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14
de marzo de 2010
Índice
La construcción de la Identidad nacional
1807, Una consecuencia de las invasiones inglesas
Antecedentes de la Independencia - Contexto internacional
Repercusiones en América de los sucesos de Europa
Un personaje: Francisco Miranda
Juan Martín de Pueyrredón y los proyectos de Independencia
Las ideas de la Ilustración y del libre comercio
Resumen de los acontecimientos del año 1808 en el Río de la Plata
Asonada del 1 de enero de 1809
Intercambio epistolar de los conspiradores: Rodríguez Peña y Miranda
Designación de Cisneros como virrey del Río de la Plata
Sucesos del 25 de mayo de 1809 en el Alto Perú
Llegada del virrey Cisneros al Río de la Plata
Problemas hallados por el virrey Cisneros al arribar al Río de la Plata
Mariano Moreno – Representación de los hacendados
Represión a las juntas de Chuquisaca y La Paz en 1809
El Virrey Cisneros, la Junta de Montevideo y la asonada del 1 de enero de 1809
Medidas de vigilancia promovidas por el Virrey Cisneros
Acontecimientos del año 1810 que precipitaron las revoluciones de América Española
Acciones revolucionarias a comienzos de 1810
Causas de la Revolución de Mayo
Cuando
escribo estas líneas, se cumplen 200 años de sucesos que condujeron a la
independencia de los países de América del Sur. El relato que haré será
cronológico y centrado en los sucesos del Virreinato del Río de la Plata pero
con referencias a la situación de Europa y del resto del continente
sudamericano.
En
la primera mitad del año 1808, la opinión pública de Buenos Aires y del resto
de América Española estuvo convulsionada por los acontecimientos europeos. Se
leían ávidamente las noticias, los impresos y las proclamas que llegaban en
los navíos, en especial los de la flota inglesa. Todo esto provocaba un estado
de agitación y asamblea notorio, que se reflejaba en diversas comunicaciones de
viajeros y testigos del momento. Había expresiones que revelaban una identidad
americana que se diferenciaba de la de los españoles europeos
pero que todavía no constituía una identidad nacional; la fuga del general
Beresford, que había comandado la primera invasión inglesa y que estaba
confinado en prisión en la localidad de Luján, había sido promovida por un
pequeño grupo de americanos. Esta fuga desencadenará acontecimientos que
marcarán los hechos de los años previos a la Revolución de Mayo; además, los
sucesos europeos, consecuencia de la invasión de Napoleón a España y los
partidos que se establecieron en América desempeñarán influencias importantes
en la alineación política de las colonias; la diplomacia británica tendrá un
significativo papel desde el momento en que la corte de Portugal se trasladó a
Brasil; dos personajes: por un lado la infanta Carlota Joaquina, residente en
Brasil, hija de Carlos IV y hermana de Fernando VII, y por otro, desde Londres,
Francisco Miranda, asumirán papeles importantes en la trama de los
acontecimientos de las colonias en los momentos finales del dominio español;
por último pero no menos importante, la disputa por la libertad de comercio,
donde la posición a favor o en contra de ella motivará la alineación de los
distintos personajes y partidos a favor o en contra de la Independencia.
El
otro tema que se comienza a vislumbrar es el factor ideológico pues entran en
conflicto dos concepciones filosóficas opuestas: la concepción del antiguo régimen,
con los ideales de la religión católica, la figura de la Monarquía absoluta
personificada en el Rey y la Nación concebida como un todo en un esquema de
verticalidad y obediencia, en contraste con las ideas de la Ilustración, con su
trilogía de Libertad, Igualdad y Fraternidad y el factor de soberanía,
concebido como horizontal, encarnado por el pueblo. La lucha entre estas dos
concepciones aparece constantemente en los escritos, manifiestos oficios y
bandos del período.
Al
estudiar el proceso de la Independencia de los países de América del Sur
podemos formular una serie de preguntas: ¿Existían las naciones de la América
Española en las décadas previas a la Independencia? Si la respuesta a esta
pregunta es negativa, o sea que no existían todavía nuestras naciones,
entonces el advenimiento de los nuevos Estados de América del Sur tienen su
origen en una construcción histórica contingente. En tal caso podemos
preguntar: ¿Cómo surgieron estos nuevos Estados, quiénes eran los
protagonistas de su construcción y en qué circunstancias fueron erigidas esas
naciones? También otra pregunta que nace es: ¿Por qué el Imperio Español se
desintegró en 18 estados independientes y no conservó su unidad? En las páginas
que siguen intentaré aproximar alguna respuesta a estas preguntas.
En
un trabajo anterior, analizo los escritos de historiadores argentinos y también
extranjeros acerca del surgimiento de las naciones modernas y de las respectivas
identidades nacionales. Encontramos allí que existen dos tendencias: los modernistas
y los primordialistas, aunque algunos de ellos sostienen tesis que toman
argumentos de ambos enfoques. Los primordialistas entienden que las naciones
nacen en tiempos remotos y que la identidad nacional es un sentimiento que
precede al surgimiento de la Nación moderna. Por el contrario, los modernistas
entienden que la Nación, y por consiguiente, las respectivas nacionalidades son
producto de la acción humana y de las condiciones contingentes, que dependían
de acontecimientos que tal vez sucedieron en lugares lejanos pero que finalmente
tuvieron importancia en la formación de las naciones modernas.[1]
En
nuestro país, la tendencia primordialista está representada por los
historiadores de la primera mitad del siglo XX, en especial José Luis Romero y
Ricardo Levene, además de los de la denominada escuela revisionista. En cambio
en la actualidad, para José Carlos Chiaramonte, la Nación Argentina comenzó a
tomar forma a partir del romanticismo de la Generación del 37 y que surgió
como un compromiso de “los pueblos” del interior formando primero las
ciudades, luego las provincias, más tarde la Confederación Argentina y
finalmente la República que se constituyó a partir de los acontecimientos que
sucedieron al derrocamiento de Rosas.
Pero
entonces cabe la pregunta: ¿Había en las primeras décadas del siglo XIX
alguna nacionalidad que abarcara un territorio mayor que el de la ciudad y la
provincia? Estas cuestiones las formulan Jorge Myers y Pilar González Bernaldo
en sus comentarios a la tesis de Chiaramonte alegando que las fuentes tomadas en
sus trabajos fueron las jurídicas, los debates en las convenciones
constituyentes del período y estos datos no son suficientes para estudiar el
problema que plantea la identidad nacional, porque ella se refiere a imágenes e
ideas que se producen en la psiquis de los individuos y no en las leyes y
debates parlamentarios.
Por
este motivo es que estudiaré los testimonios de los protagonistas del período
en los temas que tengan que ver con la nación y la nacionalidad. Por otro lado,
si la Nación es el producto de las circunstancias históricas, provocadas por
el accionar de los protagonistas o de circunstancias contingentes, es decir, de
acontecimientos ocurridos en otras regiones que escapaban al control de los
protagonistas del ámbito local americano. Es interesante entonces estudiar cómo
se construyeron esas Naciones en las primeras décadas del siglo XIX. Pensemos
que si es válida la tesis primordialista que entiende que las naciones preexistían
antes de la independencia, entonces no es importante el estudio de su construcción
porque era algo que ya estaba dado, y como expresa Ricardo Levene, la labor del
historiador era solamente revelar lo que ya existía.[2]
Por otro lado, si la Nación se comienza a estructurar en los finales de la década
de 1830, como entiende Chiaramonte, tampoco es importante el estudio de la
construcción de la Nación en las primeras décadas del siglo XIX porque antes
la Nación no existía.[3]
Sin embargo, y como primera impresión intuitiva, vemos que los símbolos
nacionales: la bandera, la escarapela, el escudo, el himno nacional, se
configuraron precisamente al poco tiempo de la Revolución de Mayo, y antes de
la declaración de la Independencia en 1816. Es decir que en la primera década
después del acontecimiento de mayo los patriotas crearon los símbolos que
permitían formar una identidad. Queda por contestar cuál fue el alcance
territorial de la identificación con esos símbolos. Si fue una identificación
de los ciudadanos de Buenos Aires o si abarcó áreas más grandes del
territorio del Río de la Plata.
Los
primeros indicios de una identidad política propia de los americanos se
encuentra en la diferenciación entre españoles europeos y españoles
americanos. En efecto, a comienzos del siglo XIX, existía en el Virreinato
del Río de la Plata un antagonismo entre los llamados Españoles Europeos
y los Españoles Americanos. Hay muchas referencias que dan testimonio de
estas disconformidades. Mi propósito es enumerar solamente algunas.
Cornelio
Saavedra, en su Memoria Autógrafa, nos cuenta que los europeos, pasado
el peligro de la invasión inglesa sobre Buenos Aires, intentaron licenciar al
Regimiento de Patricios, integrado por criollos, que había tenido destacada
actuación frente a las tropas británicas: “Este también fue el origen de
los celos y rivalidades que asomaron entre patricios y europeos. Acostumbrados
éstos a mirar a los hijos del país como sus dependientes y tratarlos con aires
de conquistadores, les era desagradable verlos con las armas en la mano, y mucho
más el que con ellas se hacían respetables por sus buenos servicios y por su
decisión de conservar el orden en la sociedad.”
[4]
Manuel
Belgrano recuerda en sus memorias que cuando en 1793, estando en España, fue
elegido como secretario del Consulado de Buenos Aires. Nos dice que: “sólo
había oído el rumor sordo a los americanos de quejas y disgustos, que atribuía
yo a no haber conseguido sus pretensiones, y nunca a las intenciones perversas
de los metropolitanos, que por sistema conservaban desde el tiempo de la
conquista.”[5]
También
los viajeros extranjeros que visitaron Buenos Aires dieron testimonio del
disgusto de los criollos con los Españoles Europeos. Un francés, Barthélemy
de Massiac, quien llegó a la ciudad en 1660, señaló que “La mayor parte
de los criollos y habitantes de las ciudades de las Indias están muy
descontentos con el Consejo Supremo de Indias, que está en Madrid, porque éste
da casi todos los buenos empleos a los españoles y para ellos nada, o sólo a
fuerza de dinero. Desearían tener un príncipe o un rey independiente de España.”[6]
Vemos que en épocas tan
tempranas como el año 1660, ya existía el encono entre americanos y españoles
y una idea de independencia.
Es
decir que a fines del siglo XVIII y a comienzos del siglo XIX existía en las
colonias españolas de América un sordo malestar entre los criollos —ya señalado
por los viajeros desde el siglo XVII—, que se transformaría en una identidad
propia a partir de la Independencia. De cualquier modo, no todos los criollos
apoyaron la Independencia, había criollos en los ejércitos realistas, y a su
vez, algunos españoles europeos apoyaron la Independencia. Esto nos hace creer
que la elección de una u otra categoría política obedecía también —como
veremos más adelante—, a cuestiones de índole ideológica. De cualquier
manera, como dice José Carlos Chiaramonte, estas identidades no conformaban una
identidad nacional como la que surgiría a mediados del siglo XIX con el
advenimiento del romanticismo.[7]
[1] Pablo A. Chami, Nación, identidad e independencia, en Mitre, Levene y Chiaramonte, Editorial Prometeo Libros, Buenos Aires, 2008.
[2] Ibidem, p. 78–79.
[3] Ibidem, p. 95.
[4] Cornelio Saavedra, “Memoria Autógrafa”, en Biblioteca de Mayo, Colección de Obras y Documentos para la Historia Argentina, Tomo II, Autobiografías, Senado de la Nación, Buenos Aires, 1960, p. 1041. (En todas las citas la ortografía se actualizó)
[5] Manuel Belgrano, “Autobiografía del general Don Manuel Belgrano, que comprende desde sus primeros años (1770) hasta la Revolución del 25 de Mayo”, en Biblioteca de Mayo..., op. cit., Tomo II, p. 956.
[6] Barthélemy de Massiac, Plan francés de conquista de Buenos Aires, 1660-1693, Emecé Editores, Buenos Aires, 1999, p. 112.
[7] José Carlos Chiaramonte, Nación y Estado en Iberoamérica, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 2004, p. 94-95.