares Balcarce y Martín Rodríguez, consustanciados con esos sentimientos, se reúnen con otros ciudadanos y jefes militares, “y principian a formar opinión de los oficiales del cuerpo de su mando”[10]

En Buenos Aires existía un ánimo contrario al gobierno español y la rebelión ya trascendía en los comentarios de café, en anónimos y panfletos que circulaban por la ciudad y hasta se remitían a las ciudades del interior. Ante estas circunstancias el virrey Cisneros creó un “Juzgado de vigilancia” que debía descubrir a quienes producían estos escritos. También procedió a expulsar a los extranjeros de la ciudad pues entendía que muchos de ellos eran un peligro para la estabilidad del gobierno. Como vimos en páginas previas, en una carta dirigida a Martín de Garay, secretario de la Junta Central española fechada el 3 de enero de 1810, le comunicaba que se había descubierto al autor de escritos sediciosos.

Según vemos en estos testimonios, en los primeros meses del año 1810, los ánimos de los criollos se encontraban preparados para intentar la independencia de la Península. Circulaban panfletos contra el gobierno que también llegaban a las ciudades del interior. Se hablaba libremente a favor de la independencia en las reuniones de los cafés, en las pulperías y en las tertulias en casa de familia, pese a la vigilancia de las autoridades españolas, quienes. tenían pleno conocimiento de estos asuntos. Esto es lo que se revela en las noticias intercambiadas por las autoridades virreinales con España. Además, con el objeto de evitar estos hechos se implementaron medidas represivas como la creación de un juzgado de vigilancia y la expulsión de extranjeros que podían intercambiar ideas subversivas con los criollos.

Podemos afirmar entonces que a comienzos del año 1810, en Buenos Aires, así como en otras capitales de los dominios españoles en América, existía un fuerte descontento de la población criolla con las autoridades españolas. Bastaba una chispa para encender la mecha, y esa chispa llegó en el mes de mayo de 1810. Esa chispa fue la caída de Andalucía en manos francesas.


 

La Semana de Mayo

El virrey Cisneros había publicado un impreso el día 18 de mayo en el que se informaba de la conquista de Andalucía por los ejércitos de Napoleón. La Junta Central se había trasladado a la isla de León, cerca de Cádiz, por motivos de protección, y finalmente había dispuesto su propia disolución. Nombró un Consejo de Regencia en el que delegó sus funciones. En vista de esta noticia, los revolucionarios de la Capital del Virreinato del Río de la Plata consideraron que había llegado la hora de deponer a las autoridades peninsulares pues no existía más la Junta Central, autoridad que había nombrado al virrey Cisneros. Por consiguiente, en mayo de 1810 se constituyó en Buenos Aires una junta de gobierno independiente del gobierno español pero siempre en nombre del rey prisionero, Fernando VII. Veremos a continuación los sucesos de esos días tomando en cuenta los testimonios de los protagonistas y los documentos, en especial las actas del Cabildo de Buenos Aires.

Manuel Belgrano nos relata que, mientras se encontraba en el campo, lo mandaron a llamar sus amigos diciendo que “era llegado el caso de trabajar por la patria para adquirir la libertad e independencia deseada”. Se encaminó entonces a Buenos Aires y “muchas y vivas fueron entonces nuestras diligencias para reunir los ánimos y proceder a quitar a las autoridades.” Continúa más adelante:

No puedo pasar en silencio las lisonjeras esperanzas que me había hecho concebir el pulso con que se manejó nuestra revolución, [...] El congreso celebrado en nuestro estado para discernir nuestra situación, y tomar un partido en aquellas circunstancias, debe servir enteramente de modelo a cuantos se celebren en todo el mundo.[11]

 

Otro de los protagonistas, Cornelio Saavedra, que era el comandante del cuerpo de Patricios, relata que se encontraba en el pueblo de San Isidro cuando fue llamado a la ciudad por Juan José Viamonte, sargento mayor de ese cuerpo, porque había novedades de consecuencia. Se encaminó a la casa de Nicolás Rodríguez Peña donde había “una gran reunión de americanos que clamaban por que se removiese del mando al virrey y se crease un nuevo gobierno americano.” Allí se acordó solicitar a los miembros del Cabildo y al virrey Cisneros de llamar a un cabildo abierto “al que concurriese el pueblo a deliberar y resolver sobre su suerte.” El día 19 de mayo Cisneros citó a todos los comandantes militares y les preguntó si lo sostendrían como lo habían hecho con Liniers el 1 de enero de 1809. Ante la respuesta negativa, Cisneros accedió a convocar a un cabildo abierto.[12]

En una carta anónima remitida a Francisco Juanicó, residente en Montevideo, escrita por un partidario realista, cuenta los incidentes de la semana de Mayo: “El domingo fue una diputación del Cabildo a manifestar al Virrey que el pueblo estaba en fermentación y que habiendo cesado la Junta Central y no reconocido legítimo el nombramiento del Consejo de Regencia [...] debía S. E. Renunciar al mando. El 21 de mayo se agolpó una multitud en la plaza Mayor, (denominada hoy Plaza de Mayo), los comandantes French y Beruti repartían cintas blancas para distinguir a los patriotas. La multitud exigía la suspensión del virrey.[13]

El acta elaborada por el Cabildo de Buenos Aires nos da cuenta de los sucesos de ese día: “se agolpó un número considerable de gentes a la plaza Mayor, explicando a voces” su voluntad. Por este motivo, el alcalde de primer voto, Juan José Lezica, y el síndico, don Julián de Leiva, acordaron insistir ante el virrey que se “digne conceder a este Cabildo permiso franco para convocar por medio de esquelas la principal y más sana parte del vecindario, a fin de que un congreso público exprese la voluntad del pueblo.”[14]

Cisneros accedió a la solicitud y se procedió a citar al Cabildo Abierto para el día siguiente, martes 22 de mayo. La multitud seguía reunida en la plaza frente al Cabildo. Cornelio Saavedra fue llamado para que intentara aquietarla. Las voces del pueblo solicitaban que se presentase el síndico, Leiva, y que quería saber lo que se había acordado con el virrey. Leiva trató de calmar al pueblo que reclamaba la suspensión de Cisneros. Cornelio Saavedra desde el balcón del Cabildo se dirigió a la muchedumbre diciendo que se estaba tratando los asuntos que convenían a la felicidad del país y que el día siguiente se celebraría un Cabildo Abierto.[15]

El día 22 se celebró el Cabildo Abierto. Ese día no hubo pueblo en la plaza pues llovía.[16] Además, se habían apostado centinelas en las entradas de la plaza y podían ingresar solamente los que tenían la invitación. La esquela de la citación era la siguiente:

El Excelentísimo Cabildo convoca a V. para que se sirva asistir precisamente mañana 22 del corriente a las 9 sin etiqueta alguna, y en clase de vecino al Cabildo abierto, que con anuencia del Excelentísimo Sr. Virrey ha acordado celebrar, debiendo manifestar esta esquela a las Tropas que guarezcan las avenidas de esta Plaza, para que se le permita pasar libremente.[17]

 

Concurrieron los vecinos más destacados de la ciudad. Entre los patriotas asistieron Hipólito Vieytes, Juan José Viamonte, Nicolás Rodríguez Peña, Juan Ramón Balcarce, Cornelio Saavedra, Manuel Luzuriaga, Miguel de Irigoyen, Joaquín Belgrano, Martín Thompson, Miguel de Azcuénaga, Florencio Terrada, Cosme Argerich, Martín Rodríguez, Manuel Belgrano, Juan José Castelli, Bernardino Rivadavia, Mariano Moreno, Vicente López, Juan Francisco Seguí, Antonio Luis Beruti, Domingo French, y muchos otros.[18]

El procedimiento fue el siguiente: se hacían proposiciones las que eran apoyadas o rechazadas con nuevas propuestas. Comenzó con la proposición del obispo de Buenos Aires, Lue y Riega, quien manifestó que proponía la continuidad del virrey y permanecer en comunicación con las ciudades interiores. Contestó Pascual Ruiz Huidobro que propuso que “debía cesar la autoridad del excelentísimo señor virrey, y reanimarla el excelentísimo Cabildo.” De formas similar fueron expresando los distintos vecinos sus opiniones. Cornelio Saavedra propuso que debía caducar la autoridad del virrey, delegar la elección de la junta que ejercerá el poder en el Cabildo. Manuel Belgrano adhirió a la moción de Saavedra. Castelli adhirió al voto de Saavedra y agregó que la elección de los vocales de la junta “se haga por el pueblo junto al Cabildo General sin demora.” De esta forma fueron consignando sus votos los asistentes a favor de una o de otra proposición. La deliberación había durado la hasta las doce de la noche. Luego de que todos los asistentes emitieron su voto, se suspendió el congreso para las tres de la tarde del día siguiente.[19]

Durante el debate de ese día, 22 de mayo, expusieron muchos oradores, algunos apoyando la continuidad del virrey como el fiscal Villota y el obispo Lué, otros proclamando la caducidad de las autoridades, pues la Junta Central de España ya no existía y no tenía autoridad al nombrar al Consejo de Regencia, y entonces correspondía el retorno de la soberanía al pueblo, entre estos últimos se encontraban Castelli, Cornelio Saavedra y Juan José Paso. También, los que apoyaban al virrey, decían que la ciudad de Buenos Aires no tenía autoridad para establecer por sí una junta sin la consulta de los pueblos del interior. Las deliberaciones terminaros a media noche y se resolvió hacer el recuento de votos al día siguiente a las tres de la tarde y delegaron en el Cabildo la conformación de la nueva junta.[20]

Juan Manuel Beruti, testigo de los sucesos nos relata que una diputación del Cabildo, el 23 de mayo, se apersonó al virrey y le indicó que por mayoría de votos, el congreso del día anterior había votado por que debía dejar el mando en manos del Cabildo, lo cual aceptó.[21] Luego se reunió el Cabildo y suspendió la reunión pactada para la tarde y publicó un bando en el que se reconocía la decisión del Cabildo Abierto de suspender en sus funciones al virrey Cisneros y que pasaría a elegir la junta que se encargaría del mando hasta que se reunieran los diputados de las provincias interiores.[22]

En efecto, el día 23 de mayo se reunió el Cabildo. Consideró que no era necesario la continuación de la reunión del día anterior que estaba citada para las tres de la tarde y mandó a suspenderla. A continuación se pasó al recuento de votos el que resultó por mayoría que el virrey cesara el mando y que asumiera una junta designada por el Cabildo. Además, convinieron que aunque el virrey debía dejar el mando, se crearía una junta que sería presidida por Cisneros en calidad de vocal. Una delegación partió del Cabildo para comunicar esta resolución al virrey. Cisneros aceptó, pero impuso la condición de que fueran consultados los comandantes de los cuerpos militares de la ciudad. El Cabildo convocó inmediatamente a los jefes militares quienes manifestaron que debido a la agitación reinante, “lo que ansiaba el pueblo era el que se hiciese pública la cesación en el mando del excelentísimo señor virrey, y reasunción de él en el excelentísimo Cabildo, que mientras no se verificase esto de ningún modo se aquietaría.” El cabildo procedió a fijar un bando que declaraba la cesación del virrey Cisneros en el mando.[23]

El 24 de mayo el Cabildo tomó la determinación de nombrar una junta de gobierno presidida por Cisneros, que había aceptado el cargo el día anterior, sin tener en cuenta lo decidido por el congreso celebrado el día 22 de mayo. El historiador Ricardo Levene calificó estos sucesos como que el “Cabildo consumó la nueva burla.”[24] El texto del acta del día 24 de mayo expresa lo siguiente:

Que considerando los graves inconvenientes y riesgos que podrían sobrevenir contra la seguridad pública, si conforme a lo resuelto a pluralidad de votos en el congreso general del día veintidós del corriente, fuese absolutamente separado del mando el excelentísimo señor virrey de estas provincias don Baltasar Hidalgo de Cisneros; pues que ellas podrían, o no, sujetarse a semejante resolución, o al menos suscitar dudas sobre el punto decidido, en cuyo caso serían consiguientes males de la mayor gravedad; y procediendo con arreglo a las facultades que se han conferido a este Cabildo a pluralidad de votos en el citado congreso general, debían mandar y mandaron, lo primero: Que continúe en el mando el excelentísimo señor virrey don Baltasar Hidalgo de Cisneros, asociado a los señores el doctor don Juan Nepomuceno Solá, cura rector de la parroquia de Nuestra Señora de Montserrat de esta ciudad, el doctor don Juan José Castelli abogado de esta Real Audiencia pretorial, don Cornelio Saavedra comandante del cuerpo de patricios y don José Santos Inchaurregui de este vecindario y comercio.[25]

 

Por la tarde del día 24 de mayo juraron los miembros de la junta presididos por el Virrey Cisneros. Estas designaciones enfurecieron a los patriotas que se creyeron burlados pues el Cabildo no había respetado lo resuelto por en congreso del día 22 de mayo. Fue entonces que se preparó la Revolución del 25 de Mayo.

 


 

El 25 de mayo de 1810

Nos ocuparemos ahora de los sucesos del día 25 de mayo de 1810, día que se conmemora en la República Argentina como el que dio comienzo al proceso de Independencia de la Nación. En realidad, la junta de gobierno que se designó en ese día inició una administración independiente de España, aunque juró fidelidad al rey cautivo Fernando VII. En los hechos, todos los gobiernos provisionales que se sucedieron hasta la declaración formal de la independencia el 9 de julio de 1816, lo hicieron en forma autónoma de la Península.

Tomas Guido, nos relata en sus memorias que la elección del día 24 de mayo de una junta de gobierno presidida por el virrey Cisneros pareció satisfactoria al pueblo “y los españoles se felicitaban de haber salvado del peligro de un trastorno fundamental viendo triunfante la autoridad del virrey.”[26] Pero muy diferente fue la reacción de los patriotas. Se reunieron a las ocho de la noche en casa de Nicolás Rodríguez Peña desde donde se entabló comunicación con los jefes de patricios y cada uno de ellos reunió a sus amigos quienes apoyaron la resolución de no reconocer la junta proclamada ese día. Una comisión se dirigió a casa del síndico doctor Leiva a las doce de la noche para pedir “otro llamamiento al pueblo para destruir lo que pocas horas antes se había sancionado.” Ante la vehemencia del pedido accedió a llamar al pueblo nuevamente.[27]

Con la seguridad de que se convocaría a un nuevo congreso, la reunión en casa de Rodríguez Peña continuó hasta el alba. Los reunidos se dedicaron a confeccionar listas de candidatos para integrar a la nueva junta de gobierno. No podían ponerse de acuerdo hasta que —según el relato de Guido— Antonio Luis Beruti pidió papel y tintero y confeccionó una lista con los nombres que el día siguiente formarían la Primera Junta de gobierno. La lista fue aceptada y se la hizo circular entre los dispuestos a cooperar para el triunfo.[28]

El 25 de mayo amaneció con una gran agitación del pueblo. El acta del Cabildo, compuesto con miembros que eran españoles europeos, para restar importancia al acontecimiento dice que se había reunido “alguna parte del pueblo”[29], e insistió en la conservación de la junta designada el día 24. Requirió a los comandantes militares reprimir a los descontentos con el uso de la fuerza. Se congregó una multitud en los corredores del Cabildo exigiendo la renuncia del virrey. Ante el tumulto, el Cabildo decidió consultar a los comandantes acerca de si “podían contar con las armas para sostener el gobierno establecido.” Contestaron que el pueblo y las tropas estaban en “una terrible fermentación”, y que no era posible contenerlo. En ese momento se oyeron golpes el la puerta mientras duraba esta sesión y se pronunció  conocido reclamo:

—“El pueblo quiere saber de qué se trata”.

El comandante Martín Rodríguez tuvo que salir a aquietarlos. Aseguró que pedirían la renuncia del virrey. Una delegación del Cabildo se dirigió al fuerte donde se encontraba Cisneros a pedirle su renuncia, a la cual accedió.[30]

Pero los patriotas no se conformaron con ello e irrumpieron en el Cabildo con el pedido de designar una nueva junta con los nombres aprobados la noche anterior en casa de Rodríguez Peña. El acta redactada por el Cabildo consigna lo siguiente:

 

En este estado ocurrieron otras novedades: algunos individuos del pueblo a nombre de éste se personaron en la sala, exponiendo que para su quietud, y tranquilidad, y para evitar cualesquiera resultas en lo futuro, no tenía por bastante el que el excelentísimo señor presidente se separase del mando; sino que habiendo formado idea de que el excelentísimo Cabildo en la elección de la Junta se había excedido de sus facultades, y teniendo noticia cierta de que todos los señores vocales habían hecho renuncia de sus respectivos cargos; había el pueblo reasumido la autoridad que depositó en el excelentísimo Cabildo, y no quería existiese la Junta nombrada, sino que se procediese a constituir otra eligiendo para presidente vocal, o comandante general de armas al señor don Cornelio de Saavedra, para vocales a los señores doctor Juan José Castelli, licenciado don Manuel Belgrano, don Miguel de Azcuénaga, doctor don Manuel Alberti, don Domingo Matheu, y don Juan de Larrea, y para secretarios a los doctores don Juan José de Paso, y don Mariano Moreno [...] en la inteligencia de que ésta era la voluntad decidida del pueblo, y que con nada se conformaría que saliese de esta propuesta; debiendo tener en caso contrario resultados muy fatales. Y los señores después de algunas discusiones con dichos individuos, les significaron que para proceder con mejor acuerdo, representase el pueblo aquello mismo escrito, Sin causar el alboroto escandaloso que se notaba; con lo que se retiraron.[31] 

 

El Cabildo no estaba dispuesto a aceptar el reclamo del pueblo y por ello pedía que se presentara la propuesta de la nueva junta por escrito, posiblemente con el propósito de dificultar el desenlace. Los patriotas hicieron circular el texto por toda la ciudad obteniendo un gran número de firmas de “vecinos, religiosos, comandantes y oficiales de los cuerpos”, con el mismo pedido que habían realizado más temprano a viva voz. Entonces el síndico doctor Leiva salió al balcón y encontró reducido número de vecinos en la plaza. Pero rápidamente se congregó el pueblo que se había retirado, exigiendo que el Cabildo cumpliera con la solicitud y que en caso contrario “sufriría la ciudad lo que hasta entonces se había procurado evitar.” Salió al balcón el escribano del Cabildo, Justo José Núñez, quien leyó el petitorio presentado con las firmas del pueblo y “si era aquella su voluntad.” Una aclamación partió del pueblo manifestando que esa era su voluntad.[32]

Inmediatamente el Cabildo llamó a los nuevos integrantes de la junta para prestar juramento. Comparecieron los vocales Cornelio Saavedra, Juan José Castelli, Manuel Belgrano, Miguel de Azcuénaga, Manuel Alberti, Domingo Matéu, Juan Larrea, y los secretarios Juan José Paso y Mariano Moreno. Estaban presentes los miembros de la junta del 24 de mayo, los miembros del Cabildo y nutrida asistencia de público: “prelados, jefes comandantes, y personas de distinción”. La junta prestó juramento y finalizada la ceremonia Cornelio Saavedra pronunció unas palabras ante el público congregado en la plaza desde el balcón del Cabildo. El presidente y los demás miembros de la Primera Junta se dirigieron al fuerte, que era la sede del gobierno, ante numeroso público que llenaba la plaza mientras sonaban las campanas de las iglesias y se oían salvas de artillería. En ese momento sobrevino la lluvia.[33]

Quisiera terminar este breve trabajo acerca de la revolución pacífica del 25 de mayo de 1810 en la cuidad de Buenos Aires con un comentario de un testigo, Juan Manuel Beruti, que nos cuenta su sensación luego de los sucesos de mayo.

 

No es posible que mutación como la anterior se haya hecho en ninguna parte con el mayor sosiego y orden, pues ni un solo rumor de alboroto hubo, pues todas las medidas se tomaron con anticipación a efecto de obviar toda discordia, pues las tropas estuvieron en sus cuarteles, y no salieron de ellos hasta estar todo concluido, y a la plaza no asistió más pueblo que los convocados para el caso, teniendo éstos un cabeza que en nombre de ellos, y de todo el pueblo daba la cara públicamente y en su nombre hablaba; cuyo sujeto era un oficial Segundo de las reales Cajas de esta capital don Antonio Luis Beruti. Verdaderamente la revolución se hizo con la mayor madurez y arreglo que correspondía no habiendo corrido ni una sola gota de sangre, extraño en toda conmoción popular, pues por lo general en tumultos de igual naturaleza no deja de haber desgracias, por los bandos y partidos que trae mayormente cuando se trata de voltear los gobiernos e instalar otros; pero la cosa fue dirigida por hombres sabios, y que esto se estaba coordinando algunos meses hacía; y para conocerse los partidarios se habían puesto una señal que era una cinta blanca que pendía de un ojal de la Casaca, señal de la unión que reinaba, y en el sombrero una escarapela encarnada y un ramo de olivo por penacho, que lo uno era paz y el otro sangre contra alguna oposición que hubiera, a favor del virrey.[34]

 

 

Nos queda una observación para hacer. El 25 de mayo apareció un nuevo actor político en el escenario del Río de la Plata: el pueblo. Este pueblo que, como vimos en estas páginas, fue mencionado numerosas veces por los testigos citados. Este nuevo actor, hace contraste con el criterio del antiguo régimen donde el actor político era el vecino, y se convocaba a la parte más “sana del vecindario”, que eran una elite de comerciantes, propietarios, militares, funcionarios y eclesiásticos. Fue el pueblo común el que salió a manifestarse en la plaza a favor de sus líderes, en dos ocasiones, el 21 y el 25 de mayo y de este modo pudo torcer la voluntad de la elite peninsular dominante.


 

 

 

Causas de la Revolución de Mayo

 

Es posible dividir las causas de la Revolución del 25 de Mayo de 1810 en Buenos Aires, en causas internas y externas. Entre las últimas, podemos mencionar en primer lugar el auge de las ideas de la Ilustración que, luego de la Revolución Francesa, se propagaron por Europa y penetraron en los círculos intelectuales de España. También en el campo de las ideas, los conceptos de libertad de comercio que publicó Adam Smith en su tratado La riqueza de las Naciones, dio a los patriotas argumentos para combatir el monopolio del comercio impuesto por España con los puertos de la Península. En cuanto a los hechos políticos y militares, la invasión de Napoleón a Europa y luego a España, con el consiguiente cierre para Inglaterra de los puertos del continente la obligaron a buscar otros mercados para su industria en África y América española. La derrota de la flota española en Trafalgar, le permitió a Inglaterra dominar los mares y limitar a España en su comercio con sus colonias. Finalmente, la invasión de los franceses a España y la prisión de la familia real junto con al rey, Fernando VII, que tuvo un doble efecto, por un lado el temor de que la Península cayera totalmente en manos de Napoleón y por el otro, la falta de autoridad de la Junta Central y del Consejo de Regencia. Por este motivo fue que los Americanos creyeron que había llegado la hora de luchar por su independencia. La soberanía que estaba en la cabeza del rey, al estar prisionero, pasaría nuevamente al pueblo, que tendría derecho a proponer su forma de gobierno.

Para comprender las causas internas, buscaré en los escritos de los protagonistas lo que ellos manifestaron para justificar la revolución. Puedo decir en primer lugar que la idea de la independencia de las colonias españolas de América, y en especial las de América del Sur, fue primero pensada por Francisco Miranda. En efecto, Miranda, luego de escapar de Caracas debido a la persecución del gobierno español y la amenaza de la Inquisición, comenzó a desarrollar planes para obtener la Independencia. Recorrió los Estados Unidos y varios países de Europa. Estableció finalmente su residencia en Londres. Su casa se convirtió en refugio y academia para todos los criollos que visitaban la ciudad. Uno de los más importantes fue años más tarde, el libertador de Chile, Bernardo O´Higgins.

A lo largo de este trabajo hemos estudiado la relación de Miranda con los exiliados de Buenos Aires después de la segunda invasión inglesa en 1807. Me refiero a Saturnino Rodríguez Peña y Aniceto Padilla. En efecto, ambos, luego de conseguir la fuga del general inglés, Beresford, que estaba prisionero, debieron huir, el primero a Río de Janeiro y el segundo a Londres. En esta última ciudad, Padilla se puso en contacto con Miranda y se estableció un triángulo de comunicación entre Miranda, Saturnino Rodríguez Peña y su hermano, Nicolás Rodríguez Peña en Buenos Aires. La correspondencia desde Londres a Río de Janeiro era confiada a comerciantes o marinos ingleses mientras que las de Río de Janeiro a Buenos Aires fueron confiadas a dichos comerciantes o a Felipe Contucci, también comerciante residente en Río de Janeiro quien tenía fluidos contactos con la Princesa Carlota Joaquina, Hermana de Fernando VII y esposa del rey de Portugal, que había trasladado su corte a Río de Janeiro.

Miranda había forjado planes de independencia junto a sir Home Popham en octubre de 1804, que fueron presentados al primer ministro Willam Pitt. Si bien el gabinete inglés no aprobó esos planes, Miranda se embarcó en una expedición independiente, que pretendía liberar Venezuela en el año 1806, que terminó en fracaso. Miranda regresó derrotado a Londres. Pero ese mismo año, sin autorización del gobierno británico, Popham lideró una expedición naval que partió de Ciudad del Cabo y conquistó la ciudad de Buenos Aires en la llamada Primera Invasión Inglesa. Los ingleses fueron rechazados por los criollos con tropas comandadas por Santiago de Liniers, quien fue luego nombrado virrey en reemplazo de Rafael de Sobremonte, de pobre actuación ante ese conflicto. Pero esta invasión sirvió para poner en contacto las ideas de Miranda y los patriotas de Buenos Aires. Las memorias de Belgrano dan cuenta de ese hecho así como la ya nombrada fuga del general Beresford.

A partir de ese momento comenzaron a forjarse planes de independencia entre los patriotas de Buenos Aires y las ideas de Miranda se conocieron en la ciudad de boca de los oficiales ingleses prisioneros y luego por la correspondencia secreta cursada entre Miranda y los patriotas.

Veremos cuáles fueron los motivos que Francisco Miranda esgrimió para justificar la necesidad de independencia. Miranda le escribía una memoria al ministro inglés Willam Pitt en 1790. Señalaba como causas del descontento la política española de excluir a los criollos de los cargos públicos, la censura de la Inquisición que prohibía leer libros útiles e instructivos, proponía como gobierno una monarquía constitucional al estilo inglés. Además de las ventajas comerciales que tendría un libre comercio con la nación inglesa.[35]

Años más tarde, en una proclama al “Pueblo del Continente Colombiano”, escrita en 1801, Miranda formuló un plan de gobierno donde, de acuerdo a las reformas propuestas, podemos entender las causas que hacían desear la independencia. Califica a la monarquía española como un “gobierno destructor”. La religión católica romana será “el culto nacional”, pero deberán tolerarse todos los otros credos; la Inquisición debe ser suprimida; debe abolirse todo tributo impuesto a los indios. Agrega que:“No sólo los aborígenes sino también la gente libre de color deben gozar en adelante todos los derechos y los privilegios de los hombres blancos.” “Se establecería el juicio por jurados”[36]

Manuel Belgrano, en su autobiografía, nos cuenta que mientras se encontraba en España, en 1879 sobrevino la Revolución Francesa y por ello se produjo una “variación de ideas” y “se apoderaron de mí las ideas de libertad, igualdad, seguridad, propiedad, y sólo veía tiranos en los que se oponían...”[37] Más adelante nos cuenta las desilusiones que sufrió cuando, al frente del Consulado, intentaba proponer algunas modificaciones a las disposiciones españolas para mejorar las condiciones de las provincias del virreinato. “Todos eran comerciantes españoles; exceptuando uno que otro, nada sabían más que su comercio monopolista.” Las propuestas de Belgrano para fomentar la agricultura, la industria y el comercio se estrellaban, ya sea en el gobierno de Buenos Aires o en la corte de Madrid.[38]

Manuel Moreno escribió desde Londres, en el año 1812, una biografía de su hermano, Mariano Moreno, luego de la muerte de este último en alta mar. En ella nos señala alguna de las causas de la revolución: Mencionaba las trabas sobre la libertad de imprenta, “estaba proscrita con los más terribles anatemas del gobierno y de la religión”; la Inquisición vigilaba la circulación de los escritos que estaban tolerados en la Península, “muchas veces estaban prohibidos en las Américas.” Agrega además como causa la limitación que tenían los americanos para acceder a los empleos públicos: “la Corte de España los había excluido prácticamente de ellos y mantenía una mayoría excesiva de empleados europeos sobre los nativos.”[39]

Juan Ignacio Gorriti también, en su Autobiografía política, incluye un párrafo donde define a su entender las causas de la revolución:

La revolución de América no fue un suceso repentino que debía sorprender a un sujeto medianamente pensado.

El sistema inquisitorial de la política del gabinete observada en las colonias; las trabas que sugería a la industria y a la cultura; el monopolio tan escandaloso del comercio peninsular; la postergación tan general y descarada que en toda la extensión de la monarquía sufrían los americanos; eran causas de que se quejaban en voz alta, se murmuraba con acrimonia y se manifestaban síntomas de violencia que preparaban una explosión.[40]

 

Como vimos en numerosos testimonios, el monopolio comercial que imponía la monarquía española y la exclusividad de los europeos en el acceso a ese comercio, era otra de las causas de descontento entre los criollos y está expresada en detalle en la Representación de los hacendados, escrita por Mariano Moreno en 1809.

Resumiendo, podemos decir que los principales motivos que, entre otros, impulsaron a los criollos a luchar por su independencia de España encontramos: la limitación para aspirar a cargos en la administración colonial, La censura ejercida por la Inquisición y por la monarquía en las publicaciones y los libros, el monopolio comercial impuesto por España, el tributo que pesaba sobre los indios, la influencia de las ideas de la Ilustración, las trabas a la industria y a la cultura.

Debemos destacar que el 25 de Mayo de 1810, por los motivos mencionados, se produjo en Buenos Aires una revolución que determinó un cambio en la sustentación de la soberanía. Del rey como soberano, que era lo que sostenía el antiguo régimen, se pasó a la soberanía del pueblo. Este cambio fue seguido por las distintas provincias del Virreinato del Río de la Plata y también se suscitó en toda la América del Sur. Pero esta transformación llevaría quince años para imponerse. La lucha contra los realistas fue larga. Terminó en la batalla de Ayacucho el 9 de diciembre de 1824. Pero en el año 1810 dio comienzo la construcción de las identidades nacionales y el surgimiento de las deferentes naciones de América del Sur.

 

Pablo A. Chami, 24 de febrero de 2010

 

   


[1] La revolución de Mayo, op. cit.,Tomo I, p. 296-297.

[2] Ibidem, Tomo I, p. 331-336.

[3] Ibidem, Tomo I, p. 327-330.

[4] Ibidem, Tomo I, p. 339.

[5] Mayo documental, op. cit. Tomo XI, p. 59.

[6] Ibidem, Tomo XI, p. 94.

[7] Ibidem, Tomo XI, p. 148 y también en 207.

[8] Manuel Belgrano, “Autobiografía...”, en Biblioteca de Mayo, op. cit. Tomo II, p. 967.

[9] Cornelio Saavedra, “Memoria Autógrafa”, en Biblioteca de Mayo, op. cit. Tomo II, p. 1051.

[10] Juan Ramón Balcarce, “Relación Autobiográfica”, en Biblioteca de Mayo, op. cit. Tomo II, p. 1767.

 

[11] Manuel Belgrano, “Autobiografía ...”, en Biblioteca de Mayo, op cit. Tomo II, p. 967.

[12] Cornelio Saavedra, “Memoria autobiográfica”, en Biblioteca de Mayo, op cit. Tomo II, p. 1051-1052.

[13] Mayo Documental, op. cit. Tomo XI, p. 226-227. Este relato difiere de la historia relatada en las escuelas. Las cintas no eran celeste y blanco sino solamente blancas. Hay otros testimonios que confirman esto.

[14] Biblioteca de Mayo, op. cit. Tomo XVIII, p. 16066.

[15] Ibidem, Tomo XVIII, p. 16068.

[16] Mayo documental, op. cit., Tomo XI, p. 227.

[17] La revolución de Mayo..., op. cit. Tomo I, p. 341.

[18] Biblioteca de Mayo, op. cit. tomo XVIII, p. 16071-16075.

[19] Ibidem, Tomo XVIII, p. 16075-16091.

[20] Ricardo Levene, Historia de la Nación Argentina, op. cit.,Tomo V, segunda sección, p. 23-33.

[21] Juan Manuel Beruti, Memorias curiosas, op. cit., p. 139. (No confundir este escritor con el militar Antonio Luis Beruti, que el día 21 y 25 de mayo repartía cintas que distinguían a los patriotas)

[22] La revolución de Mayo..., op. cit. Tomo I, p. 347.

[23] Biblioteca de Mayo, op. cit. Tomo XVIII, p. 16094- 16095.

[24] Ricardo Levene, Historia de la Nación Argentina, op. cit. Tomo V, segunda sección, p. 38.

[25] Biblioteca de Mayo, op. cit. Tomo XVIII, p. 16097.

[26] Tomás Guido, “reseña histórica”, en Biblioteca de Mayo, op. cit. Tomo V, p. 4317.

[27] Ibidem, Tomo V, p. 4318-4319.

[28] Ibidem, Tomo V, p. 4320.

[29] Biblioteca de Mayo, op. cit. Tomo XVIII, p. 16109.

[30] Ibidem, Tomo XVIII, p. 16111-16112.

[31] Ibidem, Tomo XVIII, p. 16112.

[32] Ibidem, Tomo XVIII, p. 16113.

[33] Ibidem, Tomo XVIII, p. 16119-16120.

[34] Juan Manuel Beruti, Memorias curiosas, op. cit. p.141.

[35] Willam Spence Robertson, La vida de Miranda, Ediciones Anaconda, Buenos Aires, 1947, p. 94-97.

[36] Ibidem, p. 196-201.

[37] Manuel Belgrano, “Autobiografía...”, en Biblioteca de Mayo, op. cit. Tomo II, p. 956.

[38] Ibidem,. Tomo II, p. 957-958.

[39] Manuel Moreno, “ Vida y memorias del doctor don Mariano Moreno”, en Biblioteca de Mayo, op. cit. Tomo II, p. 1250-1255.

[40] Juan Ignacio Gorriti, “Autobiografía política”, en Biblioteca de Mayo, op. cit. Tomo II, p. 1673.


 

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